La natalidad y la economía
Por EQUIPO AICTS / 29 de mayo de 2023
Una vez más, retornamos a la cuestión de la situación de la natalidad en España y a los factores que la determinan. En este caso, viene determinado este post a un reportaje del pasado 26 de mayo en El País bajo el título "España, el país de las madres mayores: 'Físicamente agota, el cuerpo lo nota'". El artículo incidía en las cuestiones vinculadas a la natalidad y, especialmente, a la edad de la madre cuando tenía su primer hijo. Los datos eran esclarecedores, el 10,71% de los nacimientos en 2021 correspondían a madres por encima de los 40 años, liderando los países de la Unión Europea, claramente por delante de la mayoría y solo acercándose Grecia (9,74%) e Italia, Portugal e Irlanda, entre el 8 y el 9 %. Es interesante, como comentaremos posteriormente, tener en consideración que de esos cinco países, cuatro son de la Europa del Sur, con sus Estados de Bienestar denominados "familistas", mientras que Irlanda comparte con esos países, salvo Grecia, la cultura católica. Son factores, especialmente el primero, que pueden explicar el proceso de la natalidad en estos territorios.
Sobre la natalidad se lleva analizando su situación desde hace dos décadas. Hace unos años, se creó la categoría de "Reto Demográfico" que, en su conjunto, las Administraciones Públicas asumieron a la hora de afrontar las cuestiones de la estructura demográfica. No solo se hacía hincapié en la despoblación de un medio rural en declive, en buena parte de España, sino que se incidía en el envejecimiento de la población, en las migraciones y la población que se caracterizaba por desplazamientos y movilidades, y en la natalidad. El escenario de esta última era complicado desde hace tiempo. Recordemos que nuestras sociedades habían ido avanzando hacia una modernidad en la que la cuestión de la natalidad, que era una "obligación" para la mujer y en los proyectos vitales, se había convertido en una opción. Esta conquista, acompañada de la emancipación y empoderamiento de la mujer, fue importante para la evolución de la natalidad, pero no es la variable que explica en mayor medida la situación. Si las generaciones que nacieron en el "baby boom" fueron las últimas con altas tasas de natalidad, a continuación llegaron décadas de descenso continuado de la misma con la planificación de la natalidad y el incremento de un concepto clave como son los "hijos de calidad". Es decir, tener hijos, en el caso de desearlo, también se asociaría con darles el mayor nivel de bienestar posible.
A su vez, la mujer había logrado avanzar en el mercado laboral y en los estudios, construyendo carreras académicas y profesionales que no tendrían que verse truncadas por la maternidad. De esta forma, la formación y el mercado de trabajo también iban a ser un factor determinante para las decisiones sobre la natalidad. La edad del primer hijo iba creciendo y se reducía el Índice de Fecundidad o número de hijos por mujer. Igualmente, las dificultades de emancipación y el acceso a la vivienda se sumarían a los condicionantes de la natalidad, todo ello, obviamente, entroncado con las condiciones socioeconómicas y las posibilidades que ofrecía el mercado laboral. De esta forma, se fue germinando una especie de círculo vicioso que provocó que en la década de los noventa del siglo XX contásemos con una elevada estabilidad de la población. Con la llegada de la inmigración en el siglo XXI, el crecimiento de la misma fue notable. Sin embargo, la natalidad no iba a repuntar a pesar de que, en el esa década, y el comienzo de la siguiente, una amplia generación, la que nació al final del "baby boom" iba a tener hijos, pero ya serían uno o, como mucho, dos.
En la actualidad, las tendencias han sido las mismas, con un descenso de la natalidad, un crecimiento vegetativo negativo por lo tanto, un aumento de la edad media de los hijos y del primer hijo, y la ya señalada situación de las madres mayores de 40 años, un fenómeno que nos muestra, como bien se indica en el artículo y en los testimonios que aparecen, que es un deseo el tener ese hijo pero que se ha ido retrasando por los motivos expuestos. Igualmente, el tener el primer hijo a esa edad implica que ya un segundo será imposible prácticamente. Además, en encuestas sobre fecundidad y natalidad, personas que quieren tener más hijos de los que tienen, uno más, indican que es por motivos económicos por los que no lo hacen.
Las políticas de fomento de la natalidad no están funcionando, a pesar de que ha habido mejoras inimaginables hace una década, por ejemplo en la cuestión de los permisos o el aumento de la oferta de plazas de Educación Infantil en su primer ciclo, de 0 a 3 años. Pero queda muchísimo camino por recorrer. Hay que tener en cuenta el hecho de que, como comentábamos al comienzo del post, son Estados de Bienestar de carácter "familista", en los que parte de los apoyos en el cuidado de los hijos, así como en de personas dependientes y mayores, han recaído tradicionalmente en la familia, especialmente mujeres. Aquí hay que señalar el papel de abuelas y abuelos en este sentido. Es cierto que, otros modelos de Estado de Bienestar, los nórdicos y los de Europa central, cuentan con sistemas más desarrollados para esos fines, pudiéndose argumentar que también cuentan con impuestos más elevados y con unos salarios más altos. El peso sobre la familia sigue siendo alto, aunque se ha reducido con unas familias que ya no pueden desarrollar parte de esas funciones. El impacto de la crisis de 2008, el hecho de que sobre las familias recayese una buena parte de la red de apoyo a sus integrantes que quedaban en desempleo o veían precarizar su vida, ha tenido sus consecuencias.
En definitiva, la situación de la natalidad es estructural y, en sociedades como las nuestras, no se atisba un cambio de tendencia. Al contrario, las condiciones socioeconómicas seguirán siendo determinantes y lo serán más en el futuro. Las políticas no están dando una solución a este escenario porque el foco hay que ponerlo en la situación del mercado laboral, precarizado especialmente para los jóvenes. Es clave también la conciliación, pero no se avanza si no hay cambios estructurales en la otra dirección.
Carreras universitarias
Por EQUIPO AICTS / 22 de mayo de 2023
Hay cuestiones que siempre vuelven, que están presentes en los medios de comunicación a través de noticias y reportajes. Una de ellas es la que hace referencia a las carreras universitarias con más salidas. Es recurrente analizar los estudios que tienen un mejor recorrido en el mercado laboral y que tienen una empleabilidad más alta. Este hecho nos lleva a una serie de aspectos vinculados a si esta es una elección basada en conceptos como la vocación y la motivación o en otros más funcionales y utilitaristas. También se encuadra en la trayectoria que llevan los diferentes tipos de estudios, divividos entre las Ciencias y, especialmente, las tecnológicas, las denominadas STEM, o las de Ciencias Humanas. Por un lado, las primeras tendrían una mejor empleabilidad frente a las segundas que, en no pocas ocasiones, son denigradas en relación a sus menores posibilidades en el mercado laboral.
