Vivienda y Universidad

Por EQUIPO AICTS / 30 de septiembre de 2024

La cuestión de la vivienda es estructural en España. En los últimos años, está ocupando un lugar relevante en la agenda pública y en los medios de comunicación. Sin embargo, las soluciones a un problema que se ha convertido en endémico, no aparecen por ninguna parte, ni siquiera desde los ámbitos institucionales. Parece que, como en tantas otras cuestiones, ya hemos asumido una realidad que nos supera y que implica que no pocas personas y familias vean limitadas, de forma muy directa, sus oportunidades en sus proyectos de vida. Dramática es la situación para los jóvenes que, con las dificultades del acceso a la vivienda, ven limitadas, cuando no negadas, las posibilidades de emancipación. De esta forma, como en tantas otras cuestiones, parece que dependemos una vez más de los orígenes sociales para poder acceder a la vivienda, bien a través de contar con otra vivienda, bien de ayudas de padres y madres, etc. El periodo actual, en relación a la vivienda, está marcado por la igualación de las dificultades para comprar y alquilar una vivienda. Este ha sido, sin duda alguna, un salto determinante en la cuestión de la vivienda. Si antes el acceso al alquiler era más factible y esta modalidad se veía determinada por una consideración en nuestro país del alquiler en términos de estatus, contar con una vivienda en propiedad era una "seguridad", en la actualidad el alquiler se ha disparado en todos los lugares. En segundo lugar, y causa de la situación descrita anteriormente, aparece la cuestión de la turistificación y de la transformación de los centros de las ciudades en una especie de parques temáticos turísticos. Pero, el aumento de los precios no se limita a estos barrios, donde ya no pueden residir las personas que trabajan en los mismos, sino que se extiende a los siguientes barrios. También es muy frecuente encontrarnos con el fenómeno de numerosas personas que comparten piso en las grandes ciudades, y en las no tan populosas, ante la imposibilidad de encontrar precios que puedan asumir.

Lo de la vivienda lleva décadas siendo un problema de primera necesidad. El recorrido de este proceso es fácil de deliminar. En la segunda mitad de la década de los noventa del siglo XX, cuando las generaciones del "baby boom" iban alcanzando el acceso a la vivienda, se produjo un aumento de los precios. El incremento de la demanda y de la oferta, junto con una serie de medidas políticas que favorecían al mercado inmobiliario, dieron lugar a lo que se denominó la "burbuja inmobiliaria". Es una época en la que conseguir un crédito para comprar una vivienda era sencillo. De esta forma, los precios se incrementaban y las ciudades cambiaban sus fisonomías, con nuevos barrios periféricos. La Construcción se convirtió en un sector prioritario de la economía española. Pero, la crisis de 2008, hizo que todo se derrumbase como un castillo de naipes. Sin embargo, esta situación no sirvió para cambiar el modelo ni para generar políticas de vivienda que contribuyesen a la accesibilidad. Por lo que estamos viviendo en estos años, con nuevos procesos, que no son exclusivos de España, ha ocurrido lo contrario.

Con el comienzo de curso académico, las ciudades reciben a estudiantes universitarios. Una de las principales necesidades de los mismos, obviamente, es el alojamiento. Y es uno de los principales gastos que tienen que afrontar las familias y ellos mismos para poder cursar sus carreras fuera de sus localidades ya que, en la gran mayoría de los casos, esos estudios no están disponibles en las mismas. A lo largo de estos últimos años, y como consecuencia del incremento del precio de la vivienda, el acceso a un piso de estudiantes se ha complejizado al ser más caro. Y esto no solo ocurre en ciudades como Madrid y Barcelona, se da en todos los lugares. El País publicaba hace unas semanas un explícito reportaje en el que, con el título "La odisea de los universitarios por encontrar un piso: 'Me han pedido 1.100 euros por un zulo sin ventanas'", indicando que los precios de los alquileres en estos pisos habían subido un 14% en los barrios con más oferta de estas características en Madrid en el último año. La situación, como decíamos, no es exclusiva de las grandes ciudades, donde están las principales universidades y muchas carreras que solo pueden estudiarse en estos lugares. No, ocurre también en el resto. De esta forma, el acceso a los estudios superiores también se complejiza para no pocas familias que tienen que hacer un esfuerzo mayor para que sus hijos e hijas puedan estudiar la carrera que han elegido. Además, a todo ello, hay que sumar el aumento del coste de la vida, que también se suma a los gastos indirectos que afrontan las familias y los estudiantes. Igualmente, becas y ayudas no han crecido al mismo nivel que la vivienda y los gastos cotidianos.

Por lo tanto, la cuestión de la vivienda es una de las más relevantes en nuestras sociedades, con derivadas en todos los sentidos. Con familias y personas dedicando más de la mitad de sus ingresos a la compra de la vivienda o al alquiler, asistimos a un escenario insostenible. Llevado al ámbito de los universitarios y universitarias, supone que no pocas personas tengan todavía más dificultades para acceder a una serie de estudios que cuentan con gastos indirectos. Nada nuevo. 































































 

 

 


 



 

 
















La inevitable correlación entre pobreza y salud mental

Por EQUIPO AICTS / 23 de septiembre de 2024

La salud mental ha ocupado un espacio en medios de comunicación y agendas públicas con el que, hasta hace relativamente poco tiempo, apenas contaba. Veníamos de épocas en las que las depresiones, ansiedades, ir consultas de Psicología y Psiquiatría, etc., eran un tabú que se escondía socialmente. Se identificaban estas situaciones como un síntoma de debilidad, de no haber sabido afrontar las circunstancias de la vida, siendo también una cuestión relativa ya que, aunque en no pocos casos, hay causas objetivas, también es cierto que depende de cómo cada uno y cada una aborde un hecho o un suceso. Afortunadamente, como decíamos, se han dado cambios en este sentido y la salud mental ocupa un lugar relevante en la agenda pública. También hay una correlación con el tiempo que nos ha tocado vivir, que se ha mostrado como pernicioso para la salud mental debido a las incertidumbres, visibilidades públicas a través de las Redes Sociales, etc. Obivamente, no es que las épocas anteriores no contasen con elevados grados de presión e incertidumbre. Al contrario, vaya si había incertidumbres e inestabilidades, elevados riesgos, etc. Pero, como decíamos anteriormente, esta época, con sus características, y especialmente en ciertos colectivos, cuenta con sus consecuencias en ese sentido.

