Los cuidados

Por EQUIPO AICTS / 28 de abril de 2025

persona mayorRetornamos a otro de los principales temas que hemos abordado en estos años y que, en el último periodo, se había quedado en un segundo. Es la cuestión de los cuidados y de la situación de las personas que cumplen esa función. Hay que diferenciar a las personas cuidadoras formales y las informales. Las primeras, han crecido a lo largo de las últimas décadas debido al incremento de las personas mayores en situación de dependencia. De esta cuestión, hemos escrito recientemente en el sentido de la necesidad de poner en valor a estos trabajadores y trabajadoras, la mayoría mujeres y una parte muy relevante de este colectivo personas de origen extranjero, en residencias y centros de día, así como aquellas que llevan a cabo su labor en la atención a domicilio. En definitiva, es preciso seguir reivindicando la mejora de las condiciones de trabajo de estos trabajadores y trabajadoras.La cuestión de las personas cuidadoras informales es también compleja. La Ley de la Dependencia, que va a cumplir veinte años en breve, puso de relieve el papel de estas personas que, en su gran mayoría, eran mujeres que habían sacrificado sus vidas y trayectorias para cuidar a las personas dependientes de sus familias. Y, además, en el pasado, la red de centros de días y de residencias no estaba tan desarrollada, ni mucho menos. Desde entonces, se ha mejorado su situación con medidas y actuaciones que hacen referencia no solo a contar con más plazas y posibilidades en residencias y centros de día, sino también a las posibilidades de respiros.

Sin embargo, el escenario sigue siendo complicado, como hemos señalado. El País se hacía eco de diversos estudios sobre la situación de los cuidadores y cuidadoras en el artículo "'Burnout' o síndrome del cuidador quemado: qué es y cómo se padece", firmado por Juanjo Villalba. En el mismo, se recogen datos de Cruz Roja que muestran cómo más del 16% de los hogares españoles viven con una persona dependiente y el 80% de las personas que se ocupan de sus cuidados son mujeres. Igualmente, se hace referencia al hecho de que estos cuidadores y cuidadoras, reiteremos que son mayoría, cuentan con síntomas de "burnout" o estar quemado, incidiéndose en que son muestras de que han llegado al límite. De hecho, otras investigaciones, inciden en estos aspectos y se señala la necesidad de dotar de redes de cuidados para estas personas ya que, de no producirse las mismas, nos encontraremos con colectivos importantes que van a encontrarse en situación de vulnerabilidad, de riesgo de estrés y malestar emocional, depresiones y síntomas físicos como problemas estomacales, dolores de cabeza, etc. Un escenario que puede agravarse en el futuro ante el envejecimiento de la población ya que más personas llegarán a edades más elevadas y una parte importante de las mismas lo hará con dependencias.

La atención a la dependencia ha evolucionado positivamente en nuestro país en las dos últimas décadas, de eso no cabe duda. Pero, como hemos señalado a lo largo de los párrafos anteriores, se encuentra lejos de ser una cuestión solventada favorablemente, o todo lo que podría. Hay numerosas casuísticas, obviamente. En primer lugar, la diversidad de la dependencia y la heterogeneidad de situaciones. En segundo lugar, las posibilidades económicas de las familias, lo que implica que en no pocas ocasiones haya personas que no puedan plantearse que el/la dependiente que tienen a su cargo pueda ir a una residencia o un centro de día por no poder afrontar dicha situación. Han crecido las plazas, las ayudas, y las formas de abordarlas, pero no cabe duda de que todavía hay una barrera en este sentido. Y, finalmente, el hecho de que hay personas que quieren seguir manteniendo a las personas dependientes en su hogar, con ellos y ellas, proporcionándoles los cuidados y la atención que precisan, hasta que incluso ya no pueden más.

Prestar atención a las personas que cuidan a dependientes, tanto formal como informalmente, es una necesidad y debería estar más presente en el conjunto de los Servicios Sociales. Son colectivos que se encuentran en una posición compleja por el tipo de trabajo que desarrollan, los primeros, y por la situación en la que se encuentran los segundos, que en ocasiones incluso no están localizados. Es muy importante el papel de entidades y asociaciones que atienden y trabajan con este colectivo, que sirven de sustento y apoyo, que permiten también el otorgarles de herramientas para abordar las complicadas situaciones que tienen que vivir. Sin embargo, como decíamos, la asignatura no está superada del todo. 













 


































































 

 

 


 



 

 
















El cuidado de nuestros mayores

Por EQUIPO AICTS / 14 de abril de 2025

junior reis R1H2Y7T7m3I unsplashEl envejecimiento de la población se presenta como uno de los grandes retos y desafíos de nuestras sociedades. Es una realidad que nos muestra los avances de las mismas, en el sentido de que cada vez más personas llegan a edades más avanzadas. Las mejoras en las condiciones de vida y en la salud han sido un hecho y se observa en el aumento de la esperanza de vida. Además, no hay que olvidar el hecho de que es un colectivo muy heterogéneo que presenta situaciones diferentes, en función del estado en que se encuentre. Este hecho nos lleva a considerar la situación de su salud, su grado de dependencia en caso de contar con el mismo, y las condiciones socioeconómicas en las que se encuentran, entre otras variables. Una de las cuestiones clave es todo lo relacionado con un sistema de cuidados y de atención a este colectivo, relacionado con los Servicios Sociales como uno de los pilares básicos de nuestro Estado de Bienestar. Bien es cierto que, en el caso de España, es precisamente este aspecto el que ha sido menos desarrollado en el inicio del Estado de Bienestar, pero no es menos cierto también que los avances han sido importnates desde el comienzo del siglo XXI, especialmente con la Ley de Dependencia. Sin embargo, y ante las necesidades crecientes de este colectivo, y su incremento, todavía queda mucho camino por recorrer. 

Uno de los servicios clave para la atención y el cuidado de las personas mayores es la red de residencias y centros de día que cumplen una función clave y determinante. Sin embargo, el sistema se está mostrando insuficiente y cuenta con muchas dificultades a la hora de poder dar salida a una enorme demanda y creciente de personas que precisan una residencia y centros de día. Existe, por un lado, una carencia de plazas en residencias públicas, lo que también condiciona el acceso en función de la variable socioeconómica, a pesar de todo un sistema de conciertos con residencias privadas. Por otro lado, está la cuestión de las condiciones laborales de las personas que trabajan en las residencias y centros de día de las personas mayores, que también precisan de una revisión y de una puesta en mayor valor. Sobre esta cuestión, El Confidencial publicó el pasado mes de marzo un interesante reportaje. Con el título de "La vida secreta de quienes cuidan a tu padre: inmigrantes por 1.100 euros al mes y sin titulación", el mismo abordaba precisamente esas condiciones laborales y establecía un perfil de los trabajadores y trabajadores de estas residencias y centros de día. Obviamente, nos encontramos ante un escenario heterogéneo, pero no es menos cierto que es una situación generalizada la situación de precariedad que viven estos trabajadores y trabajadoras en no pocos casos, realizando una labor vital.

