Los retos de una sociedad cada vez más envejecida
Por EQUIPO AICTS / 27 de noviembre de 2023
Como siempre que se publican indicadores que hacen referencia a las estructuras demográficas, surgen los análisis e interpretaciones de los mismos. Verdaderamente, estos los repetimos constantemente ya que, en definitiva, los cambios son mínimos y lo que ocurre es que se constatan las tendencias que se vienen recogiendo desde hace décadas. A saber, unas sociedades como las nuestras que cada vez tienen natalidades más bajas y en las que crece la población mayor, aumentando la esperanza de vida. Los crecimientos vegetativos, natalidad menos mortalidad, suelen ser negativos y, cuando están en el lado contrario, son mínimos. Las migraciones son las que permiten a las sociedades crecer en número de habitantes. Como decimos, esto no es una novedad, y en el caso de España menos. Cuando a comienzos del siglo XXI, España pasó a ser un país de inmigrantes en vez de emigrantes, ya venía de unos escenarios complejos para la natalidad. Era un país con unos crecimientos bajos, costó llegar a los cuarenta millones de habitantes. Al igual que en otros escenarios, España llegó tarde a la siguiente etapa de la transición demográfica, pero luego aceleró.
Las altas tasas de natalidad del "baby boom", en la década de los sesenta y primera mitad de los setenta del siglo XX, junto con el descenso de la mortalidad, dieron lugar a unos crecimientos de la población muy elevados. Sin embargo, ya en la segunda mitad de esa década de los setenta se observa una tendencia descendente de la natalidad, con cambios de valores y socioculturales de primerísimo nivel, especialmente la emancipación de la mujer, el retraso en la edad de tener hijos, etc. Estos procesos, seguirán su curso, así como con otros vinculados a la decisión de tener hijos o no, o también en los propios retrasos en la incorporación al mercado laboral, la emancipación y la edad del primer hijo, junto con el papel otorgado a los hijos, los llamados "hijos de calidad". Es decir, la decisión de tener hijos se planifica y depende de unas circunstancias específicas, vinculadas a la economía y a la estabilidad laboral, que han ido marcando estas décadas últimas. La natalidad, por lo tanto, ha seguido una curva descendente, vinculada también al hecho de que las cohortes que entran a tener su primer hijo no solo lo hacen más tarde, como se ha señalado, sino que son menos numerosas.
Paralelo a este proceso, el envejecimiento de la población es imparable. Generalmente, se suele identificar de forma no muy positiva el mismo, pero debe contarse con una mirada diferente. El hecho de que más personas puedan llegar a edades más elevadas, y con mayor calidad de vida, representa un indicador de la evolución de una sociedad. En este caso, con una esperanza de vida por encima de los 80 años, España muestra un progreso evidente. No es menos cierto que hay que tener en cuenta que es un colectivo heterogéneo, con diferentes situaciones de llegar a esta etapa de la vida, como hemos señalado en otros artículos de este Blog. Sin embargo, no cabe duda de que este escenario, combinándose con el anterior, genera una serie de retos y desafíos en función de la evolución que vaya desarrollándose.
En Ethic, Luis Meyer escribía el pasado mes de octubre un interesante artículo bajo el título "España, ¿país para viejos?". En el mismo, se abordaba este escenario demográfico en el que los jóvenes van representando un menor porcentaje de población que los mayores. De esta forma, la sostenibilidad de la sociedad asiste a retos que Meyer apunta en su artículo, a través de la consulta con diferentes expertos. Así, el incremento de la población mayor tendrá su impacto en los sistemas de dependencia, así como en las propias redes de las personas, a la hora de afrontar estas situaciones. Se señala que el papel de las Administraciones Públicas será más determinante si cabe. Además, las transformaciones del mercado de trabajo y de la digitalización también impactarán en el colectivo de mayores, incidiéndose en cambios en el primero, actualmente discriminatorio para las personas de más de 50 años. Y, en relación a la digitalización, deben abordarse procesos de formación continua para que todas las personas y colectivos se encuentren en igualdad de oportunidades para afrontar esta situación. En la actualidad, las brechas digitales de uso y, en menor medida, de acceso, son una realidad, y las personas mayores las sufren.