Y una de las cuestiones claves que se está vislumbrando en relación a la salud mental, el contar con depresión y ansiedad, es la correlación con situaciones de pobreza, de vulnerabilidad social, etc. No es nuevo, nos podrán decir, y así es. El hecho de no poder cubrir las necesidades básicas o el llegar a final de mes con dificultades siempre ha generado incertidumbre, inquietud, angustia... No hay que irse muy lejos, en numerosas novelas de todas las épocas ya estaba. El Confidencial publicaba hace unos meses los resultados de un estudio publicado en la revista Nature Human Behaviour que incidían en el círculo vicioso de pobreza y problemas de salud mental. De nuevo, una obviedad, pero no está de más destacarla. En el mismo artículo, también se incidía en otro de los indicadores de nuestro tiempo como es el hecho de que contar con un empleo no implica que salgas de la situación de pobreza y exclusión social. Trabajadores y trabajadoras pobres que también van a contar con problemas de salud mental. 

Por su parte, El País se hacía eco del estudio Equilibristas. Las acrobacias de la juventud para sostener su salud mental en una sociedad desigualllevado a cabo por el Consejo de la Juventud de España a través de fuentes secundarias. El título del estudio es ya relevante en sí mismo en incide en los escenarios de precariedad en los que vive buena parte de la juventud española. Es otra de las cuestiones recurrentes, y tratada también en numerosos artículos en el Blog de AICTS. Las dificultades para la emancipación, la precariedad e inestabilidad laboral, las dificultades para establecer proyectos de vida, el precio ascendente de viviendas en propiedad y alquiler, junto con la situación de las expectativas, están dando lugar también a verdaderos problemas de salud mental entre los jóvenes españoles. Algunos indicadores del estudio reseñado van en esa dirección, como por ejemplo que un 60% de los jóvenes que cuentan con dificultades económicas severas desarrollen problemas de salud mental. El artículo de El País, firmado por Ana Torres Menárguez, complementa los datos e indicadores presentados con experencias personales de jóvenes que tienen dificultades para acceder a la vivienda y el empleo, que no pueden emanciparse o que, habiéndolo hecho, deben regresar a casa de sus progenitores. 

En definitiva, una correlación que es una realidad que, en no pocas ocasiones, no se ha querido ver. Como en la mayor parte de las situaciones, condiciones estructurales y condiciones económicas y sociales son determinantes. No podemos entrar en modelos y sistemas de valores que se dedican únicamente a culpabilizar a las personas y colectivos de sus trayectorias. No quiere decir que no haya un componente personal en numerosos casos, obviamente, pero el impacto de esas condiciones es un hecho. En el caso de la salud mental, muy claramente y, como decíamos, no es algo nuevo. Ocurre que, en muchas ocasiones, parece que mucha gente se sorprende o, lo que es incluso peor, que se ha realizado un gran descubrimiento. Pues no, es algo que siempre ha estado ahí. 





























































 

 

 


 



 

 
















Territorios

Por EQUIPO AICTS / 16 de septiembre de 2024

La variable territorial se ha convertido, en los últimos años, en una de las más relevantes a la hora de analizar las desigualdades, así como sus consecuencias económicas, políticas y socialees. No es que la misma no fuese clave, que lo ha sido siempre, y solo hay que observar lo ocurrido a nivel global, sino que en esta década y media esta variable territorial se ha convertido en capital en el mundo occidental como consecuencia de las transformaciones de la Globalización. A lo largo de estos años, el concepto de cohesión territorial, vinculada sin duda alguna al social, ha adquirido una presencia constante en las políticas y las agendas públicas. Si en el pasado, y en un contexto occidental, estas medidas y políticas territoriales se habían centrado en la cuestión del medio rural, en los últimos años también abordan aspectos relacionados con regiones que se han quedado en un segundo o tercer plano en el proceso de la Globalización. Estos fenómenos, vinculados a las desindustrializaciones y deslocalizaciones, también sirven para analizar las derivas políticas y el ascenso de determinados populismos, especialmente los de extrema derecha y nacionalistas, que son los que intentan en mayor medida capitalizar el desconteto, aunque sin ofrecer soluciones.

Hemos analizado en numerosas ocasiones este escenario, y es una línea de investigación y trabajo de parte de los integrantes de AICTS. La Globalización es protagonizada por las grandes ciudades, metrópolis globales que son las que concentran recursos, oportunidades, etc. Por el camino, numerosas zonas intermedias y periféricas, que lograron en buena medida su fortaleza gracias a los procesos de industrialización, han perdido el músculo con las deslocalizaciones y la pérdida del sector secundario, junto con un sector primario que tampoco atraviesa su mejor momento. Además, las elites económicas locales, regionales y nacionales se han ido desvinculando de su territorio, hecho que era consustancial a tiempos pasados, y ahora son elites globales que no se relacionan con el mismo. Además, no pocas de ellas han ido desapareciendo incluso, absorbidas por los modelos de concentración propios del capitalismo neoliberal actual. En definitiva, una concatenación de factores y procesos que da lugar a territorios que, dentro de su heterogeneidad y diversidad, a conservar escenarios de riqueza incluso, se encuentran con la percepción de que han perdido la esperanza de futuro y de progreso. Una situación que, igualmente, nos recuerda a la estructura social y a la ruptura de la movilidad social. 

Estos territorios "compraron", y se ajustaron, al marco que se les ofrecía, generalmente de forma acrítica. Sectores secundario y primario fueron sustituidos por una terciarización que, en un primer momento, parecía funcionar. En el caso de España, la construcción a la par de un Estado de Bienestar y de un Estado de las Autonomías provocó un aumento del empleo público. También se dio el caso de la permanencia en sus territorios de numerosas personas y profesionales que podían desarrollar su trabajo en el sector terciario. Internet alumbró una promesa, incumplida en buena medida, de que no hacía falta estar en las grandes ciudades para hacer cualquier cosa. Sin embargo, el modelo se mostró hueco, especialmente a partir de la crisis de 2008. Territorios envejecidos, jóvenes que emigran, servicios públicos que son los principales empleadores, promesa de recuperación (de nuevo inviable) con la pandemia de la Covid-19, y salto sin red en la apuesta por el turismo, con las consecuencias que se están viendo en no pocos casos.