El reportaje de El Confidencial, firmado por Alfredo Herrera Sánchez, mostraba algunas cuestiones centrales en las condiciones laborales de este colectivo, centrándose especialmente en las residencias privadas. De esta forma, se había producido un aumento de la demanda de estos servicios, lo que implicaba una mayor necesidad de trabajadores y trabajadoras. Pero, también recogiéndose la voz de responsables de residencias, se señalaba la dificultad para encontrar personal cualificado y la elevada rotación del mismo. En el lado de trabajadores y trabajadoras, el perfil responde a personas de origen extranjero en su mayoria, que no cuentan con la titulación o cualificación para este tipo de trabajos en no pocos casos, así como con unos salarios bajos, incluso un poco superiores al SMI, así como con unas horarios complicados y amplios. Es un trabajo durísimo, tanto física como psicológicamente, que precisa de una puesta en valor mayor y de unas condiciones salariales y laborales más dignas. De este hecho también se hace eco el reportaje, recogiendo declaraciones de plataformas que lo reivindican.

La atención a las personas mayores, gerocultores y gerocultoras y otros profesionales, precisa de un reconocimiento mayor. Es necesario que el sector se dignifique todavía más, mejorando las condiciones laborales de este personal, así como su formación. Igualmente, es un hecho que se necesitan más plazas en residencias y que, con la estructura demográfica de España, la demanda será todavía mayor. No podemos permitirnos como sociedad, y por dignidad y reconocimiento tanto a trabajadores y trabajadoras como a las propias personas mayores, un sector tan precarizado y con unas condiciones de trabajo que, en no pocos casos, apenas llegan a los mínimos. Son comprensibles las dificultades para encontrar trabajadores y trabajadoras para las residencias y centros de día, pero seguramente una de las soluciones a las mismas, que no la única, será la mejora de esas condiciones laborales. 










 


































































 

 

 


 



 

 
















La transformación de la estructura de los hogares

Por EQUIPO AICTS / 07 de abril de 2025

viviendas espaaA lo largo de estos años, en el Blog de AICTS se han ido analizando los cambios que se están produciendo en nuestras sociedades. Muchos de ellos podemos considerarlos estructurales y dan lugar a unas transformaciones que implican que estas ya no responden a parámetros anteriores. Muchos de estos cambios son positivos, suponen una evolución de la sociedad. Otros, implican retos y desafíos que deben ser tenidos en cuenta para abordar los mismos. Y, finalmente, existen otras situaciones que tienen consecuencias muy claras en esa estructura social y de forma compleja. Algunos son muy explícitos, como la transformación del mundo del trabajo, generándose una situación que estamos analizando continuamente. También hay que destacar el escenario de la vivienda, la dificultad para acceder a la misma, en compra o en alquiler, para cada vez más capas de la población. El descenso de la natalidad, vinculado a las condiciones socioeconómicas, y todas sus consecuencias. Precisamente, en relación a la población abordamos un cambio que se viene produciendo en la estructura de los hogares, también relacionado con la situación de la vivienda y la evolución de las ciudades y municipios. La estructura de los hogares, las personas que conforman los mismos, es un indicador determinante para observar los cambios que se están produciendo en nuestras sociedades. Y los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) son bastante explícitos. El Confidencial publicó hace unas semanas el artículo "Retrato de la España que vive sola: más masculina, más joven y cada vez con más gastos"

La evolución de estos indicadores muestran cómo, en los últimos años, los hogares unipersonales son los que más están creciendo, con una serie de características y aspectos que reflejan precisamente la evolución de la sociedad. Si hace unas décadas, los hogares unipersonales se vinculaban a cuestiones como la emancipación, pero se vinculaba esta en mayor medida a formar una familia, y a las personas mayores que se habían quedado solas por el fallecimiento de uno de los dos cónyuges, en la actualidad los escenarios son en parte diferentes. De esta forma, en 2024, el 11,1% de la población vive en hogares unipersonales. La estimación, si siguen las tendencias actuales, es que en 2039, uno de cada tres hogares será unipersonal, lo que implica que se convierta en la categoría de hogares más frecuente. El artículo también muestra una serie de características sociodemográficas y económicas de estos hogares y de las personas que viven en los mismos. Se observa un incremento de hombres solos, de personas de 30 a 65 años, cuando antes estos hogares se encontraban más conformados por mujeres mayores de 65 años. Además, también se incide en que es en las grandes ciudades y en los municipios rurales donde se produce una mayor presencia de hogares unipersonales. Y, uno de los indicadores más relevantes, es el hecho de que en estos hogares se produce un incremento de gastos, lo que también limita a las personas que pueden vivir solos. De hecho, es muy reducido el número de personas que viven solas y que cuentan con menos de 30 años aunque quisieran, obviamente, ya que no pueden acceder a una vivienda ante la imposibilidad de poder costearla, sea en propiedad o en alquiler. Igualmente, también se observa la diferencia entre el hecho de que vivir solo sea una elección o una situación obligada, por ejemplo separaciones, divorcios o viudedad. 

Como hemos indicado anteriormente, estos datos nos muestran una serie de cambios de nuestras sociedades, donde se combinan factores que lo explican que van desde lo económico a los sociales. La situación de la vivienda, esa crisis estructural que parece no tiene solución, explica que muchas personas no puedan acceder a una vivienda para vivir solos, si quieren. Pero, también, los cambios derivados de los procesos que están ocurriendo en las estructuras familiares, con un incremento de separaciones y divorcios, con hogares unipersonales que ya no responden a esos criterios más clásicos. Son cambios que deben ser seguidos y analizados porque nos muestran transformaciones de las sociedades, y también nuevos retos y desafíos para dar respuesra a las consecuencias de los mismos. 






 


































































 

 

 


 



 

 
















El coste de tener hijos

Por EQUIPO AICTS / 31 de marzo de 2025

familiasLa situación de la natalidad en España se encuentra en el momento más bajo que se recuerda. En la actualidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índide de Fecundidad, número de hijos por mujer, se ha situado en 1,16, muy lejos de la Tasa de Reemplazo que es 2,1. Este escenario es una realidad desde hace décadas y las soluciones que se postulan no han dado resultado. Partiendo de la base de la transformación del sistema de valores de nuestras sociedades, superando el hecho de que la elección de tener hijos es eso, una elección, y no una "obligación" y que, por decisiones de proyectos de vida, hay personas que no van a tener hijos, y es legítimo, no es menos cierto que muchas personas que quieren tenerlos o tener más, no pueden hacerlo por las condiciones socioeconómicas. También hay que recordar que nuestra visión de la natalidad pasa, mayoritariamente, por la planificación, por decidir en qué momentos de nuestras vidas queremos tenerlos, y estos suelen estar vinculados con la consolidación laboral y profesional, con contar con una vivienda, y con una base que permita tener y criar hijos con una estabilidad y seguridad vital. Se ha llamado a este proceso "hijos de calidad", hecho que es contestado desde determinadas voces que indican que antes se tenían hijos sin considerar los escenarios económicos o de estabilidad, o que hay colectivos que sí que los tienen con independencia de si pueden o no. Pero, no cabe duda de que este proceso es un avance lógico, en el sentido de que padres y madres quieren darles a sus hijos e hijas toda la seguridad y estabilidad posibles, y más. Cuestionar que no se tengan hijos por motivos socioeconómicos tiene poca base. Más adelante volveremos sobre la cuestión.

