El coste de la vida (segunda parte)

Por EQUIPO AICTS / 28 de febrero de 2022

Nuestra entrada de la semana pasada se centraba en el coste de la vida y en cómo el mismo se había incrementado en los últimos tiempos, con el aumento de la inflación como un indicador central. Igualmente, se hacía referencia a la necesidad de insistir en estas variables a la hora de analizar las desigualdades sociales y económicas. Lamentablemente, las noticias de la última semana hacen que tengamos que seguir insistiendo en la cuestión. Teníamos previsto escribir una nueva entrada sobre la accesibilidad a la vivienda, tanto en alquiler como en propiedad, cuyas dificultades son estructurales para amplias capas de la población. Y esta cuestión también está vinculada a los costes de la vida. Comprar una vivienda fue, y sigue siendo, un anhelo para una parte de la sociedad que, fundamentalmente en las generaciones pasadas, se veía como una muestra de la movilidad social. Además, en España el acceso a la vivienda se ha entendido, fundamentalmente, a través de la adquisición en propiedad, reminiscencia de una época en la que se comprendía esta compra como una inversión de futuro y una seguridad. Por el contrario, el alquiler se observaba como un "gasto" ya que la vivienda no era tuya. Algunos de estos aspectos culturales siguen presentes en nuestra sociedad. Pero, lo que no ha cambiado es la dificultad que tienen amplias capas de la sociedad para acceder a la misma, especialmente los jóvenes de nuevo, lo que implica la dificultad para realizar un proyecto de vida que implique una emancipación del hogar familiar. Un dato reciente publicado por El Confidencial, correspondiente a un estudio del BCE, incidaba que solo el 50% de los nacidos en la década de los 80 del siglo XX podía comprar un piso. A todo ello, hay que sumar el incremento del precio de los alquileres, lo que también supone un drama tanto para la emancipación como para llevar a cabo determinados proyectos de vida. Esta situación tiene uno de sus principales indicadores en la necesidad de compartir piso para no pocas personas que viven en grandes ciudades.

La noticia que nos ha llevado a seguir con el coste de la vida hace referencia a un interesante y necesario estudio de la Universidad de Barcelona y que ha contado con la colaboración de la Fundación Daniel y Nina Carasso. El mismo lleva el título de Alimentando un futuro sostenible. Estudio sobre la inseguridad alimentaria en hogares españoles antes y durante la covid-19, siendo el primero sobre la cuestión. Los resultados del mismo no pueden ser más elocuentes. El 13,3% de los hogares españoles se encuentra en situación de inseguridad alimentaria, 2,5 millones de hogares y más de 6 millones de personas. Este hecho implica que estos hogares y personas no cuentan con el acceso regular a "la cantidad necesaria de alimentos inocuos y nutritivos capaces de asegurar su crecimiento y desarrollo normal". El estudio también muestra cómo la pandemia covid-19 ha empeorado esta situación ya que la inseguridad alimentaria grave se habría duplicado con la misma. De esta forma, un millón de hogares, casi dos millones y medio de personas, habrían tenido que reducir su ingesta de alimentos por falta de recursos. Además, se habría pasado de un 11,9% de hogares en inseguridad alimentaria al 13,3% señalado. 

El estudio muestra una realidad de nuestro país que se está agravando. La cesta de la compra está aumentando su precio en un contexto en el que las bases de las desigualdades están cada vez más presentes. Este escenario, que seguramente vaya a peor, marca los alimentos, en cantidad y calidad, que las familias y las personas están en condiciones de adquirir. Muchas familias y personas, como en tantas ocasiones, no están en la misma situación o posición de elegir, lo que determina su cesta de la compra y las elecciones que realizan. En no pocos casos, se produce un juicio a estos colectivos porque su alimentación no es sana o sostenible, pero sus recursos determinan una cesta de la compra que implica numerosas elecciones. No todo el mundo tiene la oportunidad de acceder, por ejemplo, a productos frescos de proximidad por el coste que tienen en numerosas ocasiones. Y es que, mirar la cuenta de la cesta de la compra es algo que no pocas familias y hogares tienen que hacer. 

El coste de la vida se va a incrementar también como consecuencia de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los impactos de la misma, primero con el coste de vidas y destrucción que supone el conflicto que está afectando a Ucrania, tendrán su efecto en el aumento del coste de las materias primas, de combustibles y de productos básicos que nos llegan a través de exportaciones de estos países. En definitiva, una reconfiguración de la economía mundial. Un escenario que, en otro orden de cosas pero relacionadas, muestran la dependencia de Europa y su debilitada posición geoestratégica. Es otra cuestión, pero tiene consecuencias materiales.