La elección de tipo de estudios universitarios, para aquellas personas que llegan a la universidad, están condicionados por estos factores. En general, se ha incidido en el valor de la vocación y motivación, de una elección centrada en aquellos aspectos más subjetivos y cualitativos. Es decir, que habría que estudiar aquello que más te gusta, debido a que también se articularía con la autorrealización personal. Es una cuestión que sigue estando presente, aunque choca con la parte más utilitarista. De esta forma, la elección de estudios se centraría en las posibilidades y salidas de esos estudios en el mercado laboral, desde el punto de vista de la empleabilidad. Y son las carreras de Ciencias las que cuentan con mejores opciones.
Las Ciencias Humanas, entendiendo al conjunto de las Ciencias Sociales, han ido quedando señaladas por su baja empleabilidad e incluso con la utilidad de su estudio. En un mundo en el que el utilitarismo es dominante, estos estudios tienen una valoración mucho más reducida. De hecho, estudiar Filosofía, Filología Hispánica, Historia, etc., es visto en no pocas ocasiones como una opción con muy pocas posibilidades, centrándose las mismas en ocasiones en la docencia. No están en mucha mejor posición la Sociología, el Trabajo Social, etc. Se han ido minusvalorando los conocimientos de las Ciencias Humanas, reduciéndose incluso en los planes de estudio. Es un error importante debido al valor y al peso que tiene esta formación humanística para cualquier trabajo y para a vida. Ya lo señalaba el filósofo italiano Nuccio Ordine en el imprescindible ya clásico La utilidad de lo inútil (Acantilado). Sin embargo, esta tendencia sigue estando presente y va incluso a más.
En la elección de los estudios influyen numerosos factores, además de la vocación y de los gustos personales. Entre ellos, el papel de las familias, que puede ser muy importante a la hora de encamninar hacia un lado u otro. Aunque ha pasado el tiempo en el que esta cuestión era más evidente, en el sentido de que "yo quería estudiar tal carrera, pero en mi casa no querían", sigue habiendo un peso de este factor en ocasiones. Además, el origen socioeconómico también puede ser determinante en el sentido de que se ha analizado dicha variable en unas elecciones u otras. Algunos estudios y profesiones parecen pasar de "padres a hijos", fundamentalmente en el lado de las carreras de Ciencias y más técnicas, por ejemplo las ingenierías, pero también en los que puedan implicar contar con un negocio o empresa, los casos de Admistración y Dirección de Empresas, o Derecho. Por otra parte, las carreras de letras estarían más vinculadas a las clases trabajadoras y medias aspiracionales, que en no pocos casos encontraron en las oposiciones, la docencia, etc., esa vía de movilidad social a través de los estudios, ahora ya muy cuestionada. Incluso, hay estudios que ponen el acento en el "efecto Mateo" y las mejores opciones de determinados colectivos sociales a través de los aspectos que no están tan visibles en la educación. También hay estudios que ponen el acento en el papel de los docentes en la elección de estudios, aunque esta es una cuestión menos analizada.
Una cuestión con numerosos aspectos a analizar y que sigue estando presente. No han cambiado las cosas en décadas, desde el punto de vista de que hay carreras que han seguido su proceso de estigmatización como sin salidas profesionales o muy limitadas, encontrándonos con discursos y visiones que se repiten. En definitiva, elegir estudios es una decisión que tiene numerosos condicionantes, algunos directos y otros menos visibles. Pero, lo que también nos tenemos que preguntar es cómo una sociedad es capaz de formar a tantas personas en estudios que luego no aprovecha, culpalizándolas incluso de dichas elecciones, de la sobrecualificación, etc. Y sería al contrario, sacar adelante esa formación y conocimientos, que tienen más posibilidades potenciales de las que se nos muestran.
Tiempos de promesas
Por EQUIPO AICTS / 15 de mayo de 2023
Entramos en campaña electoral, aunque vivimos permanentemente instalados en las mismas, para las elecciones autonómicas y municipales en España. En el horizonte, diciembre aparece con unos comicios de carácter nacional. Pero, como decíamos anteriormente, estamos en un periodo en el que ya es difícil distinguir cuando se está en camapaña y cuando no. Obviamente, los carteles electorales, los debates, etc., junto con todos los ritos que van sucediéndose en estas dos semanas, muestran el final de un periodo en el los candidatos políticos intensifican sus mítines y actos. Son tiempos de promesas, de promesas que se centran en dos grandes ámbitos: lo abstracto y lo particular y concreto. Seguramente, al ser unos comicios de carácter autonómico y municipal, tengan mayor peso las promesas vinculadas a cuestiones más concretas del día a día, hecho que se constata más claramente a nivel local. Sin embargo, no dejan de estar presentes otras que son más abstractas, señalándose que es el futuro es luminoso, siempre que votes la opción que lo postula, que suelen ser todas si les votas a ellas.
Ciertamente, estos comicios, y el ciclo que inauguran, nos pillan en un proceso interesante y complejo por todo lo que ha ocurrido desde hace cuatro años. En esos momentos, el escenario que se dibujaba era el del crecimiento económico, que el mismo tuviese relevancia en la calidad de vida de los ciudadanos (aunque, paradójicamente, parte de ese crecimiento se debía a la precarización de las condiciones de trabajo, como un factor más para conseguir más beneficios), y el avance en determinados Derechos. Cuatro años después, con la crisis de la pandemia del Covid - 19, que parece que fue hace un siglo pero, no, fue ayer, y el deterioro mayor de las condiciones de vida de las clases trabajadoras y medias, aumento de los precios, inflación, intereses bancarios... el escenario es más difícil. Pero, por otra parte, los fondos de recuperación procedentes de Europa y la aceleración del consumo, muestran un dinamismo que se refleja en algunos indicadores como los relativos al empleo y al crecimiento del PIB. Sin embargo, hay que mirar la letra pequeña y los procesos subterráneos, sutiles, o no tanto, que están detrás, y que nos muestran un escenario todavía más complejo.
Las elecciones autonómicas y municipales se presentan también como una especie de ensayo para las nacionales de diciembre. Un error, frecuente, el pretender que estos mensajes se lleven a otros ámbitos, porque son cuestiones diferentes, sin negar su relación. En todo caso, en las elecciones autonómicas y municipales nos jugamos muchas decisiones que afectan al "día a día", a lo cotidiano, pero también al modelo de país y de sociedad que queremos. Y, en este sentido, ha entrado en campaña con fuerza toda la cuestión de la Sanidad y de su situación. Vivimos un momento de tensión para nuestros sistemas sanitarios, que sufrió lo indecible con la pandemia, y que no se ha recuperado. En estos momentos, con listas de espera, dificultades en la Atención Primaria, falta de profesionales, etc., los retos son mayúsculos. De esta forma, las propuestas en Sanidad están a la orden del día en el ámbito autonómico.