Sobre transiciones y procesos demográficos se ha escrito y explicado todo de forma constante. Hay unanimidad en el diagnóstico, nuestras sociedades han evolucionado en relación a la transformación de los sistemas de valores y, como hemos señalado anteriormente, lo que era una "obligación", tener hijos, es una opción. Junto a ello, cuestiones centrales y clave como la emancipación de la mujer, los métodos anticonceptivos, etc. Tras el "baby boom" de las décadas de los 50 a finales de los 70 del siglo XX, que en España fue un poco más tardío, la Natalidad comenzó a caer paulatinamente en un descenso constante. Por ejemplo, en el caso español, ya en la década de los 80 del siglo XX se observa claramente, intensificándose en las décadas del siglo XXI. De hecho, si España ha conseguido que su población aumente significativamente en varios millones de personas desde finales del siglo XX es por la inmigración. La situación de la Natalidad ha dado lugar a un Crecimiento Vegetativo en no pocas ocasiones negativo. El aumento de la edad del primer hijo, ya por encima de los 30 años en el caso de las mujeres, también es un indicador de este escenario, lo que limita la posibilidad de un segundo hijo. Además, aunque los colectivos que son de origen extranjero, muy heterogéneos también en sus estrategias en relación a tener hijos, tienen fecundidades más elevadas, no es menos cierto que tampoco superan la Tasa de Reemplazo y que, a medida que se van consolidando las segundas y terceras generaciones, también se observa un descenso del Índice de Fecundidad.

Pero, de nuevo, debe insistirse que es la variable económica la que determina el hecho de que muchas personas que manifiestan que quieren tener hijos, o quieren tener más de los que tienen, no pueden. Este hecho queda claramente visibilizado en un estudio reciente de Save the Children que aborda estos aspectos y que muestra una situación compleja. A través de fuentes secundarias, basadas en las rentas de los hogares, en 2024, criar un hijo o hija en España tenía un coste de media de 758 euros. Y esta cifra había crecido un 13% con respecto a 2022 debido a la inflación. Además, el coste de la crianza es todavía mayor en la adolescencia. De esta forma, y siguiendo los resultados del informe, "1 de cada 2 familias con hijos o hijas en España debe destinar más de la mitad de su renta a los gastos de crianza, que cada vez ocupa una porción mayor de las rentas del hogar". Save the Children detalla y específica cada partida de gasto, incluyendo todos aquellos conceptos que están vinculados a la crianza, y también indica la evolución de los mismos, aumentando la gran mayoría de ellos, aunque alguno desciende como el transporte. Además, también señala algunas soluciones a esta situación como sería institucionalizar una prestación para la crianza, entre otras. Igualmente, se incide en el hecho de que este coste influye en el riesgo de pobreza y en la vulnerabilidad de niños y adolescentes. 

Los datos e indicadores que nos muestran este interesante informe no son una novedad, lamentablemente. Sin embargo, sí que nos permiten ver claramente, y poner cifras, a criar a hijos en España. Obviamente, son medias, hay importantes diferencias en función de las rentas disponibles de las familias y de la variable territorial. Pero, no cabe duda de que hay un incremento del coste de la crianza, a la vez que se ha producido una precarización del mundo del trabajo. Y, en este sentido, cobra también especial importancia el hecho de que muchas familias precisan de ayudas de sus padres y madres para estos gastos, como señalábamos en artículos anteriores. Las soluciones, si se quiere abordar este escenario en serio, pasan primero por una cuestión tan estructural, y que no puede ser en el corto plazo, como es el contar con mejores salarios y condiciones laborales. Esto, como decimos, no es inmediato. Mientras tanto, las Administraciones Públicas deben seguir trabajando en cuestiones como la conciliación, las ayudas e incluso la prestación que propone Save the Children. Sin embargo, no parece que ni a corto ni a medio plazo el escenario vaya a cambiar a un ascenso de la Natalidad. Más bien al contrario. 






 


































































 

 

 


 



 

 
















La ayuda familiar

Por EQUIPO AICTS / 24 de marzo de 2025

viviendasNo dejamos de abordar en el Blog de AICTS los escenarios a los que se enfrenta buena parte de la sociedad en relación al acceso a la vivienda, como un indicador de las transformaciones a las que nos estamos enfrentando aunque, realmente, podemos considerar que son estructurales. Y, en este caso, nos centramos a cómo las familias, padres y madres, tienen que apoyar a sus hijos e hijas, nietos y nietas incluso, para acceder a la vivienda. Pero, no solo eso, sino que también en otros ámbitos de la vida y de las inversiones y gastos que tienen que llevar a cabo. Y, este hecho ocurre ya no solo en los momentos en los que se emancipan las personas, que es en este caso, por ejemplo, cuando se produciriría una ayuda, sino también a lo largo de sus trayectorias vitales. La ayuda familiar, especialmente en modelos de sociedad como los nuestros, basadas en unas concepciones familistas del Estado de Bienestar, ha sido determinante. No solo cubriendo las etapas vitales, lo que puede ser por ejemplo la ayuda en los estudios, sino en esos pasos vinculados a la adquisición de la vivienda. Las generaciones que pasaron de clases trabajadoras y del éxodo rural a las clases medias aportaron a sus hijos e hijas capitales para la emancipación, obviamente aquellas que pudieron. Luego, estas mismas generaciones también asumieron labores de cuidado de nietos y nietas. Y, por supuesto, el impacto de la crisis sistémica de 2008 habría sido todavía más amplia de no ser por el apoyo familiar, cuando muchas personas se vieron en el desempleo, o en una elevada precarización de sus condiciones de vida, y fueron las familias las que acudieron en su ayuda, viviendo situaciones muy complejas. Este hecho, lógicamente, tuvo sus consecuencias en las propias familias, que vivieron una pérdida de rentas y sufrieron importantes procesos de estrés. Además, estas generaciones habían conseguido contar con recursos y ahorros, cosa que las siguientes no, lo que implicará que no puedan ayudar a sus hijos e hijas de la misma forma. 