En definitiva, un escenario que no por conocido, sabido y analizado, se nos presenta cada vez en mayor profundidad. Las soluciones a estos retos son complejas, pero no es menos cierto que deben incidirse en anticiparse a los escenarios que, de seguir estas tendencias, se están dibujando. De lo contrario, nos encontraremos mayores retos y dificultades.
Dificultades para llegar a fin de mes
Por EQUIPO AICTS / 20 de noviembre de 2023
Es habitual que nos centremos en el Blog de AICTS en noticias e informes vinculados a las condiciones de vida y a las desigualdades. Ciertamente, en la última década y media se han dado cambios en nuestras sociedades que están desembocando en una precarización de las primeras y en un aumento de las segundas. No faltan las voces que señalan que, en la actualidad, se vive mucho mejor que en otras épocas. No les falta razón, nuestras sociedades han alcanzado una elevada situación de bienestar. Y, realmente, no es menos cierto que estamos pasando una historia de la Humanidad que, en el mundo occidental, se ha caracterizado por un progreso y una paz duradera, con algunas situaciones excepcionales. Pero, no es menos cierto que la deriva de nuestro mundo con las consecuencias de la Globalización, del modo en que se ha desarrollado la misma, así como con la aplicación de medidas económicas neoliberales, está dando lugar a un escenario en el que nuestras condiciones de vida se pueden ir perdiendo, y no es cuestión de ser agoreros. El aumento de los precios, de los tipos de interés, la inestabilidad del mercado laboral, etc., están definiendo un contexto en el que la movilidad social no funciona.
De esta forma, las noticias no sorprenden y cada poco tiempo van apareciendo nuevos indicadores que nos muestran una realidad cada vez más cruda para cada vez más personas y familias. Sin embargo, también nos hemos ido inmunizando. Lamentablemente, nos hemos acostumbra a estas noticias y datos. Este hecho recuerda a lo que ocurrió en la crisis de 2008, cuando durante unos años asistíamos a numerosos estudios y a cifras durísimas, como por ejemplo las del aumento del desempleo. También es cierto que, en nuestras sociedades, hay personas y colectivos para los que estas situaciones suenan algo lejano, que no les afecta. Este hecho implica una ruptura de otro factor importante en nuestras sociedades como es la ruptura de la cohesión social. Hay estratos de la sociedad que se encuentran en unas situaciones de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social, entre los que se reproduce la desigualdad y este escenario.
Los datos que han salido en los medios de comunicación en los últimos días inciden en esa situación. Por ejemplo, El País se hizo eco de un próximo estudio bajo el título Prevención y atención a la exclusión residencial de la organización Provivienda. A partir de los datos de la "Encuesta de condiciones de vida" del Instituto Nacional de Estadística (INE), los resultados que se muestran son muy explícitos. De esta forma, tras hacer frente a los gastos de alquiler o pago de la hipoteca, un 17% de los hogares españoles se quedan en situación de pobreza severa. Este hecho muestra dos procesos de nuestros tiempos. Por un lado, el importante peso que tiene en nuestros gastos la vivienda, habiéndose producido el ya comentado incremento de los tipos de interés, así como un aumento de los alquileres que hace muy difícil el acceso a la vivienda en ese régimen; por otr parte, la precarización del mercado de trabajo, con unos salarios bajos. El estudio muestra cómo, precisamente, el riesgo de caer en esa pobreza severa es mayor para las personas que tienen la vivienda en alquiler que en propiedad, todo un indicador. Mujeres, jóvenes y extranjeros extracomunitarios son los colectivos que están en un escenario más complicado.
Precisamente en relación a los jóvenes, Cinco Días publicaba un artículo sobre un estudio que hacía referencia a que el 30% de los jóvenes españoles tienen dificultades para cubrir sus gastos básicos. En este caso, el trabajo lo ha desarrollado ESADE y también abarca la situación en otros países del arco mediterráneo como son Italia, Portugal, Líbano, Marruecos, Túnez y Jordania. Además de estas dificultades, también un 40% indica que tienen muchos problemas para conseguir ahorrar. Igualmente, la emancipación se ralentiza en España. Sin embargo, también señalan que sus expectativas de futuro son positivas y que esperan poder contar con una situación de estabilidad. Es decir, cuentan con perspectivas de futuro, aunque reconocen y son conscientes del contexto en el que se desenvuelven.
