El futuro de la Educación Superior

Por EQUIPO AICTS / 07 de marzo de 2022

Las sociedades tienen en la Educación una de las principales apuestas en relación a su presente y futuro. Es un hecho obvio y absolutamente justificado. A lo largo del último siglo y medio, la expansión de la Educación, universalización, eliminación del analfabetismo y acceso a niveles superiores de la misma de cada vez más personas y colectivos es uno de los éxitos de nuestro progreso. Lamentablemente, no todo el mundo va al mismo ritmo como demuesta la situación de la Educación y las enormes brechas que existen entre el mundo desarrollado y el que se encuentra en vías de desarrollo. Ejemplos hay numerosos como informes y estudios de organismos como UNICEF u Oxfam Intermon, entre muchos otros. Y es que no hay que olvidar que el acceso a la educación es un derecho, hecho que adquiere una dimensión más amplia si cabe en el caso de la infancia y la juventud. De esta forma, los Objetivos del Desarrollo Sostenible inciden en esta cuestión a través de su Objetivo 4, insistiendo en la ya señalada accesibilidad y en la cuestión de la calidad.

Como venimos indicando en los dos últimos años, el impacto de la pandemia covid-19 en el ámbito de la Educación, en el acceso y en la calidad de la misma, ha sido determinante. De esta forma, los meses de cierre de centros educativos y las complicaciones derivadas de estos tres cursos, especialmente de los dos anteriores, han incrementado y generado desigualdades en el ámbito educativo que, de nuevo, han afectado en mayor medida a los colectivos, familias y alumnos en situación de vulnerabilidad. Los "solucionismos tecnológicos" se han mostrado ineficades, a pesar de que el uso de las herramientas derivadas de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) deben ser claves para reducir las desigualdades y no generar otras nuevas.  

En este contexto, debemos regresar al ámbito de la Educación Superior. La expansión de la accesibilidad a la misma para colectivos de clases trabajadoras y medias aspiracionales fue posible gracias a políticas públicas vinculadas al Estado de Bienestar. Muchas familias en las décadas pasadas pudieron ver cómo sus hijos e hijas acudían a la Universidad, siendo los primeros que llegaban a la misma. A este proceso también contribuyó el sistema de becas que permitió que no pocas personas que no contaban con medios para hacerlo, pudiesen ir a la Universidad. Y, en el caso español, se amplió la oferta a partir de un incremento de estudios y de centros que impartían esta formación, fundamentalmente gracias a la creación de nuevas universidades públicas. Sin embargo, la crisis de 2008 supuso una transformación de las sociedades, con también consecuencias en el ámbito universitario. Se complicó el acceso de las clases sociales que se vieron más perjudicadas por la misma, aumentaron las matrículas y se redujeron las ayudas y becas. Además, la combinación de los cambios organizativos, el Plan Bolonia y el Espacio Europeo de Educación Superior, junto a transformaciones del mercado de trabajo y sociales, han llevado a una menor valoración del título universitario de Grado lo que implica que, cada vez en mayor medida, el contar con un título de Máster, que en no pocas ocasiones son habilitantes para el desempeño de una profesión, sea más necesario. Y no todas las personas y familias llegan en las mismas condiciones a acceder a ese nivel de formación.

El escenario actual se complejiza cuando, a través de un estudio de la Fundación BBVA, recogido en El País, se constata que la inversión en universidades en España representa un 1,1% del Producto Interior Bruto (PIB). Esta cifra es bastante inferior a la que se recoge para Estados Unidos, un 2,5%, y se aleja también del 1,5% de países como Canadá, Países Bajos o Reino Unido, entre otros. No cabe duda que España mantiene una inversión educativa inferior a los países de su entorno, a pesar de los avances de las últimas décadas, salvando el periodo de la crisis de 2008 cuando se redujo la misma como medida de recorte y contención del gasto público. Aunque debe evitar caerse de nuevo en "solucionismos", en este caso educativo, o en argumentos que se basan en razonamientos acerca de que únicamnete con la el aumento de la inversión se puede conseguir una mejora del sistema educativo, no cabe duda que este es un indicador relevante. A pesar del descrédito de las teorías del capital humano, a pesar de que la meritocracia no representa lo que dice representar, la mejora de todos los niveles educativos y el acceso del mayor número de personas posible se hace más necesaria que nunca en el contexto en el que nos encontramos. Insistiendo en que no se puede caer en "solucionismos" y que la inversión en sí misma no garantiza esas mejoras, sino que lo importante también es cómo se realiza la misma, es preciso que nuestros sistemas educativos resuelvan algunas de sus carencias estructurales, mejoren el acceso a los niveles superiores para aquellos colectivos que no tienen la oportunidad de llegar a los mismos, y evite que se creen nuevas brechas y desigualdades que ya se están construyendo.