Sin embargo, la ayuda familiar ha quedado fijada como una necesidad en no pocos casos para los proyectos de vida. Y no se trata únicamente de que padres y madres ayuden a sus familiares en caso de necesidad, por ejemplo cuando ocurre un problema o viene un gasto imprevisto, hecho que es cada vez más frecuente al existir más familias y personas que viven en un día a día permanente, como consecuencia de la precarización del empleo y del incremento del coste de la vida. No, es algo que se ha convertido en estructural, y que afecta transversalmente a la sociedad. En un artículo reciente de Esteban Hernández en El Confidencial, bajo el título "Por qué cada vez más gente que vive en Madrid es ayudada por sus padres", el escenario es dibujado de forma precisa. Hernández parte de un hecho que puede considerarse específico. Son personas que viven en Madrid, una gran ciudad que ha visto complicarse el acceso a la vivienda, como todas. Y afecta a muchas personas que también vienen de otras ciudades a trabajar y vivir en Madrid porque es en este tipo de localidades donde se concentran en mayor medida las oportunidades. Hablamos también de personas de clases medias y medias altas, cuyo proyecto de vida pasa por estos pasos. Hernández traza la línea que va de este fenómeno a una generalidad cada vez más amplia, señalando acertadamente que el nivel de vida serían los padres y que, en no pocos casos, se produce un adelanto de lo que sería la futura herencia para esos costes derivados de los proyectos de vida o incluso, como hemos señalado anteriormente, para vivir en el día a día.

En la misma dirección, pero centrándose en la cuestión de la vivienda, El País publicaba el reportaje "Emancipados a medias: 'Trabajar, compartir piso y necesitar ayuda de tus padres es surrealista'", firmado por Luis Paz Villa. Como en otras ocasiones, el artículo se basa también en testimonios de jóvenes, y no tanto, que se encuentran en esa situación. De nuevo, aunque sea un proceso que afecta en mayor medida a las grandes ciudades, es una realidad cada vez más extendida. La emancipación a edades tempranas se ha ido convirtiendo en una especie de quimera debido a las dificultades del mercado laboral y de la precarización de la vida, junto con el incremento de los precios de las viviendas, tanto en propiedad como en alquiler. Compartir casa era visto como una etapa de la vida, correspondiente a los momentos de estudiar o de una primera emancipación, como una fase, pero se ha extendido en muchos casos. La ayuda familiar acude al rescate incluso en situaciones de precariedad. Y, estas situaciones van a provocar también un impacto psicológico y en la identidad de las personas.

Por lo tanto, la ayuda familiar en nuestras sociedades sigue siendo una realidad determinante. Hernández señalaba en su artículo que habíamos pasado de una situación en la que eran los hjos los que ayudaban a sus padres a otra donde es lo contrario. Y es así cómo está ocurriendo. Podemos focalizarlo, porque es un hecho clave, en la cuestión de la vivienda, especialmente en el caso de las grandes ciudades pero no únicamente. Pero, afecta a numerosos más ámbitos, como cuando ocurre un gasto imprevisto. Al final, y siguiendo las tesis planteadas por Hernández, estamos ante un desclasamiento cada vez más evidente, generándose disonancias muy significativas entre la clase social a la que uno cree pertenecer y en la que realmente se encuentra. 





 


































































 

 

 


 



 

 
















Adolescencia

Por EQUIPO AICTS / 17 de marzo de 2025

pokemon pokemon go phone game 159395Todas las etapas de la vida tienen sus situaciones y especificidades, sus retos y desafíos. Vivimos en un periodo en el que, en no pocas ocasiones, ritos de las diferentes etapas se han trastocado y, además, también se han producido transformaciones en los tiempos que podían durar las mismas. Es evidente que algunas de ellas, especialmente las iniciales y las finales, tienen unas fronteras más definidas, especialmente por cuestiones biológicas, pero otras no. De hecho, no faltan visiones que señalan que, por ejemplo, ser joven no depende de la edad sino de cómo uno se sienta y se tome la vida. Pero, no cabe duda de que si hay una etapa que está siendo trastocada especialmente en nuestro tiempo es la de la adolescencia y la primera juventud. Una etapa de la vida que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que va de los 10 a los 19 años, lo que también nos muestra una elevada diversidad de situaciones, porque no es lo mismo de 10 a 15 años que de 16 en adelante, a los 16 se ha podido dejar de estudiar y comenzar a trabajar. Es una etapa que fija buena parte de los aspectos de nuestra identidad, una etapa que tiene unas consecuencias que pueden ser determinantes en muchos aspectos. La adolescencia, por tanto, es una época de cambio, de transformación, de búsqueda, de encuentro, pero también de dudas e incertidumbres. Nuestra época es fascinante para ser adolescente, seguramente todas lo han sido, pero no es menos cierto que sus condiciones también implican un aumento de esas dudas, incertidumbres y desafíos en comparación con las anteriores. Además, también contamos con un enorme volumen de información sobre la misma, sometida a un continuo escrutinio. Pero, a pesar de ello, también existe incomprensión y cuestionamiento de unas generaciones, como siempre ha ocurrido. 

ETHIC publicó un interesante artículo, firmado por Patricia Fernández Martín, bajo el título "¿Cómo es ser adolescente hoy en día?". En el mismo, se identifican algunas de las cuestiones que afectan a este colectivo, como por ejemplo la soledad no deseada, la precariedad laboral y la conexión digital. Para abordar estos complejos escenarios, se incide en el papel del apoyo familiar, así como la prevención a través de programas comunitarios, que sirvan de prevención y apoyo a situaciones que se pueden generar vinculadas a esta soledad o a determinadas adicciones, cobrando especial atención la cuestión de las tecnologías. No cabe duda de que, una de las cuestiones centrales a la hora de abordar la situación de los y las adolescentes es el papel de las citadas tecnologías. Este cambio, en los últimos 25 años, es un proceso estructural, que afecta a todos los ámbitos de la vida y a todos los colectivos. Pero, en el caso de los y las adolescentes es todavía más amplio. Las tecnologías son omnipresentes y, en mayor medida, en este grupo. Buena parte de sus interacciones pasan por el papel de las Redes Sociales, por ejemplo, fundamental las más visuales y basadas en la imagen, como son Instagram y TikTok. Una sociedad que también se basa en exponerse públicamente a través de estos canales. Pero, este hecho no afecta únicamente a adolescentes y jóvenes, por mucho que habitualmente se incida en ello. Pero, obviamente, en unos colectivos de esas edadas, tan sensibles y en un periodo de construcción de su identidad, la exposición a las Redes Sociales y las pantallas puede tener consecuencias muy graves. La prevención y gestión de estos procesos, por ejemplo con cuestiones como la soledad no deseada, paradójica en un tiempo de tanta conectividad pero real, es clave. Pero, la digitalización es una realidad estructural, como decíamos, y llega a todos los niveles. La consecuencia más dura son los casos en los que se produce una adicción a las pantallas, y este hecho también ocurre a otros grupos de edad y no es exclusivo de estos colectivos, y para ello insistimos en la necesidad de la prevención y la gestión. Paradójica una época en la que decimos que esta situación es un problema pero, por otra parte, toda nuestra vida se basa en las tecnologías.