Sin embargo, también tenemos que ser conscientes de que puede que muchos de nuestros antiguos marcos para interpretar el sentido del voto y las expectativas ya no sirven. En un artículo de Esteban Hernández el pasado 13 de mayo en El Confidencial se apuntaban algunas claves sobre cómo mucha parte del voto joven había virado hacia la derecha y la extrema derecha. Estos procesos están ocurriendo en numerosos ámbitos y las variables que hace poco tiempo nos servían para explicar el voto, ahora ya no están tan claras, o directamente no sirven. En no pocos casos, muestran también las debilidades de las fuerzas políticas y de las ideologías para dar respuesta a un contexto tan cambiante. Lo que nos lleva a pensar en nuevos marcos que, partiendo de escenarios diferentes, recuperen los principios que construyeron un sistema basado en la equidad, el Estado de Bienestar, la corresponsabilidad, la redistribución, etc. El mundo actual, lamentablemente, no responde a los mismos, y los extremos se tocan en ese sentido.
Mención aparte, aunque ya los hemos mencionado, para los jóvenes y su situación ante los comicios actuales, y en general hacia el mundo de la política. Como están apuntando diversas encuestas y estudios, la abstención es más elevada entre los votantes más jóvenes, incidiendo otras variables como el origen socioeconómico. Además, y vinculándolo al artículo de Esteban Hernández al que hacíamos referencia en el anterior párrafo, también se observa una creciente polarización entre este colectivo. Generalmente, también suele señalarse que antes los jóvenes estaban más movilizados y concienciados, pero no está tan claro. De hecho, la despolitización de la juventud es un hecho al menos desde la década de los noventa del siglo XX, sin que, por otro lado, no hayan dejado de existir chicos y chicas que se han implicado en partidos políticos, sindicatos y movimientos sociales. Pero, en general, esta despolitización ha ido a más, en un contexto de mayor individualismo. En estas elecciones, y para las que vendrán también, las promesas a la juventud, medidas vinculadas a la vivienda y viajes como en las últimas semanas, crecerán, pero hay también muchas limitaciones. En primer lugar, y muy importante, porque se dirigen a unos colectivos muy específicos, aquellos que proceden de clases sociales que pueden permitirse acceder al mercado de la vivienda como viajar a otros países. Quedan fuera numerosos colectivos que proceden de clases populares y trabajadoras, de clases medias con movilidad social descendente así como grupos en riesgo de exclusión social. Las soluciones para los jóvenes, para todos, pasan por las posibilidades de desarrollar un proyecto de vida que no se procastine hasta que se estabilicen en el mercado de trabajo, cosa que pasa cada vez más tarde.
Lo demás, promesas y promesas. Los ciudadanos tendríamos que ser más vigilantes ante los partidos políticos, coger los programas políticos y, si llegan a los gobiernos, ponerlos encima de la mesa para ver el grado de cumplimiento. Y, si están en la oposición, también es obligatorio que lleven a cabo este proceso y trabajen por el conjunto de la ciudadanía. En fin, tiempos de promesas, ¿cuántas se cumplirán?
Brechas generacionales, presentes y futuras
Por EQUIPO AICTS / 8 de mayo de 2023
Una de las constantes en las últimas dos décadas es la que hace referencia a que la siguiente generación vivirá peor que la de sus padres. A comienzos del siglo XXI, en un contexto en el que se estaban produciendo cambios estructurales, pero en un periodo todavía marcado por el optimismo y un crecimiento de la riqueza, junto con otros signos de estatus vinculados al consumo, ya había voces que alertaban de ese escenario. Era el tiempo del "mileurismo", cuando jóvenes, generalmente cualificados, que entraban en el mercado laboral, lo hacían con un salario alrededor de esa cifra. Lo que ha venido después, ha sido peor, por cierto. Con la crisis de 2008 y la ruptura de un sistema basado en la promesa del progreso, de la movilidad social, de un ascensor social que había funcionado, esta visión será una certeza cada vez mayor y, la década y media transcurrida desde entonces, ha fortalecido esa posición. Además de esa ruptura de la idea de progreso, además de una estructura social cada vez más polarizada, de la precarización de las clases trabajadoras y medias, además de eso, también han cambiado los tableros y las fichas del juego, con una economía cambiante y un mercado laboral que, en muchos casos, no da seguridad ni estabilidad.
En el lado contrario, tampoco faltan las voces que muestran su desacuerdo con estas visiones. En este lado de la balanza, las mejoras evidentes, e indiscutibles, en relación a condiciones de vida, bienestar y acceso a bienes de consumo. No cabe duda de que hay muchos argumentos que sustentan este posicionamiento. Comparar generacionalmente nuestras condiciones de vida con las del pasado, y no decimos nada lo que sería irnos hasta hace un siglo, por lo menos, nos llevaría a pensar en una suerte de perspectiva futurofóbica con respecto a lo que viene. Hemos llegado hasta aquí, sustentados en una mejora permanente, hasta un momento dado, cuando se produce una disociación entre las expectativas y la realidad.
Seguramente aquí tenemos algunas claves para interpretar este proceso de una forma más afinada. Y precisa de varias lecturas. El Confidencial publicó un interesante reportaje sobre esta cuestión el pasado 6 de mayo. Bajo el título "¿Vivir peor que tus abuelos?: la brecha entre generaciones avanza desde los 2000", firmado por Ana Ruiz y Marta Ley. En el reportaje se presentan datos sobre esa brecha generacional y también se cuenta con la opinión de expertos, que se posicionan en un sentido o en otro. Es un hecho que esta situación se está dando ya que las condiciones del mercado laboral han cambiado, así como la propia estructura social. Seguramente, desde las Ciencias Sociales y otros ámbitos, seguimos manejando ciertos marcos conceptuales, de interpretación y de análisis que no se corresponden con los momentos que estamos viviendo y todos los cambios acaecidos.
Buena parte de nuestro marco conceptual, y los procesos de socialización estaban basados en buena medida en estos, así como los universos simbólicos de nuestras sociedades, se basaban en un modelo que partía del Estado de Bienestar, de unas políticas públicas basadas en los Derechos Sociales y en las transferencias derivadas de los mismos. Igualmente, un modelo que contaba con un mercado de trabajo que ofrecía oportunidades y posibilidades para las generaciones que provenían de las clases trabajadoras y agrícolas, vinculadas al éxodo rural, que a través de sus aspiraciones llegaban a otras posiciones sociales. Esta evolución estaba marcada en buena medida por el acceso a los niveles de estudio superiores. Sin embargo, este modelo, que funcionó durante unas décadas, y en el caso de España hay que vincularlo a la construcción de un Estado de Bienestar y un Estado Autonómico, así como a procesos de modernización del país, saltó por los aires. Aunque las señales eran sutiles, fue con la crisis de 2008 cuando se produjo un giro sin precedentes.
De esta forma, el cambio de modelo de sociedad se ha institucionalizado y, en parte, se basa en una precarización del mercado de trabajo, que afecta a los más jóvenes en mayor medida, retrasando proyectos de vida y haciendo imposible cuestiones como el ahorro. Además, aunque nuestro Estado de Bienestar esté adelgazado, sigue procurando algunos servicios básicos que hace solo unas pocas décadas eran imposibles. Igualmente, el acceso al consumo, como signo de estatus, también es fundamental y hay otros signos que están presentes.
