Pobreza energética, vulnerabilidad y crisis

Por EQUIPO AICTS / 12 de diciembre de 2016


En las últimas semanas ha vuelto a cobrar relevancia la situación de la pobreza energética, que adquiere especial incidencia cuando llegan los meses más fríos del año. El fallecimiento de una mujer de 81 años en Reus, al incendiarse su domicilio por las velas con las que alumbraba su casa ya que le habían cortado la luz, ha levantado una gran polémica por la insensibilidad de las compañías eléctricas que han sido señaladas por numerosos colectivos y partidos políticos. Más allá de este hecho, no cabe duda que la situación de la pobreza energética en España es una triste realidad y un indicador de la vulnerabilidad a la que se ven sujetos numerosos colectivos, familias, etc.

La crisis sistémica que comenzó en 2008 generó un proceso de precarización de la vida, un escenario de crecimiento de desempleo, reducción de los salarios y empeoramiento de las condiciones laborales. Las encuestas sobre las condiciones de vida, los datos del indicador AROPE, las cifras de la pobreza y la exclusión social comenzaron a ocupar buena parte de los informativos y de los medios de comunicación. Sin embargo, había colectivos en España para los que la situación de vulnerabilidad se había cronificado. Obviamente, el impacto de una movilidad social descendente, de parte de las clases medias perdiendo su posición, fue uno de los efectos más importantes de esta crisis estructural. Pero los colectivos que ya estaban en esa situación de vulnerabilidad que hemos señalado, de clases trabajadoras no cualificadas a inmigrantes fundamentalmente, fueron los primeros en sufrir las consecuencias de todo el proceso. La pobreza energética, las condiciones de vida en los hogares, también se convirtieron en uno de los indicadores más profundos de la crisis, especialmente en los meses más fríos del año cuando familias y hogares no podían mantener sus viviendas por encima de 18º, considerado el umbral para medir este indicador.

Claramente, los colectivos en situación de vulnerabilidad antes de la crisis también contaban con las viviendas en peores condiciones, situadas en las zonas de las ciudades más deterioradas, en edificios sin calefacción central por ejemplo. Pero, la precarización de la vida también provocó que muchas familias y personas tuviesen que comenzar a recortar gastos en un aspecto como es el de garantizar la habitabilidad y/o el confort de sus viviendas. De esta forma, los cortes de electricidad comenzaron a ser una constante, familias y personas que no contaban con recursos para poder pagar la factura. Este hecho generaba un escenario de vulnerabilidad, con riesgo para la salud incluido, y en esos años pudimos ver numerosos reportajes y artículos sobre la cuestión, con la cara más amarga de la situación personificada en familias con hijos pequeños o personas mayores como la mujer de Reus.

Lamentablemente, la pobreza energética vuelve a estar de actualidad, lo hará durante unas semanas, pero luego quedará de un segundo o tercer plano, como ha ocurrido con tantas cuestiones. Sí, sabemos que numerosos colectivos, organizaciones, etc., están denunciando continuamente estas situaciones, pero no es menos cierto que salen pronto de la agenda pública. Y eso no deja de ser tampoco un indicador de cómo esta crisis sistémica ha transformado nuestra sociedad. 


El escenario es muy complejo porque no depende únicamente de lo que un país o una sociedad puedan hacer ya que nos encontramos en un mundo globalizado y altamente interdependiente. Pero, no cabe duda, que subvertir estas tendencias se ha convertido en uno de los grandes retos de nuestro tiempo y de los más colosales.