Este escenario nos muestra una realidad de nuestro tiempo y cómo la variable territorial va a tener un mayor peso en diferentes aspectos, desde el político al social. Recientemente, un interesante concepto sobre esta cuestión, "trampa del desarrollo", ha sido planteado por diferentes investigadores e investigadoras. El mismo aborda cómo diferentes zonas y territorios que han contado con importantes niveles de desarrollo se han ido quedando anquilosados, junto con otros que ya venían de situaciones más complejas. Es un indicador que mide en buena medida cómo se entra en riesgo de no poder mantener los mismos. El escenario es más complejo en amplias zonas de Francia e Italia, mientras que en España Segovia, León, La Rioja, Lleida, Girona, Valencia y Teruel serían las provincias que estarían en mayor riesgo de caer en dicha trampa. El concepto es complejo, se puede debatir sobre el mismo, pero es un nuevo e interesante indicador que, además, nos presenta escenariosd de futuro y tendencias de una cuestión clave. Sin embargo, no parece que haya visos de dar respuesta a la misma, en tanto en cuanto la cohesión territorial y social precisa de una mirada de conjunto y global. Esto, lamentablemente, no se está dando ni a nivel nacional ni europeo. Así nos va. 



























































 

 

 


 



 

 
















Comienzo de curso

Por EQUIPO AICTS / 9 de septiembre de 2024

En el Blog de AICTS siempre nos gusta hacer referencia a los comienzos de curso escolar o académico. Por una parte, porque consideramos a la Educación como una las partes centrales de la sociedad. Por otra parte, porque nuestras líneas de investigación están vinculadas en buena medida con la Educación en sus diferentes niveles y etapas, además de todas las circunstancias que le rodean. Los comienzos de curso siempre son momentos importantes para, tras el parón vacacional de verano, analizar retos y desafíos, fortalezas y debilidades, de nuestros sistemas educativos. Aunque, lamentablemente, muchos de los problemas que se viven en el ámbito educativo pasan de año a año y no se solucionan. También debemos ser conscientes de que muchos de ellos no son exclusivos del sistema educativo sino del conjunto de la sociedad. Igualmente, a la Educación se le pide, además, que solucione todos problemas que existen, todo se arregla con "más Educación" y no, no es así únicamente. Que mejores dotaciones del sistema educativo son positivas, no cabe duda, pero que también precisan de acompañamiento en otras áreas, es indiscutible. El ejemplo más claro es el de las desigualdades sociales y educativas, en las que incidiremos más adelante.

Curso 2024/25, por lo tanto, y comienzo de un curso escolar que viene marcado por diferentes desafíos, algunos recurrentes. Lejos parecen quedar los efectos de la pandemia del Covid-19 que fueron determinantes en los cursos 2019/20, en que se cerraron los centros educativos, el 2020/21 y, en menor medida, el 2021/22. Sin duda alguna, habrá que estar atentos de nuevo a la cuestión de los impactos en la formación de los estudiantes durante aquellos años, especialmente en los dos primeros, y que podrán evidenciarse en diferentes pruebas. También se ha producido el paso a la nueva legislación educativa, la LOMLOE. Estos procesos siempre siembran incertidumbre en la comunidad educativa, aunque también van pasando. No cabe duda de que se produjeron adaptaciones en los cursos anteriores y, la pregunta, es hasta cuándo durará esta legislación en un país en el que, para cada cambio político, se producen cambios de legislación.

El sistema educativo está viéndose afectado por los diferentes cambios de la sociedad española, no podría ser de otro modo. La cuestión demográfica es clave en un país en el que la natalidad anda bajo mínimos y eso supone un impacto en un sistema educativo que se nutre de alumnos. El descenso de la natalidad se deja notar en una reducción de ratios, que es el camino más sencillo para afrontar este escenario. De esta forma, clases con menos niños y niñas, con la posibilidad de una atención más personalizada, que suponga un avance en la inclusión, se podrán producir. Pero, por otra parte, se observa desde diferentes voces, como por ejemplo el prestigioso sociólogo Mariano Fernández-Enguita, que hay otras medidas más eficientes que bajar las ratios para mejorar los sistemas educativos, por ejemplo la codocencia o la creación de equipos multidisciplinares, indicando además que España tiene ratios ligeramente menores que las medias de la OCDE para Primaria y Secundaria, como mostró en un artículo reciente en El País. Artículos como el señalado de Fernández-Enguita son necesarios para no caer en ciertos determinismos que, en no pocas ocasiones, nos llevan a repetir los mismos procesos.

Hablando de determinismos, la cuestión de las Tecnologías seguirá siendo uno de los puntos más relevantes en relación a los sistemas educativos. Aunque la popularización de la Inteligencia Artificial (IA) se ha producido de forma reciente, parece que lleva toda la vida entre nosotros. Se unió la cuestión de la IA a la digitalización y los debates sobre esta cuestión. El impacto de las TIC, de Internet, de las Redes Sociales, etc., en la sociedad y, particularmente, en niños, adolescentes y jóvenes, generó elevados y numerosos debates. Seguirán intensificándose y más en una cuestión que se caracteriza por una cierta paradoja. Por un lado, esos impactos que se han señalado. Por otro, los caminos hacia la digitalización, cada vez más intensificados e institucionalizados, se muestran imparables. 

No menos importante es la cuestión mencionada en el primer párrafo, la referida a las desigualdades educativas y sociales. Es uno de los aspectos determinantes en relación a la Educación, en tanto en cuanto hace referencia a una de las funciones claves de la misma como es la reducción de las desigualdades sociales y el papel de la Educación en relación a la igualdad y la equidad. Obviamente, lo ocurrido en las dos últimas décadas, especialmente, ha dejado muy tocada a esta función cuando, especialmente en los últimos años, se ha puesto de manifiesto de nuevo el papel que puede desempeñar el origen socioeconómico en las trayectorias y oportunidades educativas. No vamos a incidir de nuevo en las cuestiones referidas en otras ocasiones al fin de la meritocracia, un debate extenso y con más aristas de la que parece, ni tampoco en otros factores señalados continuamente. Los sistemas educativos no pueden por sí solos afrontar las desigualdades educativas y sociales porque sus orígenes y evoluciones están marcados por variables de la estructura social. La Educación ha hecho mucho a través de su evolución para desarrollar escenarios de igualdad y equidad, pero hay nuevos factores en juego que han descompensado las posibilidades de la Educación para cumplir esta función. 

Desafíos y retos, nuevos y seculares, para unos sistemas educativos cada vez más tensionados porque la sociedad les demanda un mayor número de funciones. Seguiremos analizando cuestiones vinculadas a dichas funciones, desigualdades, comunidad educativa, inclusión y diversidad, etc., en unos contextos cambiantes. Lo que sí parece haber ocurrido, y es para celebrarlo, es lo que señalaba el también sociólogo de la Educación, Xavier Martínez-Celorrio en El País, que "hablar mal de la Educación ya no vende", tras haber pasado una serie de años en los que se polarizó el debate educativo. 




























































 

 

 


 



 

 
















Las generaciones que vivirán peor que sus padres

Por EQUIPO AICTS / 2 de septiembre de 2024

Comienzo de curso 2024/25 y nuevas entradas semanales en el Blog de AICTS. No sabemos qué nos traerá el mismo, qué escenarios se desarrollarán a lo largo de estos meses, cómo afectarán a la estructura social, a los individuos, a las condiciones de vida y a las desigualdades. Si las tendencias son similares a las actuales, no cabe duda de que la situación irá a peor, aunque se insista en la mejora de los niveles macroeconómicos que, de la misma forma, también es consecuencia de un mercado de trabajo en el que los salarios son bajos y las condiciones laborales no son las mejores posibles. Sin embargo, nuestras miradas tienen que ser también de esperanza hacia los tiempos que están por venir. Y no lo decimos desde una perspectiva ilusoria sino pragmática. Como hemos señalado en otras entradas del Blog, desde esa visión se pueden dar avances, aunque sin dejar de ser conscientes de las realidades en las que nos desenvolvemos y de que el tablero ha cambiado, incluso la partida, y que las recetas anteriores no sirven en no pocas ocasiones. De la misma forma, es un tiempo abonado a las soluciones extremas y polarizantes, discursos emocionales a un lado y a otro de un espectro ideológico también confuso, y recetas sencillas que tampoco dan resultado. Al contrario, al soler basarse en extremismos polarizantes, llevan a la sociedad a otros escenarios. En fin, un tiempo complejo pero, ¿cuál no lo ha sido?