¿Los nietos van a vivir peor que sus abuelos? Pues en algunas cuestiones no, porque las sociedades han evolucionado y se han transformado. Pero, en otras, sí. Las desigualdades de ingresos, en comparación con el pasado, son un hecho. Además, y más importante, se ha perdido la visión de un progreso esperenzador (como hemos señalado en otras ocasiones, habría que debatir qué es el progreso), y las perspectivas y expectativas se han lastrado, viviendo en una suerte de presentismo que no permite que se puedan diseñar proyectos de futuro, en muchas ocasiones. Sin embargo, no es menos cierto, como también se ha escrito en este Blog en otras ocasiones, que el futuro no está escrito y que se ha salido de situaciones peores. Por lo tanto, veremos. No debemos caer en el derrotismo pero también tenemos que ser realistas. Los cambios están pasando, muchos se han consolidado, pero lo que está por venir... de nosotros depende en parte no seguir por este camino. Veremos.
El papel de padres y madres en los resultados escolares
Por EQUIPO AICTS / 1 de mayo de 2023
El País publicó la noticia sobre los resultados de un estudio acerca del impacto del apoyo en los deberes, por parte de padres y madres, en los resultados escolares. Este estudio se había realizado en Reino Unido y señalaba que la relación positiva se daba en función del nivel de renta y de los estudios de los progenitores. Es decir, que no había un impacto positivo si los estudiantes procedían de entornos con menos nivel de renta y con padres con niveles de estudio básicos o secundarios. No son unos resultados que sorprendan, relacionándose con aspectos que son consustanciales a los estudios sobre Educación, el papel de las familias y las desigualdades educativas. De esta forma, se confirma que, en términos de Bourdieu y de las teorías de la reproducción, unos mayores capitales (de todo tipo) tienen el consiguiente impacto positivo.
Como hemos señalado en el párrafo introductorio, suele hacerse hincapié en el papel de padres y madres en los resultados escolares. Hay una gama de escenarios en los que se articula esta relación. En primer lugar, en la importancia que las familias otorgan a la educación y a la escuela. En general, las personas con estudios superiores, suelen darle un mayor valor y también estarían más involucrados en la cultura escolar. Sin embargo, otras investigaciones y estudios muestran cómo estas identificaciones se dan igualmente en otros estratos sociales y grupos. Hay que tener en cuenta la valoración que se ha realizado de la Educación con respecto a su función dentro de la movilidad social. En la última década y media, esta función ha sido cuestionada, especialmente en relación a la meritocracia, que pudo haber funcionado en un periodo determinado, cuando el mercado laboral generaba puestos de trabajo en el que pudiesen integrare aquellas personas que salían del sistema educativo con una formación. Sin embargo, también las estadísticas muestran cómo, a menor nivel de estudios, más riesgo de caer en situaciones de exclusión social y pobreza. Además, no es menos cierto que el propio sistema educativo ha ido cambiando hacia unos modelos más comprensivos, aunque no deja de estar presente el hecho de que son ciertos grupos sociales, especialmente las medias - altas y altas, las que tienen una mayor capacidad para aprovechar los beneficios que el sistema educativo les ofrece.
En segundo lugar, también se ha incidido de forma destacada en el papel de padres y madres en relación a la implicación y participación en la Educación y la escuela. Estos dos conceptos son diferentes, aunque suelen ser empleados como sinónimos. Se entiende por la implicación, y también en relación con el punto anterior, a la valoración de la Educación, al apoyo en la realización de las tareas escolares, al seguimiento de los estudios, etc. En cuanto a la participación, estaría más enfocada a tomar parte de actividades en los centros educativos, especialmente en el sentido de formar parte de las Asociaciones de Madres y Padres, de integrarse en acciones, etc., pero también con respecto a la relación con el propio sistema educativo. Es decir, dos conceptos que pueden estar vinculados y que nos ofrecen algunas lecturas acerca de las diferentes posiciones en el sistema educativo y cómo puede afectar el origen familiar y socioeconómico al rendimiento escolar, que no únicamente académico. Y una de las cuestiones centrales, como también indicaba el informe señalado al comienzo del artículo, es el del tiempo. Es decir, a mayor disposición de tiempo para apoyar, ayudar, hacer un seguimiento, más posibilidades de aumentar dicho rendimiento escolar. Y el tiempo suele estar relacionado también con el origen socioeconómico.
La implicación y participación de madres y padres en relación al sistema educativo es central, como demuestra en la gran mayoría de los casos la enorme cantidad de estudios sobre la cuestión. También, desde otros estudios, se ha constatado que en algunas ocasiones se genera una mayor presión, que tiene consecuencias negativas. Pero, en general, la relación es positiva. El origen socioeconómico es clave pero, igualmente, no debemos caer en ideas preconcebidas. Aunque la Educación ha perdido parte de su función en relación a la movilidad social, no es menos cierto que sigue desempeñando un papel importante en la reducción de desigualdades, o en el intento de ello.
Decisiones acerca de la Natalidad
Por EQUIPO AICTS / 24 de abril de 2023
La cuestión de la Natalidad sigue ocupando una posición relevante en la agenda pública. Siempre que aparecen los datos de población, fundamentalmente procedentes del Instituto Nacional de Estadística, se recurre a los especialistas buscando las causas de la baja Natalidad en nuestro país. De esta forma, una bajísima Natalidad como la que nos ocupa, con un Índice de Fecundidad que no permite cumplir la Tasa de Reemplazo, se ha convertido en estructural en España, no siendo una excepción en relación a otros países occidentales, aunque sea uno de los que cuenta con peores escenarios en ese sentido. Descenso del número de hijos, retraso de la edad del primer hijo y señalamiento de una de las causas principales de las personas que quisieran tener más hijos el hecho de no contar con medios y estabilidad para ello, aparecen reiteradamente. Así, en general, se incide en que las consecuencias de esta situación son muy negativas para una estructura demográfica que nos muestra un envejecimiento, que incide en la sostenibilidad de los sistemas de protección y que presenta desafíos significativos. Tampoco faltan las voces que señalan que tampoco es un escenario tan complejo y que responde a adaptaciones y ciclos demográficos. Además, también suele incidirse en la inmigración como el factor clave para "compensar" este escenario, como así ha sido desde el comienzo del siglo XXI.
Héctor García Barnés publicó en El Confidencial el artículo "Los hijos, 'un lujo que no todos pueden permitirse': Suecia muestra su futuro a España", que recoge los resultados de diferentes estudios en los países nórdicos acerca del proceso que se está dando en los mismos. De esta forma, se observaría un ascenso de la Natalidad entre los grupos sociales con más nivel de renta, en detrimento de los situados en el otro extremo. Es un escenario que supondría un cambio vinculado a las posibilidades de tener hijos, desde un punto de vista material, cambiando una tendencia en la que las rentas medias - altas y altas tenían menos hijos. Algunos expertos consultados para el artículo inciden en que esta tendencia todavía no es visible en España debido a que los países nórdicos están más avanzados en materia de conciliación y de ayudas a la Natalidad. Sin embargo, no es menos cierto que este proceso ya se está vislumbrando también.