En definitiva, un escenario de complejidad y dificultades en la vida diaria y cotidiana, para afrontar gastos básicos, y en el que es determinante el origen socioeconómico, que marca la posición de partida. Nuestras sociedades se encuentran ante grandes desafíos y retos que tienen que ver con sus condiciones de vida y la cohesión social. De momento, no pinta bien.
Las brechas territoriales
Por EQUIPO AICTS / 12 de noviembre de 2023
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado el Atlas de distribución de renta de los hogares correspondiente a 2021. El mismo se realiza tomando como base de datos a la Agenda Tributaria y a las Haciendas Forales. Es decir, permite un descenso a secciones censales y municipios, provincias, etc. De esta forma, se pueden observar las diferencias de renta en estos ámbitos, lo que muestra las realidades y brechas de nuestro país en el ámbito socioeconómico. Obviamente, los medios de comunicación se han hecho eco de esta publicación, una vez más, mostrando en qué localidades y territorios hay máyores niveles de renta y en cuáles menos. Además, también se permite una visualización de los datos, lo que refleja a nivel de mapas estas realidades. Igualmente, hay que tener en consideración que este atlas muestra los datos de renta, lo que no implica otras variables y factores que marcan el bienestar de las poblaciones.
Como siempre que salen a relucir estos datos, aparecen los municipios con un mayor nivel de renta y los de un menor. De esta forma, entre las primeras aparecen Pozuelo de Alarcón (Madrid), Matadepera (Barcelona) y Boadilla del Monte (Madrid). Pozuelo alcanzaba una renta media por persona de más de 27.000 euros por habitante. En cuanto a las capitales provinciales, San Sebastián, Madrid y Barcelona volvieron a destacar como las primeras clasificadas. Y, en las provincias, ninguna novedad al ser las tres primeras Guipuzkoa, Bizkaia y Madrid. En el lado contrario de la clasificación, y con respecto a los municipios mayores de 2.000 habitantes con menor nivel de renta, se encuentran El Palmar de Troya (Sevilla), Albuñol e Iznalloz (Granada), todos ellos por encima de los 7.000 euros por habitante, casi 20.000 menos que en Pozuelo de Alarcón. En cuanto a las provincias, serán Almería, Badajoz y Huelva las que cuenten con un nivel de renta más reducido, alrededor de 10.000 euros, mientras que las primeras clasificadas estaban por encima de 16.000.
En cuanto al Índice de Gini, que mide la brecha de desigualdad dentro de un territorio, también muestra valores elevados. Madrid, Málaga, Navarra, Granada, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria están en 0,33 o por encima de esa cifra. De esta forma, Madrid se sitúa en un 0,35, lo que implica que la renta de un hogar perteneciente a la categoría del 20% más rico es 3,1 veces mayor que un hogar que se encuentra en la categoría del 20% más pobre. Teruel, Soria y Palencia están en un Índice de Gini de 0,28, siendo la distancia entre estos dos grupos de 2,4 puntos.
El atlas también incide en las diferencias entre zonas rurales y urbanas. De esta forma, los entornos rurales cuentan con un mayor porcentaje de secciones censales situadas entre los niveles de renta más bajos, mientras que las zonas urbanas poseen más secciones censales entre los niveles de renta más altos. De nuevo, la desigualdad territorial es un hecho. Así, las regiones del sur de España cuentan con zonas rurales más empobrecidas, con más de un 50% de secciones censales de renta baja en Andalucía, Murcia, Extremadura y Castilla - La Mancha, incluso en el caso de Andalucía y Extremadura por encima del 75%. Por el contrario, las zonas rurales del norte de España no llegan a estos niveles de rentas bajas, ni mucho menos. En el caso de las zonas urbanas, destaca que más del 40% de las secciones censales de Madrid, Navarra y País Vasco están entre las rentas altas.