En ese contexto, nos detenemos de nuevo en las perspectivas de futuro y en las expectativas de la sociedad sobre el mismo. Este es un hecho relevante para nuestras sociedades ya que, uno de los diagnósticos más comunes, es que la sociedad ha perdido la esperanza en un futuro mejor, en un concepto de progreso, otro día podríamos debatir sobre esta cuestión, que lleva a la mejora de las condiciones de vida. Esa falta de perspectiva se resume en un mundo en el que han cambiado los sistemas de valores, como también señalamos en otras entradas del Blog a lo largo del año. Solo hay que ver la evolución de las dos últimas décadas para observar como el nihilismo y el individualismo, un carpe diem continuado, ha ido institucionalizándose, especialmente en el último lustro. Y no se trata de juzgar a los individuos, sino de poner el foco en un sistema que no está funcionando, o no lo está haciendo en la medida que se podría identificar como una sociedad más justa, cohesionada y corresponsable. Entran en juego, por lo tanto, visiones nostálgicas pero, de nuevo, habría que diferenciar el grano de la paja. Porque, no es lo mismo una mirada sobre el pasado que ponga en valor los logros conseguidos, los avances en numerosos ámbitos, que una nostalgia que se fundamenta en ciertos aspectos o posiciones de unos determinados colectivos. 

A finales de julio, El Confidencial publicó un artículo, firmado por Marta Ley, bajo el título "Así te sientes si has nacido después del 82: tus padres vivían mejor (pero eso puede cambiar)". A través de los resultados de diferentes encuestas, realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), entre otros, junto con el análisis de expertos, se observa cómo un porcentaje importante de la población joven señala que vivirá peor de lo que lo han hecho sus padres. Sin duda, este es un escenario que tiene sus visos de realidad, en tanto en cuanto está vinculado a esa cuestión que indicábamos en párrafos anteriores de ruptura de la esperanza de futuro o de una perspectiva de mejora. Son impresiones que, además, se han venido repitiendo ya desde comienzos del siglo XXI, y que se amplificaron con la crisis sistémica de 2008. Además, los estudios muestran cómo una parte de ese descontento decide votar posiciones políticas de extrema derecha. En relación al proceso, existe una realidad en cuestiones vinculadas fundamentalmente a las condiciones materiales, y no se dan de la misma forma para todas las personas y colectivos. Así, los jóvenes tienen más difícil el acceso a un mercado de trabajo de calidad y su estabilidad en un empleo tarda mucho más que en el pasado en llegar. Sus condiciones laborales son claramente mejorables y cuestiones como la vivienda son determinantes. En estos aspectos, es cierto que generaciones anteriores, o parte de las mismas, porque hay que insistir en la diversidad de escenarios, lo tuvieron mejor. Sin embargo, en otras cuestiones, como los avances en derechos, respeto a la diversidad, así como el acceso a determinados niveles educativos, culturales y de ocio, etc., se han dado grandes transformaciones. Pero, la percepción de una parte significativa de los jóvenes es que vivirán peor que sus padres y ese hecho se basa en las cuestiones materiales señaladas anteriormente.

No cabe duda de que esta es una de las principales encrucijadas en las que nos encontramos como sociedad y que, en definitiva, ha ido dando lugar a una pérdida de legitimidad del sistema, que no parece tener mayoritariamente estas cuestiones como prioritarias. Bien porque no son capaces de dar con la tecla de la solución, que seguramente, bien porque no están interesado en ellas. Estudios y encuestas también nos muestran cómo, la mayor parte de la ciudadanía, estima que vive en un buen tiempo y que, de poder elegir uno en el que vivir, lo haría en este. Sin embargo, como hemos señalado en otras muchas ocasiones, la cuestión es no perder todo lo que se ha ido ganando y seguir avanzando. 























































 

 

 


 



 

 
















Desigualdades

Por EQUIPO AICTS / 29 de julio de 2024

Última entrada en el Blog de AICTS del curso vigente, el 2023/24. Durante el mes de agosto, no llevaremos a cabo nuevos artículos y regresaremos en el mes de septiembre, retomando los análisis de la actualidad e intentando aportar reflexiones sobre los procesos que están marcando nuestras sociedades. Ha sido un curso en el que hemos abordado numerosos aspectos de los mismos pero, en su conjunto, uno queda claro y es la transformación de nuestro sistema. Son numerosos los indicadores que nos muestran la misma y cómo hemos entrado en un paradigma diferente. Factores políticos, económicos, sociales y culturales se interrelacionan, junto con otros vinculados a los cambios que se han producido en el mercado de trabajo y el empleo. Y, por supuesto, no hay que olvidar el impacto de unas tecnologías que están avanzando a una gran velocidad y que han cambiado nuestro mundo y la forma de relacionarnos con el mismo, así como entre nosotros. 

Atrás van quedando modelos que parecían estar asentados, crisis sistémicas que han dado lugar a una realidad que nos va configurando, y de la que formamos parte y participamos en este proceso. Cambios económicos que nos han llevado a un capitalismo neoliberal en el que las grandes compañías y empresas se han ido comiendo al resto. Una economía que, apoyada en las tecnologías, también ha reconfigurado el propio trabajo, los tiempos y las relaciones entre trabajadores y empleadores. La economía de las plataformas, la economía del contenedor, sin duda alguna es una de las grandes transformaciones de nuestro tiempo. Cambios políticos que han dado lugar a una crisis de las democracias liberales sin precedentes. Apuntaladas en la socialdemocracia, el Estado de Bienestar, etc., en mayor o menor medida, en principios como la separación de poderes o la democracia representativa, en estos momentos asistimos a otro escenario, creciendo modelos iliberales y ampliándose los extremismos, especialmente siendo triunfantes en el lado de la derecha, que parecen recoger en mayor medida los descontentos y crisis de nuestros tiempos, aunque sus respuestas ante los mismos se basen en no pocos casos en posturas xenófobas o en la expansión del nacionalismo. En el otro lado, las respuestas no están, jugándose una partida en un tablero muy diferente con unas fichas pasadas. De esta forma, la incertidumbre se ha instalado en una ciudadanía que asiste, y participa en ocasiones, en una polarización que se ha institucionalizado en el ámbito político. Culturalmente, interrelacionado con los otros factores, el cambio en el sistema de valores es determinante, con un individualismo y nihilismo que se basa en el consumismo y en el parecer que muestran las Redes Sociales. Este cambio de sistema de valores no significa que se desee una vuelta al pasado, ni mucho menos, pero lleva a la reflexión que la sustitución de los grandes sistemas de valores tradicionales hayan sido sustituidos por el actual, sin haber dado lugar a un modelo que tenga en cuenta la corresponsabilidad y la cohesión. 