Como hemos indicado en otros artículos, la decisión de tener hijos es una cuestión personal/de pareja en relación a un proyecto de vida. Es decir, se tener hijos no es una "obligación" como lo fue en el pasado, cuando un sistema de valores institucionalizado marcaba como un hito en las trayectorias de las personas el formar una familia. De esta forma, los cambios en dichos sistemas de valores dieron lugar a que tener hijos fuese una opción y no una obligación. Por otra parte, también se ha producido una transformación en el "valor de los hijos", pasándose a los denominados "hijos de calidad". Es decir, se parte de una estabilidad vital y laboral para poder tener familia, por parte de muchas personas que quieren tener hijos, en el sentido de poder ofrecerles todas las oportunidades posibles. De esta forma, y en un contexto como el actual, tener hijos se va convirtiendo en una opción muy vinculada a la situación laboral y profesional. Este proceso también se ve determinado por el hecho de que la estabilidad laboral se va retrasando, las conciliación es complicadísima en el sector privado, y el hecho de que el primer hijo llegue cada vez más tarde hace mucho más difícil que se pueda tener un segundo.
Los datos y procesos que nos muestran los países nórdicos no son una novedad, al contrario, están ya muy presentes. Seguramente, como bien apuntan los expertos en el artículo de García Barnés, nos encontramos en algún estadio anterior, desde el punto de vista de las decisiones personales y de las condiciones estructurales que posibiliten la conciliación, difíciles en unos modelos de Estado de Bienestar como los de la Europa de Sur. Pero, no cabe duda de que en numerosos casos las decisiones acerca de tener hijos, y especialmente el segundo, están marcados por las trayectorias profesionales y laborales y por las condiciones materiales. Y esto se está intensificando.
Excluidos del mercado laboral
Por EQUIPO AICTS / 17 de abril de 2023
Retornamos en el Blog de AICTS al mercado laboral, uno de los aspectos centrales que solemos abordar en estos artículos. El escenario del mismo, las condiciones de trabajo, la precarización, el acceso, etc., todos estos factores que determinan en gran medida la posición de los individuos en la estructura social. Podemos pensar otros escenarios, en ocasiones hay discursos y visiones tan alejadas de la realidad de la mayoría de la población, que cuesta creerlo, cuando la realidad es que el trabajo sigue siendo determinante en nuestras vidas, y cada vez más. Este artículo pone el foco en un aspecto como es la posición en el mercado de trabajo de un colectivo como el de los mayores de 50 años. Hace unos años, era mucho más frecuente la referencia al mismo. Hace unos días, El País publicaba un artículo titulado "La discriminación por edad en España", firmado por Sara de la Rica, Odra Quesada y David Martínez Lafuente. En el mismo, se incidía en las dificultades de las personas mayores de 49 años para encontrar trabajo, que tenían que enviar el doble de currículums que una persona de 35 para ser entrevistados, y cómo las empresas y los empleadores aplicaban discriminación por edadismo, afectando en mayor medida a los hombres que a las mujeres, y en puestos cualificados, a través de los datos de un estudio realizado por la Fundación ISEAK.
Las dificultades en el mercado laboral para el colectivo de personas mayores, entendiendo por este grupo de edad a los que hace referencia el estudio, pero que todavía tienen por delante un trayecto de su vida laboral amplio, han sido significadas en diferentes momentos. Por ejemplo, la crisis de 2008 y su terrible impacto en el mercado de trabajo, con un incremento del desempleo, puso el foco en personas de estas edades que también se veían expulsadas del empleo. Trabajadores y trabajadoras que habían tenido una estabilidad y una seguridad, lo que eran aquellas clases medias consolidadas y aspiracionales, que se veían de repente sin su empleo, dándose en puestos de trabajo tanto cualificados como no cualificados. Las consecuencias fueron ya señaladas en su momento y, en parte, seguimos viéndolas. Antes de este punto de inflexión, ya había una identificación de las dificultades de estos grupos para seguir en el mercado de trabajo. En ese sentido, se hacía mayor hincapié en la comparación con los jóvenes, con una visión vinculada a la falta de actualización de su formación y en las dificultades para adaptarse a los nuevos requerimientos del mercado de trabajo, hecho que también habría que discutir. En realidad, detrás de todo ello subyace el hecho de que un trabajador joven era más barato en términos de salario, así como se podrían aplicar unas condiciones laborales determinadas. Además, los procesos de flexibilización del mercado laboral contribuyeron a abaratar despidos.
Como todo, lo que no mejora, empeora. En momentos como el actual, en el que el mercado de trabajo se ha flexibilizado más si cabe con procesos como la "uberización", en el que hay unas elevadas disonancias entre los escenarios del mismo y la realidad, como ya hemos comentado, se está produciendo una situación en la que esta discriminación por edad, documentada, va creciendo. Trabajadores y trabajadoras que, a medida que van cumpliendo años, ven cómo si pierden su empleo van a contar con más dificultades para estar en el mercado de trabajo y conseguir nuevos trabajos. Obviamente, la situación de los jóvenes no es mejor, ya lo hemos señalado en no pocas ocasiones, pero también hay que considerar a estos colectivos. Por un lado, implica que se pierde un conocimiento y una experiencia, la cual no es puesta en valor tanto por las empresas como por el sistema económico. Por otro lado, son colectivos que, en función de sus condiciones de vida y ahorros, pueden verse en situaciones de exclusión social y vulnerabilidad. Finalmente, también irán perdiendo años de cotización para sus pensiones.
En consecuencia, una realidad que suele aparecer muy de vez en cuando en las noticias, en función del momento. Como hemos visto, hace unos años estaba más presente pero, en la última década, no lo ha sido tanto. Y seguramente sea debido a que no son pocos los colectivos y personas que han entrado en esa precarización vinculada a un mercado de trabajo más polarizado y que va generando cada vez más desigualdades.
Aquellas historias que nos contaron
Por EQUIPO AICTS / 10 de abril de 2023
Volvemos a escribir en el Blog de AICTS sobre tiempo y tiempos. Si en la entrada de la semana pasada hacíamos referencia al valor del tiempo, a cómo había una estratificación social basada en el mismo, en el hecho de que unos grupos sociales podían acceder al mismo y otros, cada vez más amplios, lo tenían más complicado, en esta ocasión nos toca escribir sobre relatos. El caso del tiempo se liga con esos relatos que han sido el sustrato y el sustento de nuestras sociedades, la legitimidad de las mismas. Con respecto a los tiempos, ya señalábamos la semana pasada que hacíamos referencia a cómo nos socializamos en unas sociedades en las que pensábamos que tendríamos mayores tiempos para el ocio, la autorrealización, que nuestros trabajos serían creativos (ojo, innovadores no se empleaba entonces) y que menos tendrían un carácter alienante. La movilidad social y el ascensor social nos hacía dejar atrás esos empleos vinculados a la fábrica, al campo, a los servicios no cualificados. Cuando los teníamos, era como estación de paso, necesidad. En todo caso, se consiguieron avances pero, con la crisis de 2008 hubo un cambio sin precedentes en esta línea del progreso que habíamos interiorizado. Y, en la actualidad, los tiempos son complejos, hay que dedicar más tiempo para conseguir mantener un determinado nivel de vida, para abordar la educación de los hijos, etc. Y, en definitiva, se da una disonancia entre el empleo y las condiciones de vida, un empleo que demanda más tiempo y que cada vez, para más personas y colectivos, no llega para abordar el precio de los costes de la vida: la vivienda, la cesta de la compra, etc.