Otra cuestión clave que aborda el artículo de Fernández Martín es el acceso al empleo. Es un tema que, en el Blog de AICTS, hemos señalado en numerosas ocasiones para los jóvenes. En el caso de las personas que con 16 años entran en el mercado laboral, la situación se complejiza mucho más. Por un lado, hay que tener en cuenta que son colectivos que han dejado los estudios por lo que su cualificación será, en el mejor de los casos, el graduado de Secundaria. Es decir, la limitación de trabajos y su tipo es alta, enfrentándose a una precariedad que puede ser el primer paso de la misma y alargarse, o bien es una estación más en ese camino porque su origen socioeconómico va a determinarlo. Por otra parte, hay personas que a partir de los 16 años se ponen a trabajar por necesidad, aunque sigan estudiando, o por entrar en el mercado laboral y contar con unos ingresos para sus gastos. En ambos casos, y con el esfuerzo que supone, la situación es similar a la anterior, y es encontrarse en un mercado laboral con precariedad. Sí, sabemos que antes la situación no era muy diferente, pero ha ido claramente a peor, sin entrar en idealizaciones del pasado.

Por lo tanto, situaciones complejas para los y las adolescentes. Sí, como siempre ha sido, y es obvio que hubo épocas en las que ser adolescente era mucho peor, como todo. Pero, en la actualidad, este colectivo se enfrenta a retos y desafíos que nos afectan a todos porque, por un lado, debemos tener en cuenta la responsabilidad intergeneracional y, por otra parte, que son las personas que van a definir y protagonizar la sociedad del mañana. 



 


































































 

 

 


 



 

 
















El impacto del descenso de la natalidad en el sistema educativo

Por EQUIPO AICTS / 10 de marzo de 2025

El debate sobre el impacto del descenso de la natalidad en el sistema educativo está encima de la mesa hace tiempo. Sin embargo, ante el proceso que estamos viviendo, el escenario está presentándose ya como urgente. El pasado 28 de febrero, Ignacio Zafra publicaba en El País un extenso reportaje que abordaba la situación, con diferentes visiones sobre la situación en relación a las medidas a tomar. Bajo el título "'En clase de mi hija son 10': empiezan a morir colegios por falta de niños en las ciudades", se mostraban casos en los que había centros educativos que estaban ya en un claro retroceso en las matriculaciones de niños y niñas en Educación Infantil. Estos testimonios se completaban con la visión de distintos expertos sobre las medidas a abordar ante este escenario que es estructural. Partiendo de la base de la medida que ha comenzado a articular el Gobierno Vasco para fusionar centros educativos, se presentaban las visiones de reconocidos expertos como Lucas Gortazar, de EsadeEcPol, que incidía en que esta solución sería la que tendría que ir dándose en el resto de España, además de incidir en que se cerrarán centros educativos. El mismo escenario, en relación a la fusión de centros, señala la Fundació Bofill. Pero, por otro lado, diferentes visiones desde el ámbito de las administraciones educativos relativizaban la situación, presentándose como una oportunidad para la bajada de ratios. Otros de los debates que se recogían en este artículo era la situación de los cierres en relación a la titularidad de los centros, públicos o privados concertados, así como en el caso del empleo. De esta forma, el cierre de centros afectaría al empleo, especialmente en los segundos, ya que en los primeros su impacto sería más relativo, debido a la condición de funcionarios, pero sí que tendría consecuencias en las interinidades y en las futuras contrataciones. En el caso de los concertados, ya hay casos de fusiones de centros en los que ha habido un impacto en el empleo.

El escenario, por lo tanto, es complejo y precisa de una planificación ante esta situación. Como hemos señalado anteriormente, no está siendo algo inesperado ni imprevisto. Al contrario, la situación de la bajada de la natalidad viene dándose desde hace décadas y, a pesar de mitigaciones vinculadas al impacto de la inmigración y a que las últimas generaciones del "baby boom" tuvieron sus hijos tardíamente, alrededor de los 30 años, en los años 2008-2010, la situación es complicada. La natalidad ha seguido descendiendo y cada vez se observan más dificultades para tener hijos en parejas que tienen como parte de su proyecto de vida el tener hijos e hijas. El retraso de la edad del primer hijo sigue aumentando y la precarización del empleo y de las condiciones de vida, el acceso a la vivienda, y el hecho de que la estabilización laboral y profesional se alargue en el tiempo, condicionan claramente esta situación. De esta forma, con unos índices de fecundidad que apenas superan el hijo por mujer, con desequilibrios territoriales pero con un escenario negativo en todas las regiones, el dato es concluyente: en una década, España ha perdido casi medio millón de alumnos y alumnas. 

Hay que recordar que, a pesar de sus debilidades y disfuncionalidades, la evolución del sistema educativo español, con las competencias transferidas a las Comunidades Autónomas, ha sido uno de los grandes cambios de la sociedad española en las últimas tres décadas. A lo largo de los últimos años, uno de los debates más recurrentes ha sido también el del descenso de las ratios, para garantizar una mejor calidad y una atención más personalizada de la educación. Además, también los debates han contado con el escenario de la oferta educativa, en un país en el que la libertad de elección de centro es un derecho. El aumento de la oferta de la educación privada concertada, también con importantes desequilibrios regionales, ha estado en el debate. Sin embargo, no es menos cierto que, a pesar de estos escenarios, no se han producido grandes cierres de centros. De hecho, aunque se han dado también en ciudades, la mayor parte de los mismos se han producido en entornos rurales afectados por procesos de despoblación. Y sin olvidar que las ratios para mantener una escuela abierta en no pocas Comunidades Autónomas son cinco estudiantes por escuela, dándose el caso de situaciones en las que hay colegios con tres o cuatro niños y niñas.

El escenario está ahí y la fusión de centros es una realidad que ya se está dando en algunos lugares. También se están produciendo situaciones en centros concertados en los que se da ese proceso, con su impacto en el empleo. Por otra parte, el debate sobre la reducción de las ratios puede tener un límite, ¿hasta qué cifra se puede llegar? Además, la cuestión del aumento de la oferta educativa tanto en el caso de la pública como de la concertada es relevante, cuando se observa que, en la actualidad, sobran plazas. Un debate, por lo tanto, muy importante porque afecta a uno de los derechos básicos como es la Educación y precisa de planificación y estrategia no solo al corto plazo, sino al medio y largo plazo, aunque las proyecciones de población indiquen que, en la próxima década, pueden darse leves repuntes a medida que diferentes grupos de edad vayan llegando a la natalidad. Pero, obviamente, eso no será una solución a un escenario como el actual. 