En definitiva, un sistema que está alumbrando el crecimiento de las desigualdades y que, a corto y medio plazo, irán a más de seguir estas tendencias. Se podrá argumentar en contra de esta visión la presencia de unos indicadores macroeconómicos que muestran un aumento del Producto Interior Bruto, del empleo, de la riqueza en su conjunto, etc. Pero, la realidad es que se incrementan esas desigualdades en una estructura social que no tiene ya nada que ver con la que existía hace tres décadas. Familias y personas tienen mayores dificultades para llegar a fin de mes, en un contexto de crecimiento de precios, de la inflación, de los intereses del dinero, etc. Un empleo que, cada vez, se polariza más en el sentido de que hay menos trabajos cualificados disponibles y los mismos van destinándose a colectivos y personas que cuentan con un origen socioeconómico determinado. Hemos retrocedido varias casillas de la partida pero no parece haber mucha conciencia de ello. Además de los grandes indicadores económicos, también se señala que la gente cada vez viaja más, que bares y restaurantes están llenos, que las zonas comerciales de las ciudades no dejan de recibir visitantes y consumidores. Sí, pero todo parece un espejismo. Las desigualdades se están incrementando y podemos ser clases medias a través de formas de consumo y estilos de vida pero, posiblemente, en variables como salarios y nivel de renta, no. 
























































 

 

 


 



 

 
















Otros indicadores de las transformaciones de nuestra sociedad

Por EQUIPO AICTS / 22 de julio de 2024

20 de junio de 2024. El Confidencial publica un extenso reportaje con el título "Viaje a la España que vive de cuidar a los mayores: 'somos la mayor empresa de la zona'". Firmado por Guillermo Cid y Ana Ruiz, el mismo se centra en aquellos territorios, ciudades y localidades, incluso comarcas, en las que las principales empleadoras privadas son las empresas dedicadas a la atención a las personas mayores, tanto en residencias como en centros de día, así como el conjunto de actividades auxiliares. El principal ejemplo que ilustra el reportaje es la localidad soriana de Arcos de Jalón, que cuenta con poco más de 1.500 habitantes en una de las zonas más despobladas del país. Pero, también aparecen otros en los que se muestra cómo surgen empresas, pequeñas y medianas, que se dedican a estos servicios, convirtiéndose en uno de los pilares básicos de las comunidades, tanto en el mantenimiento del empleo como de la población. Es precisamente el hecho de que no pocas personas mayores estén dejando también sus municipios de origen, para irse a vivir cerca de sus hijos e hijas, o de más servicios, lo que pone precisamente en riesgo estas actividades y empresas, indicándose igualmente que el hecho de que se cierre una residencia de personas mayores implica un punto de inflexión para localidades y comarcas. Finalmente, y como un elemento determinante, es un sector en el que mayoritariamente están empleadas mujeres, como es conocido, lo que también tiene su influencia en la permanencia en el medio rural y en las localidades medias y pequeñas.

Como hemos indicado, el escenario descrito por el interesante y amplio reportaje de El Confidencial nos muestra una serie de transformaciones de nuestras sociedades, y en las que se encuentran interrelacionadas las variables de empleo y de territorio. Es un hecho contrastado que los cuidados se han convertido desde hace más de dos décadas en uno de los pilares básicos en la creación de puestos de trabajo desde los Servicios Sociales. En este sentido, el envejecimiento de la población y los avances que se han producido en la atención a estos colectivos, junto a la dependencia, han sido claves para la puesta en valor de los mismos. Cada vez son más necesarios estos servicios ya que la población usuaria no va dejar de crecer, debido a la evolución de la estructura demográfica. La variable territorial también es determinante ya que, como se puede comprobar en las últimas décadas, el envejecimiento de la población también es diferente en función del territorio. Por un lado, en el heterogéneo medio rural, no hay que olvidar que buena parte del mismo cuenta con municipios con una pirámide de población invertida, compuesta por personas mayores. Este hecho no se observa con esa crudeza en otro tipo de localidades y municipios, incluso territorios, pero no son pocas las pequeñas y medianas ciudades, así como comarcas y provincias enteras, en las que la población mayor de 65 años puede superar el 30% de la población. Y es una tendencia constante  que no para. Ojo, con esto no queremos decir que el envejecimiento de la población no es positivo, al contrario, el hecho de que cada vez más personas lleguen a edades más avanzadas, y lo hagan en buenas condiciones de vida, es un indicador de la calidad y nivel de vida. Pero, por el otro lado, nos encontramos con natalidades muy reducidas y crecimientos vegetativos negativos, compensándose con la llegada de población inmigrante, lo que ha dado lugar al crecimiento de la población.

Los ejemplos recogidos en el reportaje de El Confidencial son un indicador de una realidad, con casos de éxito que, lamentablemente, tampoco son la mayoría. De hecho, una de las cuestiones más relevantes de este proceso es cómo se presta un servicio para el que, en no pocos casos, pueden faltar trabajadores y trabajadoras, recordemos que es un sector predominante femenino, que no residen en las localidades en las que se presta el servicio y que, por lo tanto, dependen de la movilidad. Esta es una cuestión central ya que supone generar oportunidades en unos territorios y localidades a través de un servicio pero, como ocurre en otros tantos casos, trabajadores y trabajadoras no están allí arraigadas. Esto no es una crítica ni un juicio, es una realidad y es una de las grandes paradojas a las que se enfrentan las políticas territoriales y de lucha contra la despoblación. En algunas de las investigaciones y trabajos en los que participamos integrantes de AICTS, lo hemos constatado de primera mano. Además, como se ha señalado anteriormente, no es menos cierto que en no pocas ocasiones esas personas mayores, considerando que lo mejor es que permanezcan en su entorno cercano, no pueden hacerlo, por lo que la demanda de estos servicios en estas localidades y zonas se vería reducida. 

