Las dificultades de las familias

Por EQUIPO AICTS / 31 de octubre de 2022

Si hace una semana analizábamos en el blog de AICTS los resultados del último informe de EAPN, que constataban el aumento de personas y familias en riesgo de exclusión social y pobreza, tenemos que volver a hacer referencia a estas cuestiones ya que nuevos datos e indicadores muestran las dificultades de las familias. El País publicaba el domingo 23 de octubre un extenso artículo de Andrea Rizzi en el que se recogían cifras sobre la pérdida del poder adquisitivo de las familias en Europa. El título no podía ser más explícito, "La erosión del poder adquisitivo de los salarios sacude Europa", aludiendo también a las consecuencias en el sentido del incremento del malestar social, coincidiendo con las protestas en Francia. Rizzi tomaba datos de la consultora Macrobond que reflejaban para junio de 2022 un descenso del poder adquisitivo de los salarios sujetos a convenio en la zona monetaria común europea del 6,2%, con diferencias entre los países pero con una tendencia común. Otros indicadores que recogía Rizzi incidían en este escenario tan complejo.

Ese mismo día, Jorge Zuloaga en El Confidencial titulaba "Las familias empiezan a tirar de crédito para llegar a fin de mes y capear la inflación". Dos artículos complementarios que nos mostraban cómo el encarecimiento de la vida estaba teniendo un impacto directo y evidente en la precarización de la misma. Con datos de entidades como el Banco de España o el BBVA, se mostraba que se había incrementado el uso de la tarjeta de crédito frente a la de débito y que se fraccionaban cada vez más los pagos, mientras que descendían los créditos destinados a grandes gastos. Una muestra más de cómo se va reconfigurando nuestro cuadro de gastos con unos ingresos que cada vez tienen menos capacidad para abordarlos. 

En definitiva, asistimos de nuevo a esa especie de tormenta perfecta pero que no deja de ser el recoger las consecuencias de los procesos de transformación de nuestro sistema en la última década y media. Solemos insistir en estos artículos en el impacto de la crisis de 2008, crisis sistémica de primer orden, así como en las derivadas de la pandemia Covid-19 y en lo que está ocurriendo en la actualidad. Se han ido produciendo una serie de transformaciones clave que nos llevan a un cambio radical en el sistema, que en no pocas ocasiones se ha producido de forma sutil pero cuyas consecuencias son directas. Es como señala el periodista Esteban Hernández, Jefe de Opinión de El Confidencial, y uno de los analistas que desde hace una década mejor ha sabido ver las señales de este proceso. Hernández publica nuevo libro, El rencor de la clase media alta y el fin de una era (Akal), que se inserta en su trayectoria como autor. En la entrevista que se publicó el mismo domingo 23 de octubre en El Confidencia, el autor señalaba en el titular de la misma que "Te puede gustar más o menos el sistema al que vamos, pero ya hemos cambiado de era". De la misma forma, se produce ese aumento de la desigualdad en el que venimos insistiendo y que cuenta con datos e indicadores de sobra. Este mismo mes, en la revista online Ethic, Fran Sánchez Becerril publicaba el artículo "El peligro de la desigualdad (en España)", en el que se ofrecía información sobre la cuestión. 

No sabemos qué deparará el futuro, ni tampoco si seremos capaces de cambiar ese sistema y era al que nos hemos abocado, y que las fuerzas que lo sustentan son muy fuertes, pero no cabe duda de que algo habrá que hacer. Un sistema que genera desigualdad y que va derivando hacia unas bolsas de exclusión social, sin expectativas, con la movilidad social rota, es un sistema que genera enormes riesgos y descontentos, como se observa en la última década con el aumento del voto de diversas opciones ideológicas que se basan en el populismo, especialmente de extrema derecha. Parece que no hemos aprendido cómo se pudo generar un sistema diferente tras la Segunda Guerra Mundial. Obviamente, como hemos señalado en otras ocasiones, las circunstancias eran muy diferentes, pero cabría recabar lecciones de ese periodo. Y también del actual, porque está claro que la dirección no es buena. Familias y ciudadanos ven cómo se precariza su vida, con sus vencedores y perdedores, con colectivos que por su posición social y sus orígenes socioeconómicos están en situaciones más favorables o desfavorables para afrontar esta situación. Pero, sin duda alguna, lo que subyace es un aumento de la desigualdad social y de los colectivos y personas en situaciones más complicadas y vulnerables.