El tiempo es un ejemplo de los cambios que estamos viviendo a pasos acelerados y que son determinantes en la configuración de una época. Nuestro mundo estaba sustentado, en el modelo occidental, en una serie de valores y premisas que habían funcionado, con sus matices y diferencias entre países, durante un periodo de tiempo corto. Si somos lo que somos, si hemos logrado muchos avances en numerosos campos, incluidos los sociales, es porque nuestro sistema funcionaba en esa dirección, con sus contradicciones, obviamente. Y con sus debilidades. Estado de Bienestar, socialdemocracia, Estado Social, democracia liberal, Derechos, etc., son conceptos que estaban interiorizados y que conformaban un relato. Los avances sociales fueron determinantes por su relación con los Derechos Sociales y la ciudadanía, pero también por una forma de entender la sociedad basada en la corresponsabilidad y la cohesión social. ¿Un modelo para parar el avance del comunismo en Occidente?, ¿unas clases medias que se iban volviendo cada vez más conservadoras?, ¿un sistema que tenía fallas en el sentido de que también dejaba a colectivos atrás? Podríamos debatir de todas estas cuestiones y hacer hincapié en ellas y encontraríamos argumentos a favor y en contra.
La crisis del Estado de Bienestar, de la socialdemocracia, el hundimiento del sistema comunista, la Globalización... Procesos que van a configurar el inicio de un cambio de era que se verá en todo su explendor en el siglo XXI con la Globalización, el neoliberalismo y la irrupción de las TIC como medio y como fin. En ese preciso momento, pero sustentado en los cambios que se van a ir operando desde los setenta del siglo XX, un sistema de valores va a ir sustituyendo a otro. Y nuevos relatos van a sustituir a los anteriores. No de forma brusca ni repetentinamente, porque este escenario irá cambiando de forma sutil en no pocas ocasiones, sin darnos cuenta. Además, los nuevos relatos precisarán de estar sustentados en las bases del sistema anterior. La formación, la ilusión del progreso social, la meritocracia, el estatus, etc., seguirán estando ahí, cuando el relato ha cambiado. Curiosa, y de forma paradójica, el relato antiguo servirá como trampolín para el nuevo, basado en el indivualismo y en el consumismo, en un estatus basado en el parecer y no en el ser. Toda una transformación que se lleva por delante la cohesión. Esto no quiere decir mirar al pasado de forma nostálgica ni demandando recuperar viejos patrones y mecanismos. Para nada.
En la actualidad, asistimos a un tiempo de incertidumbres, de cambios continuos, en los que cada vez menos personas y grupos sociales tienen esa base sólida que era la aspiración, y el logro, de muchas personas tiempo atrás. El relato actual se mueve en las contradicciones de la época, pero con un elevado cinismo. Defendemos principios que no se pueden cumplir, o para unos pocos. Presentamos aspiraciones y deseabilidades que están tan lejos de la mayor parte de la sociedad que no generan adhesión a nuestro sistema. Parece increíble que, viniendo de donde veníamos, hayamos sido capaces de regresar a las casillas de partida. Se denostan logros que se consiguieron, como el valor del progreso o la clase media, para generar sociedades cada vez más dualizadas. Nos queda un trabajo largo por hacer, que hemos señalado en otros artículos, y es no caer en el desánimo y el pesimismo, en un determinismo que cada vez está más presente. Un nuevo contrato social que vuelva a poner el foco en buena parte de esos principios que nos convirtieron en lo que somos. Pero, obviamente, corrigiendo errores, incluso los parajódicos que nos llevaron a esas casillas anteriores.
Los tiempos
Por EQUIPO AICTS / 03 de abril de 2023
Cuando pensamos en escribir este artículo para el Blog de AICTS, pensábamos en un título que nos pareciese que podría abarcar todo lo que queríamos decir. El artículo venía de la entrevista en El País con Joan Benach, experto que había sido designado por el Ministerio de Trabajo del Gobierno de España como coordinador del grupo de expertos que analizaban la relación entre la salud mental y la precariedad. En esta interesante entrevista, Benach calificaba la situación como de "pandemia tóxica" y argumentaba algo que está también demostrado, cómo nuestro sistema económico había avanzado hacia una precarización del mundo del trabajo, con sus consecuencias en todas las dimensiones, incluida una salud mental que se veía todavía más afectada, en un sentido negativo, por los medios que había que poner para afrontar este escenario. La situación viene enmarcada en estos procesos que estamos viviendo, en los que el capitalismo neoliberal ha transformado el mundo del trabajo, hasta dotarlo de unas disonancias que hacen muy difícil compatibilizarlo con unas condiciones de vida dignas. En este sentido, también se entroncarían estas cuestiones con las reflexiones de Esteban Hernández en El rencor de clase media alta y el fin de una era (AKAL), en el que cuenta con esta variable para analizar nuestro tiempo, el peso del trabajo en el ámbito de la identidad (relacionándolo con la dignidad, la seguridad y la prosperidad) y las condiciones materiales. E, igualmente, con el factor tiempo.
Tiempo, o tiempos habría que decir. Estamos en un momento en el que, como bien argumentaba Hernández en su recomendable obra, el tiempo es un bien valioso y determinante que solo pueden adquirir algunas personas y colectivos, pertenecientes a las clases medias altas y altas. Los tiempos de nuestra época se han convertido en una especie de carrera contrarreloj en la que no se llega y se tiene la impresión de estar corriendo en una baldosa. De esta forma, en todos los ámbitos de nuestra existencia hay una presión cada vez mayor por estar trabajando y respondiendo a las demandas continuas de unos empleos, cada vez más precarizados. Pensábamos en esta cuestión cuando, estando estos días en aeropuertos y estaciones de tren, observábamos cómo muchísimas personas ocupaban los tiempos de espera con sus portátiles, trabajando sentados en el suelo, en cualquier lugar. Una realidad que, como decíamos, no solo afecta a las profesiones cualificadas sino también a las no cualificadas.
En todo caso, subyace una especie de ruptura de una promesa que venía desde la década de los noventa del siglo XX, el que el trabajo sería, ahora sí, un medio y no un fin en sí mismo. Que las personas tendrían tiempo, tiempo de nuevo, para su ocio y autorrealización, para vivir una vida más plena que no estuviese dedicada a unos trabajos que eran un medio de susbsistencia. Obviamente, todo ello en una parte del mundo muy específica como la occidental. Habíamos salido de las fábricas, de los trabajos alienantes de la cadena de montaje, de la dureza del sector agrícola y ganadero, de otros empleos que generaban malestar. Era el tiempo, de nuevo, de otras oportunidades vitales. La liberación de las cadenas del trabajo estaba ganándose, nos decían. Obviamente, esto no ha ocurrido así.