Por lo tanto, un reportaje interesante e ilustrativo de casos de éxito de generación de empleo y actividades en el medio rural y similares a través de la prestación de servicios a personas mayores. Un escenario que muestra las transformaciones sociales, territoriales y económicas, pero que también encierra no pocas paradojas y debates sobre cómo abordar estos procesos. Incidir en unos servicios de calidad, con unos empleos con buenas condiciones, y garantizar la permanencia de las personas mayores en sus entornos, siempre que sea posible, debe ir de la mano. 




















































 

 

 


 



 

 
















No se llega

Por EQUIPO AICTS / 15 de julio de 2024

Llevamos más de una década y media, camino de dos, analizando la evolución de la estructura social y cómo la misma ha virado en este periodo. Hay decenas, centeneres, de estudios, diagnósticos, análisis de todo tipo. Hay factores y variables que siguen determinando las desigualdades, hay otras que son nuevas. Los cambios han sido constantes y acelerados. En este periodo, hemos vivido la crisis sistémica de 2008, con la confirmación del cambio del paradigma y la evolución del capitalismo neoliberal de la Globalización apoyado en las TIC. Fue un gran crack, de dimensiones muy profundas. Se barrió con la perspectiva de futuro, con el concepto de mejora, con ciertos resortes del Estado de Bienestar (no todos), y las clases medias regresaron a la casilla de salida en parte. Los colectivos situados en los lugares más precarios, en situaciones de exclusión social, perdieron también la dimensión aspiracional. La clase media iba a quedar mucho más lejos, a la vez que se redefinía. El papel del nivel de estudios en los procesos de movilidad social iba a cambiar también. La meritocracia había existido en un contexto muy determinado, pero ahora ya no iba a darse. El origen socioeconómico, los diversos capitales en términos de Bourdieu, iban a ser más concluyentes. Sin embargo, el sistema no se vio cuestionado, todos estos colectivos y clases se irían adaptando a una nueva realidad, que iba cambiando a gran velocidad. La recuperación fue macroeconómica, las grandes empresas, mientras que en el día a día, cotidianamente, los efectos se daban de forma ralentizada. Se comenzó a vivir al día. Luego, llegó el Covid-19, la pandemia y el temor a que una crisis de esas dimensiones pudiese llevarse por delante los restos de un sistema que se va debilitando. La respuesta a esta crisis fue distinta, la ortodoxia económica no se impuso y se generaron medidas para afrontar el difícil escenario. Sin embargo, fue un parche. En 2022, la guerra de Ucrania, el aumento de los precios de los combustibles, el incremento del nivel de vida, la situación de los intereses bancarios, la inestabilidad geopolítica... Dos años de una especie de tormenta perfecta que ha ido socavando todavía más a las clases trabajadoras y medias. Casi dos décadas después de la crisis de 2008, y con todo lo que estamos viviendo, tampoco han cambiado las estructuras económicas y productivas. Al contrario, se han intensificado las tendencias anteriores, las de la división internacional del trabajo marcada en buena medida por las deslocalizaciones y la pérdida de músculo industrial de las sociedades occidentales. El empleo se ha precarizado y, con las condiciones actuales y la combinación del incremento de los costes de la vida, no se llega. Y cada vez es más evidente. Y, cuando se hace, es a través del endeudamiento en no pocas ocasiones.

Dos indicadores recientes nos muestran esta cruda realidad, ambos publicados en sendos artículos de El País. El primero de ellos, el pasado 10 de julio, indica que la riqueza mundial ha crecido pero, esta situación, no se produce en España. Además, según el estudio de USB del que se extraen estos datos, desde 2008, en nuestro país la desigualdad ha aumentado un 20%. Toda una muestra del escenario descrito en el párrafo anterior. España es uno de esos países que, en el contexto actual y con la evolución del sistema económico, se encuentra en una posición de mayor debilidad por las condiciones de su estructura productiva. Durante estas décadas, hemos escuchado en tantas ocasiones que hay que cambiar el modelo productivo, primero para no depender de la construcción (recordemos la "burbuja inmobiliaria") y del turismo y, luego, para adaptarnos a la economía verde, a la digitalización, la sostenibilidad, etc. No vamos por ese camino y, al contrario, como hemos indicado anteriormente, hemos intensificado el modelo con el turismo desbocado. La desigualdad sigue incrementándose y no parece que vaya a ir a menos. La riqueza ha crecido, pero se concentra cada vez en menos manos, otro signo de nuestros tiempos que, en no pocas cuestiones, implican un retroceso.

En otro indicador, indisoluble del anterior, se recogía unas semanas antes. Partiendo de los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la Plataforma de Infancia mostraba cómo el 37,1% de los adolescentes españoles están en riesgo de exclusión social y que 900.000 no tienen cubiertas sus necesidades del día a día. Con importantes diferencias territoriales, especialmente entre regiones del norte y el sur, nos encontramos con una serie de colectivos, infancia y adolescentes que, al depender de sus hogares, están en una situación de vulnerabilidad. Sin duda alguna, es uno de los indicadores más alarmantes de los que nos podemos encontrar al analizar estos escenarios. Existen no pocos hogares en los que los progenitores o bien están en desempleo, o bien cuentan con trabajos inestables, temporales, precarios, etc. Este hecho, impacta no solo en padres y madres, obviamente, sino también en sus descendientes. Y, como en todo, se produce un "efecto Mateo", unas condiciones de partida más precarias que, en no pocos casos, se van reproduciendo, aunque no tienen porque. Aquí entran en juego las políticas públicas, redistributivas y equitativas. Pero, estas poco pueden hacer frente a unas condiciones estructurales que se imponen.

Por lo tanto, las desigualdades van en aumento y muchas familias, hogares, personas, no llegan a fin de mes, pueden no cubrir necesidades básicas, no afrontan gastos imprevistos, o no pueden permitirse irse de vacaciones al menos una semana. Esta es una realidad que se impone. Sí, ciertamente, nuestros datos macroeconómicos van mejorando, se saca pecho de ellos, y vemos cómo bares, restaurantes y hoteles están llenos, el turismo nos pone delante del espejo una imagen que no es real ya que, por un lado, no son pocas las personas que, legítimamente, han decidido "vivir el momento" y, por otra, las condiciones laborales en parte del sector son las que son. Por lo tanto, mientras que no abordemos determinados cambios estructurales, y el contexto actual no los favorece, el escenario va a ir a peor. Se lleva mucho tiempo lanzando alertas...





















































 

 

 


 



 

 
















El impacto del barrio de residencia

Por EQUIPO AICTS / 08 de julio de 2024

No dejamos en el Blog de AICTS las cuestiones vinculadas a la vivienda y, especialmente, los lugares de residencia. Específicamente, cómo se articula la segregación espacial y su impacto en la calidad de vida y sus condiciones. Obviamente, no es una novedad, ni mucho menos. Pero, las investigaciones siguen mostrándonos cómo estas desigualdades siguen presentes y se incrementan incluso. Recientemente, un estudio en la ciudad de Sevilla, a cargo de la Oficina de Cooperación de la Universidad de Sevilla, que cuenta con algunos de los barrios con menor nivel de renta del país, ha mostrado cómo los residentes en estos pueden llegar a contar con una esperanza de vida de hasta nueve años menos que los que viven en los barrios ricos. Son diferentes variables las que incidirían en esta importante diferencia en la esperanza de vida, centradas todas ellas en las condiciones de vida, y vinculadas al acceso al mercado de trabajo, la situación de las propias viviendas, los niveles de estrés, estilos de vida, etc. En Ethic, otro reportaje remarcaba que esas diferencias entre barrios ricos y pobres, en este caso en la ciudad de Madrid, donde también se incidía en cuestiones como los desplazamientos diarios de los barrios periféricos a los centros de las ciudades para ir a trabajar, especialmente en el caso de trabajadores y trabajadoras vinculadas al sector servicios no cualificado. 

