Víctimas invisibles

Por EQUIPO AICTS / 14 de febrero de 2016

En las últimas semanas, diversas noticias han sacudido a la opinión pública en relación a la cuestión del acoso escolar o bullying, en algunos casos con dramáticas e irreversibles consecuencias. Como muchas situaciones, éstas sólo alcanzan la visibilidad social cuando suceden hechos terribles que los colocan en la agenda durante unos días, pero sin duda nos encontramos ante procesos cotidianos y complejos. Y es que al hablar del acoso escolar no se puede caer en determinados discursos simplistas o unifactoriales, al contrario, intervienen numerosas variables y la solución no es sencilla.

Hay que partir de la base de una sociedad donde cada vez prima más el individualismo y donde algunos niños/as lo tienen más complicado, porque la escuela o el instituto no dejan de ser escenarios donde es relativamente sencillo señalar a los más vulnerables psicológicamente o socialmente. Una de las críticas más frecuentes en la cuestión del abuso escolar viene determinada por la permisividad o el “mirar hacia otro lado” de docentes y equipos directivos. Hay casos aislados, no cabe duda, pero no debemos caer en la generalización cuando también hay muchos profesionales que actúan y existen protocolos que se aplican. Pero este hecho nos lleva a que no podemos considerar el acoso escolar como un fenómeno que se circunscribe únicamente a la víctima y al acosador, va mucho más allá, afecta a la comunidad educativa pero también al conjunto de la sociedad. En este sentido, tienen mucho peso las familias a la hora de prevenir y, especialmente, atajar, el acoso. Si el acosador o acosadores se encuentran legitimados y encubiertos por sus familias, consciente o inconscientemente, será imposible pararlo. A los docentes nos han contado en numerosas ocasiones cómo este hecho se produce así, y su impotencia para actuar en estas situaciones.

El principal foco del problema no cabe duda que está en esas víctimas, en numerosas ocasiones silenciosas e invisibles, que tienen miedo de ir al colegio o al instituto, que se encuentran en un entorno hostil. El escenario se hace más complejo con las Tecnologías de la Información y la Comunicación, con las Redes Sociales, con el ciberbullying en definitiva, que permite un acoso que supera las barreras espacio/temporales del centro escolar e incluso el anonimato. Escondidos y parapetados en la masa, por complicidad o por no querer meterse en problemas, los acosadores no lo tendrían tan sencillo si fuesen sancionados por sus compañeros y compañeras. En definitiva, el acoso escolar es un problema que viene de muy atrás y que, lejos de haber encontrado una solución, sigue dándose, mientras parte de la sociedad continua con mantras que le hacen un flaco favor: “son cosas de chavales”, “son raros/as”, “son diferentes”, “mira cómo visten”...Esto también lo debemos evitar, y ahí la pedagogía es una clave fundamental.