Entender que el trabajo no cuenta con otras dimensiones, vinculadas a la subjetividad y a la identidad, es no comprender la totalidad que, en nuestras sociedades, tiene el mismo. Nos socializamos en este valor, con sus pros y contras. Queremos tener una profesión que nos llene, con la que nos sintamos realizados, y queremos tener unos trabajos en los que sus condiciones (salario, horarios, condiciones) no nos lleven a escenarios del comienzo de la Revolución Industrial. En no pocas ocasiones, se van a producir numerosas disonancias y no se conseguirá que una lleve a la otra. Es un hecho. Pero, siempre pensábamos que nuestra evolución social iba camino de mejorar las condiciones laborales y de vida de todos los trabajadores y trabajadoras. No está siendo así, por muchos motivos, y la variable tiempo tiene mucha importancia.
El capitalismo neoliberal de la Globalización, sustentado por las tecnologías, ha llevado a un mundo del trabajo cada vez más polarizado y desigual. Aunque haya numerosas capas y estratos, cada vez son menos trabajadores los que se encuentran en el lado en el que el trabajo cumple todas sus funciones, y cada vez son más en los que estas se van deteriorando, cuando no desapareciendo. Precarización, inestabilidad, competitividad, flexibilidad, etc., son las caras de una moneda que está teniendo especial incidencia en trabajadores no cualificados, muchos de ellos dependientes de tiempos de desplazamientos cada vez mayores para ir a sus lugares de trabajo, en autónomos y también en buena parte de los cualificados, para los que ya tampoco hay horarios. De esta forma, el tiempo se ha convertido en una utopía que queda cada vez más lejana. Se ha asumido que estos tiempos son los de una ocupación, en todos los sentidos, de nuestras jornadas y más. La pandemia aceleró este proceso hasta límites insospechados. Es curioso cómo se ha llegado a este extremo, o no. Igual no es tan curioso. El caso es que el tiempo es cada vez más difícil de adquirir, tiempo para las relaciones familiares, personales, para descansar... Tiempo que no está disponible.
Mientras tanto, los mensajes que nos llegan desde todos los lados, van en otra dirección. Nos hablan de "ciudades de 15 minutos", nos hablan de dedicar más tiempo a lo que importa (¡se creen que no lo sabemos!), nos hablan de la semana de cuatro días... nos hablan. Y todo esto es irrealizable para la mayoría de la población, de una sociedad cada vez más precarizada, menos cohesionada. Porque buena parte de la cohesión social venía de ahí, de unas condiciones de trabajo dignas que permitiesen una seguridad y estabilidad, como señalaba Hernández. Siguiendo su línea de argumentación, hemos regresado a un taylorismo difícil de superar. Pero, no queda otra que seguir luchando para darle la vuelta a este escenario, para generar un mundo mejor y construir un modelo social que nos saque de esta dinámica. Habrá que trabajar duro, un contrasentido en relación a este artículo, pero por este camino vamos muy mal.
Acceso a la vivienda y desigualdad
Por EQUIPO AICTS / 27 de marzo de 2023
En AICTS prestamos atención a los estudios e informes que aparecen frecuentemente desde diferentes ámbitos. De hecho, como puede observarse en relación al presente Blog, suelen nutrir el mismo y servir de argumentos sobre las cuestiones tratadas. Hace unas semanas, un artículo de Ángel Munárriz en InfoLibre nos llevó al estudio de Fundación Alternativas El informe de la desigualdad en España 2022. El impacto de la pandemia, un trabajo que suele publicar dicha institución. Dentro del mismo, y en relación al artículo de Munárriz, "El sobrecoste de la vivienda se ceba con la España pobre y agranda la brecha de la desigualdad", se hacía hincapié al capítulo de dicho informe que, sobre la vivienda, firmaba Jordi Bosch. A lo largo del artículo, en el que también participaban otros especialistas sobre la cuestión, se ahondaba en aspectos clave sobre el acceso a la vivienda y las dificultades para determinados colectivos, con indicadores sobre el coste que implicaba en términos de ingresos que debían dedicarse a la compra o alquiler de una vivienda en función de las clases sociales. Los datos no son una novedad, pero no es menos cierto que este escenario está siendo cada vez más complejo y difícil para no pocos grupos sociales.
La vivienda en nuestro país ha tenido una serie de connotaciones clave para explicar su evolución. En primer lugar, somos un "país de propietarios" en el que el alquiler no ha sido nunca bien considerado y que, incluso, se ha visto de forma peyorativa. El acceso a la vivienda en propiedad está arraigado en nuestro subconsciente colectivo y en nuestros universos simbólicos. La vivienda en propiedad es vista secularmente como una seguridad, como una estabilidad, y también como un signo de prosperidad y de estatus. Habría que echar la vista generaciones y décadas atrás para explicar estos procesos y establecer cómo se fue germinando este relato. La accesibilidad a la vivienda tiene un punto clave también con la "burbuja inmobiliaria" de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Si ya había sido difícil comprar una vivienda, menos alquilarla pero con esa visión que comentábamos no era una opción para mucha gente, peor se puso con aquella parte de nuestra historia que provocó un incremento de los precios hasta límites insospechados. La liberalización del suelo, por un lado, y la facilidad de acceso a los créditos, por otro, sirvió para generar una especie de "tormenta perfecta" en relación a este mercado. Además, la demanda crecía porque eran las generaciones del "baby boom", más numerosas, las que accedían al mercado de la vivienda por primera vez, junto con otros grupos sociales, precisamente las clases trabajadoras y medias aspiracionales que cambiaban de vivienda a otras en barrios periféricos, más modernas. Son años en los que unas generaciones se hipotecan y el pinchazo de dicha burbuja, junto a la crisis sistémica de 2008, dará lugar a situaciones complicadas y a que sea, en parte, la ayuda de las familias las que contribuyan a evitar situaciones de vulnerabilidad y exclusión social. Mientras tanto, otras voces hablarán de que "se ha vivido por encima de las posibilidades", una de las frases más terribles de ese periodo.
La vivienda seguirá siendo en los años siguientes un bien de acceso complicado, que precisará de un elevado esfuerzo económico, y con unos bancos cada vez poniendo más trabas a los créditos e hipotecas. A la par, otros escenarios iban a ir surgiendo para atornillar esa relación entre vivienda y desigualdades. Y es que la gentrificación de los centros urbanos, el ascenso de las viviendas turísticas y la demanda de los alquileres, que también se encarecerán, llegarán a generar un escenario todavía más complejo. De esta forma, el centro de las grandes ciudades se convertirá en un lugar innacesible para no pocas personas y colectivos en función del nivel de renta, siendo también expulsados no pocos de los mismos. Las historias sobre personas de una edad avanzada que, en estas grandes ciudades, comparten piso con alquileres elevados, son frecuentes. Pero, esa misma situación se irá ampliando a más localidades. Sin olvidar las dificultades de acceso a la vivienda, en propiedad o alquiler, en el medio rural. Una de las grandes falacias sobre el mismo es el hecho de pensar que comprar o alquilar una vivienda es fácil. Al contrario.