 


































































 

 

 


 



 

 
















A vueltas con la vivienda (y sin solución)

Por EQUIPO AICTS / 03 de marzo de 2025

En el Blog de AICTS, son numerosas las entradas que hemos dedicado en estos años a la cuestión de la vivienda, su situación y la accesibilidad. Las últimas, no hace mucho tiempo. Y es que, una vez más, debemos incidir en el escenario del mercado de la vivienda y de cómo se está produciendo una exclusión del mismo para numerosos colectivos. La vivienda digna es un derecho pero, como pasaba hace dos décadas y media y durante buena parte de la primera década del siglo XXI, este derecho es papel mojado. Las noticias que van surgiendo sobre la vivienda muestran nuevos datos e indicadores sobre las enormes dificultades para buena parte de la población para acceder a la misma. Y el escenario no va a mejor, al contrario, a peor. No se atisban soluciones de carácter político que puedan regular un mercado que se ha descontrolado a lo largo de estos últimos años.

Hay que partir de la base, como hemos planteado en otros artículos, que la cuestión de la vivienda en España tiene unas características estructurales y específicas. Somos una sociedad que valora especialmente la vivienda en propiedad, como un mecanismo de seguridad de "tener algo tuyo". Esta mentalidad, muy interiorizada por generaciones y generaciones, que sigue estando presente, ha sido parte de nuestra socialización y se relacionada con un proceso de movilidad social y de construcción de unas clases medias. Es decir, la vivienda en propiedad era un símbolo de estatus. La vivienda en alquiler, por el contrario, se entendía como algo provisional, como un paso previo, o como una muestra de la imposibilidad de poder acceder a una vivienda en propiedad. Muchas generaciones recordamos el mantra que era lugar común: "un piso en alquiler, es tirar el dinero". Sin embargo, durante parte de este periodo, acceder al mercado del alquiler era más factible y viable que al de la propiedad. Es decir, había un stock de viviendas en alquiler que eran accesibles y que permitía otras acciones dentro del proyecto de vida. Te podrían estigmatizar, pero se podían pagar los alquileres.

También hemos señalado en no pocas ocasiones todo lo ocurrido en aquellos años de la "burbuja inmobiliaria", un periodo terrible para la cuestión de la vivienda en el que el mercado se desató a través de varios factores. Además de los sociológicos y culturales, era una época de expansión económica, con no pocas personas de las generaciones del "baby boom", es sus estertores, accediendo a la vivienda en propiedad. Había factores como el hecho de que parte de estas generaciones habían retrasado su edad de emancipación, por estudios y precisamente por conseguir una vivienda en propiedad, lo que les había permitido contar con ahorros gracias a haber vivido en casa de sus padres. Además, sus familias, en caso de ser posible, también les iban a apoyar con ayudas para entradas, por ejemplo. Finalmente, el sistema bancario iba a facilitar el crédito, lo que también empujó a un mercado de la vivienda a niveles desconocidos. Nuestras ciudades cambiaron radicalmente, surgieron nuevos barrios en todas ellas. Compraban las viviendas las personas que accedían a la misma por primera vez, sí, pero también sus padres y madres que, muchos de ellos procedentes de las clases trabajadoras, dejaban sus barrios en los centros de las ciudades para irse a estas nuevas zonas. De nuevo, una cuestión de movilidad y de estatus, pero especialmente de mejora de sus condiciones de vida. El incremento del precio de la vivienda en propiedad, no el del alquiler, generó una situación en la que personas y familias se hipotecaban para 30 o 40 años. Lo que vino después, con el estallido de la "burbuja inmobiliaria", todo el mundo lo recuerda: crisis estructural de un sector, desempleo, desahucios... Y el error de pensar que esto no podría volver a ocurrir, pero está pasando de nuevo.

Hoy, la crisis del acceso a la vivienda tiene otras connotaciones. Afecta por igual al precio de la vivienda en propiedad y al alquiler. Es decir, no se salva ya ningún ámbito. La transformación de las ciudades, la turistificación, la presión sobre el mercado, son factores determinantes que han dado lugar a la situación ya descrita en otras entradas del Blog. Esta semana, dos artículos y noticias han incidido en la cuestión. En ETHIC, Raquel C. Pico analizaba el escenario en un interesante trabajo bajo el explícito título "La expulsión inmobiliaria". Los datos, no por conocidos, son elocuentes. Las enormes diferencias entre el aumento del precio de la vivienda, insistimos que tanto en propiedad como en alquiler, y el de los salarios; la precarización y la imposibilidad de comprar un piso para una parte de la población. Pico termina el artículo indicando que "Algunos análisis ya advierten que la brecha del mañana para la población millennial será entre quienes hereden casa de sus padres y quienes no". Y aquí aparece un elemento clave como es, una vez más, la importancia del origen familiar y su nivel económico. La herencia será una vivienda en propiedad, está claro. Esta cuestión, el peso de la familia en el acceso al mercado de la vivienda, o en contar con una, se relaciona con la noticia que publicaba El País titulaba "Las familias donan más dinero que nunca a los hijos para ayudarles a comprar una vivienda", señalando que, en 2024, los notarios habían registrado más de 200.000 cesiones de dinero a familiares para la compra de vivienda. Es la cifra más elevada en la historia de España en este indicador. De nuevo, como en tantas ocasiones, la ayuda de la familia es determinante y puede condicionar el acceso a la vivienda. 

En definitiva, un escenario dantesco que nos muestra que no aprendimos mucho, o nada, del pasado. Que está volviendo a pasar, aunque de forma incluso más exagerada. Que las políticas públicas están fracasando en este sentido, no observándose una dirección clara en relación a cuestiones como la gestión del suelo, la vivienda de protección oficial (¿recuerdan aquellos sorteos?), o la vivienda y el alquiler social. Son parches que no cubren el grueso del problema. 


 


































































 

 

 


 



 

 
















La visión de las personas mayores

Por EQUIPO AICTS / 24 de febrero de 2025

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha dado a conocer los resultados de un sobre edadismo que se llevó a cabo a comienzos de 2025. Los principales resultados de esta encuesta, que contó con una muestra de más de 5.000 encuestas a mayores de 18 años en el conjunto de España, muestra algunos indicadores sobre la visión de las personas mayores, su situación y las principales problemáticas que les afectan. De esta forma, el 68,9% de los encuestados y encuestadas indicaron que este colectivo tiene muchos o bastantes problemas, mientras que la percepción de la situación en relación a los menores de 35 años era que el 82,5% pensaban que este grupo tiene muchos o bastantes problemas. El CIS recoge también los problemas que tiene este colectivo, además de la percepción del conjunto de la muestra sobre las mismos. De esta forma, el 25,1% indicaron que los principales problemas de las personas mayores es que no cuentan con recursos económicos suficientes para cubrir sus gastos cotidianos; el 18,1% señala que para este colectivo no hay suficientes recursos públicos en forma de centros de día, residencias, ayuda a domicilio, entre otros medios vinculados a la atención a la dependencia; y un 14,3% respondió que la soledad y la falta de contactos sociales de este grupo de edad. En este sentido, prácticamente el 90% de los encuestados y encuestadas señalaron que las personas mayores sufren más soledad que las personas jóvenes. 