Como decíamos, nada nuevo que no se haya reflejado a lo largo de décadas en otros estudios. Se podrá decir que, obviamente y menos mal, nos podríamos retrotaer a otras épocas donde se daban situaciones de vulnerabilidad residencial muy explícitos. Incluso, hasta no hace mucho tiempo, relativamente, eran frecuentes poblados chabolistas no muy alejados de los centros de las grandes ciudades. También se pueden recordar, y no es algo muy lejano, lo ocurrido en los barrios que iban absorviendo la población que procedía de la España rural y de otras ciudades a trabajar a las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, especialmente, pero que también se daba en el Gran Bilbao, Sevilla, Valencia, Zaragoza, etc. En no pocas ocasiones, fueron barrios que fueron surgiendo para ir acomodando a estos colectivos, que contaban con importantes carencias de servicios, incluso básicos, pero también educativos y sanitarios. En este sentido, fue clave el movimiento vecinal que, desde la década de los sesenta hasta prácticamente el comienzo de los ochenta del siglo XX. Tampoco deben olvidarse las soluciones dadas a todo este proceso, a través de barrios que configuraron el mapa de las ciudades y que, en no pocos casos, contaban con viviendas pequeñas y escasa calidad. La morfología de nuestras ciudades está compuesta en buena parte por esta clase de barrios que, a partir del siglo XXI, también han sido lugar de residencia de una buena parte de la población de origen extranjero, que encontró en los mismos viviendas a precios asequibles. Recordemos, como hemos hecho en otros casos, que una parte de los hijos e hijas de esos barrios se desplazaron a otros barrios nuevos, en ocasiones periféricos, como un signo de movilidad social. 

Recapitulando, y volviendo a los indicadores tradicionales, acceso al mercado de trabajo y condiciones de las viviendas, siguen teniendo una elevada influencia en las trayectorias vitales. Son barrios que, cada vez en mayor medida, albergan a esos trabajadores y trabajadoras de sectores no cualificados que cuentan con salarios bajos. Además, y como hemos señalado anteriormente, no son pocos los casos, casi podríamos decir que son mayoría, los que tienen que realizar desplazamientos para acceder a sus puestos de trabajo, por encima incluso de una hora. Son cuestiones que inciden en la calidad de vida. De la misma forma, el estado de las viviendas es determinante, y puede tenerse en cuenta el hecho de contar con una vivienda que pueda tener una calefacción adecuada en invierno o que pueda afrontar las cada vez más frecuentes olas de calor en verano. Viviendas que, por otra parte, y debido al nivel económico de sus residentes, también cuentan con dificultades para su rehabilitación y adaptación. De la misma forma, también se hacía referencia a estilos de vida, pero habría que ver si estos no están marcados precisamente por las condiciones estructurales que marcan a esos barrios. 

Finalmente, no debemos olvidar otro aspecto clave, como bien se apunta en el estudio referido a Madrid, como es el desconocimiento entre los propios barrios y realidades que las conforman. Para muchas personas de barrios de nivel medio - alto y alto, los otros barrios, y sus habitantes, no existen. Como ocurre en tantas otras cuestiones, no se tiene en consideración a los otros. Y, cuando se hace, en no pocas ocasiones se realiza desde una mirada paternalista. 





















































 

 

 


 



 

 
















Vivir en cualquier parte

Por EQUIPO AICTS / 01 de julio de 2024

Dentro de los imaginarios colectivos en los que nos desenvolvemos, hay cuestiones que nos quedaban muy lejanas pero que han llegado hasta aquí, y de forma acelerada. Las películas y series norteamericanas han sido prolijas en la visibilización de fenómenos vinculados a las viviendas en caravanas, los famosos parques que jalonan no pocas vías de ese país, o las situaciones vinculadas a una elevada exclusión social, como los campamentos de tiendas de campaña o los vehículos como lugares de residencia. Este fenómeno no es inhabitual en una sociedad como la norteamericana, donde la desigualdad social es muy elevada y existen colectivos que, a pesar de contar con trabajo, o trabajos, no pueden acceder a una vivienda digna. Son grupos sociales que, en no pocas ocasiones, suelen retratarse desde la marginalidad y, en el peor de los casos, con estereotipos vinculados al "red neck" y demás. No es el caso de la excelente película Nomadland que, en 2020, fue estrenada con la dirección de Chloé Zaho y protagonizada por Frances McDormand. La película se basada en el libro Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century de Jessica Bruder, que en España fue publicado por Capitán Swing. La obra muestra, generalmente, la situación de precariedad de estos colectivos, incluso de personas que han perdido su vivienda debido a haber dejado de contar con empleo. El libro y la película muestran cómo estas personas tienen que buscar lugares donde aparcar sus vehículos, hecho que no siempre es posible. En definitiva, un retrato descarnado de una situación que va a más.

En el caso español, situaciones como la descrita estaban centrados en colectivos muy marginales, por ejemplo trabajadores y trabajadoras temporeros, así como grupos muy vulnerables. Campamentos construidos con cualquier material eran más habituales en el pasado, pero siguen dándose en casos como estos trabajadores en lugares como Huelva y Almería, especialmente. También hay situaciones de infravivienda en estos grupos, alojándose en naves donde no cuentan con las mínimas condiciones de habitabilidad. A pesar de los esfuerzos que se han realizado en las dos últimas décadas y, como hemos señalado, no es una situación erradicada.

En los últimos años, el proceso vuelve a acelerarse con otro fenómeno del que los medios de comunicación se han ido haciendo eco. El incremento de los precios de las viviendas, tanto en alquiler como en compra en propiedad, debido a la evolución de la demanda y a la presión de la turistificación en determinadas zonas, ha dado lugar a situaciones complicadas en estos lugares en los que, a pesar de contar con empleos cualificados, por ejemplo funcionarios, no se puede acceder a una vivienda. El País publicó el pasado 23 de junio de 2024 el artículo "El infierno de vivir en Ibiza: trabajadores en caravanas y habitaciones a 1.000 euros", firmado por Antonio Jiménez Barca, en el que se reflejaba la situación en Ibiza, uno de los destinos turísticos que sufre más la presión de la vivienda. Las escenas son muy impactantes y el escenario que se perfila no es nada favorable. Seguramente, a este ritmo, se reproducirá en otros lugares. Además, no olvidemos que el incremento de los precios de las viviendas y la turistificación ha expulsado del centro de las ciudades a sus habitantes que van saliendo de los barrios centrales a los periféricos. Es un proceso que viene dándose desde hace años pero que, en la actualidad, se ha extendido de las grandes metrópolis a casi cualquier tipo de ciudad y, especialmente, a las que han hecho del turismo una de sus razones de ser, y no son pocas las que han extendido esta apuesta.

