Pensiones

Por EQUIPO AICTS / 01 de noviembre de 2015

La carrera electoral del 20 de diciembre ya está en marcha, unas nuevas elecciones, en este caso Generales, que vienen a copar la agenda. Desde hace un tiempo, una de las cuestiones que se ha instalado en la misma es la de las pensiones. Éstas son uno de los pilares del Estado de Bienestar, como venimos defendiendo en este blog y en artículos y publicaciones que llevamos a cabo. Las pensiones es uno de los principales logros de la socialdemocracia, una garantía de que, cuando lleguemos a la edad de jubilación, mantendremos una calidad de vida y un bienestar. Son pensiones contributivas, que han salido de décadas de trabajo, pero también las hay no contributivas, aquellas personas que no estaban en el mercado laboral, por su situación social o por invalidez. Dentro de este grupo, también entrarían muchas mujeres que nunca tuvieron un trabajo, que asumieron el rol de ama de casa, o que si formaron parte de ese mercado laboral, nunca cotizaron.

En España, la cuestión de las pensiones es “sagrada”, el Pacto de Toledo de 1995 prácticamente las sacaba de la contienda electoral. Su sostenibilidad debía queda garantizada y para ello se constituyó el Fondo de Reserva de la Seguridad Social que, en 2011, superaba los 66.000 millones de euros. Sin embargo, la crisis ha ido atacando todo este sistema a través de numerosos procesos: la Administración ha dispuesto del mismo más de 20.000 millones estos años; numerosas empresas han abogado por jubilaciones anticipadas; y la crisis ha generado un mercado de trabajo en muy poco tiempo que ha destruido empleo y que el que genera es precario, temporal y parcial en gran medida, por lo que la capacidad recaudatoria de las rentas del trabajo y de los impuestos sobre las empresas se reduce. A todo esto tenemos que añadir la propia evolución de la demografía: aumento de la esperanza de vida y de las personas que pasan a formar parte del colectivo de jubilados; y descenso de la natalidad y su estancamiento.

Este escenario se perfila como una especie de “tormenta perfecta” y, en estos meses, asistimos a artículos y noticias que cuestionan esa sostenibilidad e indican que las pensiones van a quedarse muy reducidas porque, sencillamente, no habrá para todos. Los planes de pensiones privados comienzan a ser un complemento para muchas personas y familias, que los ven como una opción casi ineludible, mientras que este sector observa su potencial crecimiento.

Pero los resultados de esta situación son todavía mucho más duros. La desigualdad va a ser todavía mayor que la existente, ya se da entre las pensiones contributivas y las no contributivas, algunas no llegan a los 400 euros, y las siguientes generaciones no habrán podido cotizar los años necesarios para llegar a su jubilación con una pensión digna. Y es que, si has trabajado en un empleo precario, parcial y temporal, si has cobrado de media 900 euros, o si has pasado largas temporadas en el desempleo, tu futuro una vez jubilado o jubilada no es nada halagüeño. Y el debate también se traslada de nuevo a la edad de jubilación, incluso se señala desde sectores empresariales que se amplíe, en la actualidad estamos en los 67 años.

Necesitamos un nuevo pacto por las pensiones y la sostenibilidad del sistema. Es evidente que debe darse una adaptación a las nuevas realidades y necesidades de la sociedad, pero no lo es menos que las medidas tienen que ser globales. Y la primera pasa por el descenso del desempleo y un trabajo de calidad, que permita el incremento de la recaudación, así como cambios estructurales en el modelo productivo; la segunda tendría que ir en la dirección de la natalidad y la familia, fomentar la primera y generar políticas de apoyo a las familias; y, en tercer lugar, revisar el Pacto de Toledo, aprender de los errores cometidos pero seguir creyendo que las pensiones son una necesidad incuestionable.