Con respecto a los resultados que mostraron las personas mayores de 65 años, destacan algunas cuestiones que nos muestra algunas tendencias en nuestras sociedades. Por ejemplo, una de las cuestiones sobre las que se preguntó en este estudio del CIS es la relación con las Administraciones Públicas, en el sentido de la realización de gestiones y de ser atendidos y atendidas. De esta forma, casi el 50% de las personas mayores de 65 años indicaron que, cuando han tenido que llevar a cabo estas gestiones, se les ha señalado que tienen que pedir cita previa a través de Internet, no sabiendo cómo hacerlo. Además, uno de cada tres indicaba que muchas o bastantes veces se les había señalado desde una oficina pública que el trámite por el que hacían la consulta tenía que realizarse a través de Internet, sin darles opciones de hacerlo presencialmente. Para más del 50%, es muy difícil o difícil realizar gestiones con la Administración Pública y para un 47,2% "solventar contratos o incidencias con proveedores de electricidad, telefonía y seguros". Mejor escenario mostraba la atención en centros de salud, con un 72,5% indicando que era fácil o muy fácil pedir cita en los mismos.

Otra cuestión importante es la relacionada con el cuidado de nietos y nietas. Un 46,7% señalaron que habían tenido que hacerse cargo del mismo cotidianamente mientras sus padres trabajaban. También un 38,3% indicaron que antes llevaban a cabo esta función pero que, en la actualidad, ya no. Es interesante observar que, para el 58,6% de este colectivo encuestado, los hijos atienden peor que generaciones anteriores a las personas mayores, mientras que un 9,1% se situaban en el sentido contrario. Y, con respecto a cuestiones vinculadas al edadismo, la discriminación en función de la edad, un 22,9% señalaron que percibieron disgusto o impaciencia en las personas que les atendían por no entender bien lo que decían, mientras que un 31,1% han tenido esa percepción pocas veces, todo ello en los últimos 12 meses. El 10% se sintieron ignorados por la edad muchas o bastantes veces, mientras que un 24,3% pocas veces. 

Como se ha indicado anteriormente, estos datos muestran tendencias y situaciones que están muy presentes en nuestra sociedad, a pesar de los avances que se han logrado. En primer lugar, hay que reiterar la diversidad y heterogeneidad de las personas mayores. Sin embargo, sí que se observa a través de estos datos el hecho de que existe una parte de este colectivo que cuenta con importantes dificultades para cubrir sus necesidades. También que hay situaciones y escenarios de soledad entre las mismas, que es una de las cuestiones que más preocupan en los últimos años en relación a este colectivo. Muy interesante es también constatar las dificultades de parte de las personas mayores para relacionarse con las Administraciones Públicas, y otros ámbitos, en relación a los procesos de digitalización que se han llevado a cabo. Es otro aspecto que se viene alertando desde hace tiempo, y que no afecta a todo el colectivo por igual, pero que sí que está generando brechas significativas y que, además, da lugar a situaciones complejas en relación a determinados trámites, muchos de ellos cotidianos, para los que precisan de ayuda. Finalmente, el hecho de que casi el 60% de los encuestados y encuestadas mayores de 65 años piensen que los hijos e hijas actuales atienden peor a sus mayores que antes, es un indicador muy relevante, que tendría que dar lugar a reflexiones más profundas sobre cómo estamos atendiendo a las personas mayores. En definitiva, un estudio muy interesante que muestra datos y percepciones que inciden en la situación de este colectivo. 

 


































































 

 

 


 



 

 
















El cambio de sistema

Por EQUIPO AICTS / 17 de febrero de 2025

Durante los últimos dos años, la famosa cita de Antonio Gramsci "El viejo mundo se muere y el nuevo está por llegar, y en ese claroscuro surgen los monstruos" ha sido empleada continuamente para explicar el escenario en el que nos encontramos. Ciertamente, la misma es muy pertinente y en la época de Gramsci, primeras décadas del siglo XX, con todo lo ocurrido tras la Primera Guerra Mundial y el crecimiento del fascismo, era muy acertada. Y, de la misma forma, lo es en nuestro tiempo. Los cambios que se han venido dando en el primer cuarto de siglo de la centuria XXI cabría enmarcarlos en ese claroscuro que señalaba Gramsci, un periodo contradictorio y que ha ido dando lugar al crecimiento de populismos, polarización, tendencias iliberales, culminada en 2024 con la segunda elección de Donald Trump para la presidencia de Estados Unidos. El tablero ya ha cambiado y no sabemos hacia dónde vamos.

Sí que sabemos de dónde veníamos. Nuestras sociedades, occidentales, habían vivido un periodo de su historia basado en la democracia liberal, el reconocimiento de derechos, el papel del Estado de Bienestar, aunque en diferentes versiones, y la creencia en un cierto concepto del progreso que parecía asentarse en un avance continuado. Lo cierto es que, en buena medida, esa promesa de progreso se iba cumpliendo, con cada generación viviendo mejor que la anterior. El capitalismo había salido vencedor del choque de bloques con el comunismo, con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el posterior colapso de la Unión Soviéitica. La Globalización estaba en camino de acelerar y la década de los noventa del siglo XX preparó el terreno para un siglo XXI que vio la expansión del capitalismo neoliberal. Todo este escenario iba dándose a la par que también se producían una serie de transformaciones en todos los niveles. Económicamente, no cabe duda de que se vivía una época de crecimiento. La nueva división internacional del trabajo y la liberalización del comercio internacional iba a ser determinante. Mientras que la industria era desplazada a otros países en vías de desarrollo, Occidente se desindustrializaba. Y, por otro lado, el sector primario seguía un camino muy similar. El mundo político, por su parte, parecía entrar en un periodo basado en una especie de "gestión". Las sociedades occidentales tenían consolidados sus sistemas democráticos, muchas demandas de la izquierda se habían logrado, y no se cuestionaba el capitalismo como modelo. De hecho, las demandas y reivindicaciones se centraron en conquistas de Derechos Sociales y en la situación de colectivos y minorías, que habían quedado marginados, cuando no discriminados. En el plano geoestratégico, parecía que el tablero estaba asentado con un Estados Unidos hegemónico, una Europa unida, y unos países en vías de desarrollo que tendrían que seguir la línea del progreso marcada. ¿Había tensiones?, sin duda. La secular situación de Oriente Medio, el conflicto de Yugoslavia, sin olvidar guerras en África y otros lugares del mundo. A nivel más global, el yihadismo se convertía en una amenza, con el 11-S de 2001 como un punto de inflexión. Y, por otro lado, China crecía, pero se pensaba que seguiría el camino de convertirse en una democracia con el aumento de las clases medias. Esto no fue así. Finalmente, en el sistema de valores, el mundo asistió a la aceleración de valores más individualistas y consumistas, hecho que también ha sido determinante en el proceso de cambio que estamos viviendo, intereactuando con el resto de factores. Como elemento a sumar, y clave, el desarrollo de las Tecnologías y todo lo ocurrido en estos veinticinco años Internet, Redes Sociales, IA, etc. 