La cuestión de la vivienda sigue en el centro del debate pero las soluciones no llegan. Las situaciones en las que el acceso a una vivienda, en propiedad o alquiler, determinan los proyectos de vida, se van incrementando en el sentido de las dificultades para su accesibilidad. En la actualidad, y en el caso español, los datos muestran cómo numerosas familias destinan más del 40% de sus ingresos para afrontar la compra o el alquiler de la vivienda. Situaciones como las que se dan en Ibiza no se deben considerar una excepción, aunque concurran varios factores específicos, ya que no parecen darse límites a la escalada de precios. 




















































 

 

 


 



 

 
















Estudiantes vulnerables y éxito escolar

Por EQUIPO AICTS / 24 de junio de 2024

No dejamos en AICTS el ámbito educativo. Si en la anterior entrada hacíamos referencia a los colectivos que estudian y trabajan, en este caso nos vamos a centrar en los colectivos que proceden de colectivos vulnerables y de ámbitos en situación de exclusión social, o en riesgo, y que consiguen avanzar en el sistema educativo. El artículo de Ignacio Zafra en El País el pasado 22 de junio, y con título "Estudiantes que han tenido éxito este curso venciendo a la adversidad: 'Son supervivientes'", nos presenta historias que nos llevan a chicos y chicas en situaciones muy complicadas y que han logrado sacar sus estudios adelante. Hace unos años, este fenómeno contó con una calificación que se ha venido utilizando desde entonces, "estudiantes resilientes", tomando en consideración un concepto como el de la resiliencia que, desde hace mucho, se viene empleando para todo. Eran estudiantes que, partiendo de unas condiciones socioeconómicas muy complejas, conseguían seguir con sus estudios e incluso llegar a la Universidad. De esta forma, chicos y chicas de clases sociales muy humildes, en situaciones de pobreza o exclusión social, inmigrantes y personas de otras culturas, situaciones personales complicadas, etc., se incluían en ese grupo. Pero, como hemos señalado, es la variable socioeconómica la que determina el proceso.

La clase social importa, vaya si lo hace, y especialmente se ha dejado notar en mayor medida en las últimas décadas en el sistema educativo. Como hemos señalado en otras entradas, la universalidad de la Educación y la llegada de las clases trabajadoras, medias aspiracionales y medias a los estudios superiores puede considerarse uno de los grandes logros de sociedades como las nuestras, especialmente las vinculadas al Estado del Bienestar y a la cohesión social. El camino no fue fácil y se mantenían barreras que eran difíciles de superar. Había, por ejemplo, una clara vinculación de ciertos estudios, los de Formación Profesional, con las clases más populares. El fracaso y abandono escolar también era mayor en estas. Por el otro lado, la gratuidad de los estudios obligatorios y las ayudas y becas para acceder a la Universidad, junto con los esfuerzos familiares y de los propios implicados, hicieron que importantes colectivos llegasen a la Universidad, como decíamos anteriormente, siendo los primeros de sus familias en la mayor parte de los casos. La Educación, por lo tanto, se convertía en la herramienta que manejaba el ascensor social, y se veía ese acceso a estudios superiores como un paso determinante para la movilidad de clase. La evolución de los sistemas educativos hacia modelos comprensivos, basados en la inclusión, fue un paso más en este proceso. 

Sin embargo, la crisis de 2008 puso de manifiesto que el ascensor social se había roto y que la Educación no iba a ser el mecanismo para permitirla. De hecho, aunque se produjesen avances en la inclusión, el origen socioeconómico iba a marcar en mayor medida el avance en el sistema educativo. También pasaba antes, no podemos ser ingenuos, pero se daban situaciones como un descenso de los presupuestos y la inversión educativa en los años de la crisis, recuperada años después, así como las evidencias de escenarios de desigualdad como la concentración de determinados colectivos, especialmente los más vulnerables, en determinados centros educativos, de difícil desempeño, condicionados por el lugar de residencia. Nada nuevo tampoco. Igualmente, en estos años también surgieron discursos que cuestionaban el concepto de meritocracia. De nuevo, no hay que ser ingenuos. La meritocracia, el pensar que todo depende del esfuerzo de uno, no existía, o no lo hacía de forma pura, pero también se lanzaban mensajes sobre el hecho de que todas las cartas estaban marcadas y que, en definitiva, los destinos estarían definidos. En algunas de las investigaciones realizadas por integrantes de AICTS sobre estas cuestiones, no hemos encontrado personas que creyesen a pies juntillas en la meritocracia, mostrando que conocían el impacto del origen socioeconómico y que no podrían acceder a algunas recursos o acciones (tipo de extraescolares, posibilidad de apoyar en los estudios, estudios universitarios, cambiar de ciudad para estudiar, etc.) que otros colectivos sí podían hacer, debido precisamente a ese origen socioeconómico. Igualmente, también se incidía en que la escuela no estaba pensada para ciertos colectivos, identificando la institución escolar con la Burguesía, inicialmente, y con las clases medias posteriormente. Este hecho se ha dado pero, de nuevo, no encontramos apenas colectivos que respondan a esta situación. 

Los estudiantes denominados resilientes, que superan esas posiciones de partida, no son tampoco una novedad, han existido siempre. Ciertamente, habría que analizar qué hace que una persona sea resiliente, no creemos que alguien nazca resiliente. En algunas de las investigaciones comentadas, observamos cómo estos colectivos habían contado con un fuerte apoyo familiar, en el sentido de dar valor a la Educación, así como que se daba en mayor medida en el caso de las chicas que los chicos. Eran también personas que habían adquirido responsabilidades desde muy jóvenes, como por ejemplo cuidar a hermanos pequeños o realizar tareas de la casa. Además, junto a las acciones individuales y familiares, también señalaban el valor otorgado al propio sistema educativo, a las ayudas que habían recibido desde el mismo, así como al papel de determinados docentes, que les habían apoyado e impulsado. No, no se negaban situaciones negativas, al contrario, pero la visión sobre la Educación era positiva, aunque reconocían que, a medida que avanzaban en el sistema educativo, el origen socioeconómico se hacía más manifiesto. En definitiva, una mirada hacia colectivos que consiguen avanzar en la Educación a pesar de su procedencia social, lo que también demuestra que hay cosas que funcionan, sin negar las que no.