Además, la precarización del mercado de trabajo y el aumento del coste de la vida da lugar a que la vivienda sea cada vez un bien más innacesible para cada vez más personas. El aumento de los tipos de interés ha ido sumando otra muesca más a este escenario. Barrios periféricos, o ultraperiféricos en el caso de las grandes ciudades, con enormes distancias a los lugares de trabajo, se han convertido en la norma. Cada vez hay menos posibilidades de elección en un país como el nuestro, en relación a la vivienda. Las políticas de vivienda pública, incluyendo los alquileres, no han funcionado en la medida de lo deseable. Hacen falta nuevas políticas de vivienda que pasen por una accesibilidad mayor, aunque con el protagonismo actual del mercado en dicho ámbito, y lo que parece que le queda, la situación se hace muy difícil. La vivienda es una de las bases de la desigualdad, tanto como fin, en su acceso, como medio, en los recursos que se tienen que destinar para su compra o alquiler. Esta es la realidad, y no será porque no se lleva décadas advirtiéndose.
Segregación escolar
Por EQUIPO AICTS / 20 de marzo de 2023
Uno de los principales desafíos y retos de los sistemas educativos es el que hace referencia a la segregación escolar. Es decir, cómo se establecen diferencias entre los centros educativos en función del origen socioeconómico y cultural de los estudiantes que van a escuelas e institutos. La segregación escolar es uno de los procesos que también reflejan las desigualdades en educación. De esta forma, es uno de los principales objetos de estudio de la Sociología de la Educación y de todas las Ciencias Sociales, y otras disciplinas, que investigan y actúan en estos ámbitos. En las últimas semanas, a raíz del estudio La segregación social en las escuelas, un dudoso problema del sistema escolar, realizado por Julio Carabaña y publicado por la Fundación Europea Sociedad y Educación, esta cuestión ha vuelto a estar de actualidad, especialmente porque el informe de Carabaña señalaba que, siguiendo los indicadores de los informes PISA de 2003 a 2018, la abundancia de estudiantes de una determinada clase social (alta, media o baja) tenía una incidencia leve en los resultados académicos individuales y que las acciones para reducir la segregación escolar, por ejemplo el "busing" o el transporte de un alumnado en situación de vulnerabilidad y exclusión a otro tipo de centros, desarrollado décadas atrás en Estados Unidos, o la prohibición de centros privados, son muy difíciles de aplicar. Las respuestas a este informe no se hicieron esperar, con reacciones muy contrarias a los resultados del mismo en Redes Sociales y artículos rebatiendo los argumentos que minusvaloraban el efecto de la segregación escolar, como el de Xavier Bonal en El País, titulado "La política contra la segregación escolar, entre dos aguas", en el que calificaba de reduccionista el estudio por centrarlo en las calificaciones de los estudiantes únicamente.
No cabe duda de que nos encontramos ante un problema que afecta a la igualdad de oportunidades y a la equidad, un problema de gran complejidad, que tiene numerosos factores y variables asociadas. Pero tampoco hay que olvidar que las soluciones no son fáciles y que superan en muchos aspectos a la capacidad del sistema educativo para abordarlas. Sin embargo, el sistema educativo tiene un papel determinante en estos procesos y, uno de ellos, es el que hace referencia a su capacidad para reducir las desigualdades sociales, para generar mecanismos de movilidad social. Habría que diferenciar también algunas cuestiones, como la concentración y segregación. Los dos términos se han utilizado generalmente como sinónimos, pero hay connotaciones. En relación a la concentración de un alumnado determinado en unos centros específicos, con independencia de su clase social, está vinculado con la variable residencial, como apuntaba el propio Carabaña en su informe. Es decir, hay barrios en los que ubican unas clases sociales y colectivos, en función de su renta disponible generalmente, que determinan en buena medida la configuración del barrio. Por otra parte, la segregación se articularía más en relación a unas medidas específicas para concentrar a un alumnado específico en determinados centros. Estos procesos segregadores fueron norma en el pasado. Sin embargo, en nuestros sistemas educativos hay medidas que pueden dar lugar a segregaciones como las que nos ocupan, aunque en buena parte de los casos proceden de la concentración. Estas segregaciones pueden ser directas, por ejemplo a través de los procesos de escolarización, pero también y, especialmente, más sutiles, vinculadas a las capacidades de las familias para desarrollar sus estrategias educativas así como a los medios que pueden poner en funcionamiento a la hora de elegir centro educativo, refuerzos, apoyos, etc.
En España también se ha identificado la cuestión de la segregación con la existencia de la doble red de centros educativos, la pública y la concertada, existiendo una minoría de centros privados sin concierto. De forma más o menos estable, dos de cada tres estudiantes se encuentran matriculados en la red pública y uno en la concertada, mientras que el alumnado de origen extranjero, por ejemplo, se matricula en la pública en un 80%, otro indicador estable. Pero, identificar la segregación únicamente, como se hace en ocasiones, con la existencia de estas dos redes, también implica no ver la realidad del fenómeno. Es cierto que hay disonancias y cuestiones en relación a la concentración de alumnado en unos centros u otros, como por ejemplo el traslado de familias de origen nacional a centros concertados cuando llegó la inmigración. O el peso de determinadas sesgos y visiones de clase relacionadas con el prestigio de determinadas escuelas concertadas. Pero, también hay numerosos centros de estas características con diversidad social y cultural, así como centros públicos en los que también se dan procesos de segregación y concentración de alumnado de clases medias - altas y altas. Por otra parte, se han producido más esfuerzos de parte de las Administraciones Públicas para evitar esos procesos de segregación y concentración por parte de determinados centros, aunque no es menos cierto que hay esfuerzos económicos que las familias tienen que hacer en algunos centros que no se dan en otros. E, igualmente, hay toda clase de experiencias y situaciones, éxitos que también se dan en función de factores, como se recoge en la entrevista con Luis Lizasoain de la Universidad del País Vasco, en la entrevista publicada en El País. En definitiva, y como hemos señalado, un tema complejo y muy difícil de resolver.
El reto es enorme y los factores y variables implicados; la relación directa con las decisiones familiares y las estrategias que madres y padres pueden llevar a cabo; el papel de las Administraciones Públicas dedicando más recursos a los colectivos más vulnerables; el trabajo con las familias; la relación con otros ámbitos como los Servicios Sociales, entre otros; o el seguimiento y evaluación de las políticas dedicadas a este fin, son fundamentales. Se puede decir que los intentos para atajar este proceso existen, por ejemplo, Euskadi, con un sistema educativo más complejo al incorporar en la red concertada la presencia de las ikastolas, ha comenzado una medida de acciones para evitar esta situación. Habrá que ver sus resultados, pero hay que insistir en que el fenómeno no se puede reducir únicamente a la existencia de redes, que influye, sino que hay más elementos que determinan la concentración y la segregación, incluso en algunos casos y territorios de forma consciente.