La evolución del mundo con este escenario no parecía que iba a dar lugar a lo que ha ocurrido. Pero, la crisis sistémica de 2008 mostró las contradicciones del mismo eran una realidad y, lo que viene aconteciendo desde entonces, con momentos tan determinantes como la pandemia del Covid-19 o la invasión de Ucrania por parte de Rusia, está dando lugar a un tránsito hacia otro escenario. Estamos en ese momento que señalaba Gramsci, de intermedio. La crisis del capitalismo neoliberal globalizado, que parece encontrarse en un salto hacia delante, y la llegada de sistemas iliberales, entre otros factores, muestran una realidad compleja que hemos asumido. Sin embargo, con todas sus debilidades y contradicciones, muchas generaciones hemos vivido, en un tiempo y lugar determinado, que también hay que vivirlo, un periodo que ha alcanzado las mayores cotas de bienestar y de nivel de vida. Ahora, estamos en un punto de inflexión y no queda claro hacia dónde vamos. Tiempos convulsos, pero no hay que perder la esperanza de que los mismos puedan ir en otra dirección. Costará, eso sí. 





































































 

 

 


 



 

 
















El abandono educativo

Por EQUIPO AICTS / 10 de febrero de 2025

La noticia la publicó El País hace unos días. El titular era "España reduce al mínimo histórico el abandono educativo gracias a la FP y a los programas de refuerzo", firmado por Ignacio Zafra. El dato era que, en 2024, la tasa de jóvenes de 18 a 24 años que habían dejado los estudios sin haber logrado, al menos el título de Bachillerato o de Formación Profesional, se situaba en el 13%, siguiendo los datos proporcionados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional a partir de los indicadores del Instituto Nacional de Estadística (INE). La diferencia era abismal con la situación de hace dos décadas, cuando en esta categoría estaban al menos uno de cada tres personas en esa franja de edad. Además, los datos recogidos en el artículo de Zafra también inciden en algunas diferencias significativas, como por ejemplo las variables sexo y territorios, que ya son estructurales. El relación a la primera, las chicas de 18 a 24 años se situaban en ese grupo en un 10%, mientras que los chicos lo hacían en un 15,8%, lo que sigue mostrando el mayor éxito de las mujeres en el sistema educativo. Con respecto a las diferencias regionales, tampoco hay nada nuevo. Son territorios como País Vasco y Cantabria los que están mejor posicionados, no llegan al 6%, mientras que el siguiente en la lista es Navarra con un 9,9%. En el extremo contrario, los datos más negativos los muestran Islas Baleares (20,1%), Murcia (18,2%) y La Rioja (17%). En este sentido, también son tendencias que se repiten. Pero, como punto claro de mejora, España sigue siendo uno de los países de la Unión Europea en el que el abandono educativo es más elevado. Solo le supera Rumanía y queda muy lejos de otros como Países Bajos (6,2%), hecho que también se ha dado secularmente, pero también de otros que han conseguido una reducción más amplia, por ejemplo Portugal con un 8%. 

Tenemos que hacer un recorrido previo en relación a la evolución de estos datos y situarnos en varias cuestiones que son estructurales de nuestro sistema educativo. No cabe duda de que, viniendo de donde se venía, la trayectoria que ha vivido este indicador es muy positiva, y los cambios hay que achacarlos tanto a las transformaciones del sistema productivo, y el mayor nivel de exigencia que se pide, como a las políticas públicas vinculadas a atajar este proceso, como también indican diferentes expertos en el artículo de Zafra. Es cierto que, en su conjunto, el sistema educativo español ha tenido importantes dificultades, y sigue en esa situación, para abordar el progreso en los estudios de algunos grupos sociales que se quedan rezagados o que, directamente, salen del mismo. Colectivos que, en general, están vinculados al riesgo de exclusión social. En este sentido, conseguir el título de la ESO es un requisito determinante, y las acciones llevadas a cabo para ello, FP Básica y numerosos programas y vías de promoción, han contribuido decisivamente a ello. Sin embargo, no faltan voces que indican que estas acciones enmascaran una realidad que no se quiere ver. 

De la situación del mercado laboral y del sistema productivo, todos recordamos el escenario generado por la "burbuja inmobiliaria" en el paso del siglo XX al XXI, hasta la crisis sistémica del 2008. En lo que afecta a la continuidad en el sistema educativo, en aquellos años, como bien indicaba Zafra, el abandono educativo temprano superaba el 30%, situándonos a la cabeza destacadamente en ese listado en la Unión Europea y muy lejos del 10% que indicaba la Estrategia de Lisboa, dato en el que por cierto, seguimos sin estar. El hecho de que muchos chicos, especialmente para trabajar en la construcción, y chicas mostraba una situación en la que, para muchos de ellos y ellas, el coste de oportunidad era más alto que seguir estudiando. Los salarios elevados, la posibilidad de acceder a un mercado de consumo enorme, la comparación con el trayecto que, a corto y medio plazo, debía hacerse con los estudios, daban lugar a que las decisiones se decantasen hacia un mercado laboral que ofrecía oportunidades. Las historias y estudios sobre cómo este proceso se dio son numerosos. Como también el impacto de la crisis, el hecho de que muchas personas se viesen en un mercado de trabajo en situación de vulnerabilidad por carecer de estudios, y los numerosos retornos que se produjeron al sistema educativo. 

Hemos avanzado mucho pero, el camino sigue estando ahí. Es decir, hay que incidir en cómo abordar la reducción de este indicador, y esta claro que algunas de las cuestiones estructurales que hemos señalado siguen estando ahí. Por un lado, cómo se correlaciona el mismo con la variable socioeconómica y el origen social, que nos vuelve a mostrar el impacto de este proceso en colectivos más vulnerables y con mayor riesgo de exclusión social. Por otro lado, el papel de cada territorio, con sus estructuras productivas. Las tasas más elevadas corresponden a sistemas productivos que también cuentan con posibilidades de generación de empleo en sectores de baja cualificación, como por ejemplo el turismo o el sector primario. Sin embargo, en el otro lado, el hecho de que la formación es más imprescindible en un mercado laboral complejo y que, como hemos señalado, ha cambiado muchísimo, y está en permanente transformación. Pero, queda un salto que no está consiguiendo dar, a pesar de los avances, y es el que afecta a esos colectivos que hemos señalado.