A nivel autonómico, los indicadores también resultan claramente desiguales. De esta forma, el INE muestra cómo el el 86,7% de los municipios de Murcia, el 83,7% de los de Andalucía y el 82% de Andalucía serían de renta baja. En el lado contrario, de nuevo las regiones más ricas y del norte de España aparecen en los primeros lugares: el 84,9% de las localidades del País Vasco, el 66,5% de Navarra y el 44,4% de Cataluña están categorizados como de renta alta. Contrasta con que ninguno de Murcia aparezca en esta categoría, el 0,3% de Andalucía y el 0,5% de Murcia.
Numerosos indicadores y mapas que consultar, pero que nos llevan a unas conclusiones que son una realidad estructural e institucionalizada como son las enormes brechas y desigualdades territoriales que se dan en España, y que se están ampliando y reproduciendo. El mapa que nos muestra el INE, con toda su gama de colores, marca una clara línea entre norte y sur, con rentas medias - altas y altas en la primera mitad y con rentas bajas y medias - bajas en la segunda. Como hemos indicado anteriormente, hacen falta más indicadores y factores para medir el bienestar de los territorios, pero estos datos muestran una cohesión territorial en cuestión. Son factores estructurales e históricos, no hay que olvidar cómo se ha ido articulando territorialmente nuestro país, con unas zonas mucho más industrializadas que otras, con otros territorios en los que el proceso de Globalización está teniendo unas consecuencias más negativas, con unas ciudades globales, como son Madrid y Barcelona, que han concentrado numerosos recursos y capitales, también humanos, especialmente la primera.
En definitiva, brechas y desigualdades que siguen creciendo y van afectando a la vida cotidiana de ciudadanos y ciudadanas. Un escenario de gran complejidad y de difícil solución, pero que cada vez se va alejando más. No es algo que ocurra únicamente en España, es una realidad en todos los países occidentales, con mayor o menor intensidad. España, como hemos manifestado anteriormente, tiene sus propios procesos y sus escenarios que son secuales. Estos indicadores, una parte de la realidad, son determinantes.
El cambio del papel del nivel de estudios
Por EQUIPO AICTS / 5 de noviembre de 2023
Es recurrente regresar al papel del nivel de estudios, tanto de forma individual como colectiva, y más cuando aparecen informes como el anual de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN). Los resultados que nos muestra el mismo, todo un indicador del estado de las desigualdades sociales, es muy relevante, aunque no es menos cierto que ahonda en procesos que ya hace tiempo que se califican de estructurales. Por una parte, no hay lugar a dudas del impacto que está teniendo el incremento del coste de la vida y de los tipos de interés, como hemos comentado en otros artículos. También, se observa la preeminencia de brechas y territoriales y de género, un hecho que tampoco es una novedad, lamentablemente. Y todo ello sin olvidar el impacto de este escenario en los jóvenes, una vez más en una posición de vulnerabilidad. Finalmente, España es el cuarto país de Europa en población con riesgo de pobreza, solo superada por Rumanía, Bulgaria y Grecia.
El informe muestra otro proceso que, de nuevo, no es una novedad, como es el hecho de que cada vez se incrementa el número de personas en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social con altos niveles de estudios y con trabajo. De esta forma, supone una constatación de que la movilidad social y el ascensor social estarían rotos, en términos de este informe, ya que alcanzar mayores niveles de estudios no garantizaría esa movilidad social, o incluso la permanencia en la misma posición en la estructura social. Aunque se admiten numerosos análisis y hay diferentes factores que operan en el valor de la educación, no es menos cierto que este fenómeno está presente y que se va incrementando en la última década y media. Lo que parecía que era algo que pasaba en otros lugares, por ejemplo Estados Unidos, los "working poor", es una realidad manifiesta en nuestro país.
Tenemos que tener en cuenta de dónde veníamos. El papel de la educación y el acceso a los niveles de estudios superiores, universitarios, estaban cerrados a las clases medias altas y altas. Las clases trabajadoras tenían la aspiración de que sus hijos e hijas pudiesen conseguir llegar a la Universidad y, de esta forma, contar con un trabajo mejor. La educación como motor de la movilidad social se aceleraba con la constitución del Estado de Bienestar y el desarrollo de un sistema de becas y ayudas que era determinante para dicho acceso. Además, dado el papel otorgado a la educación, se iban generando unas mentalidades que reforzaban esa premisa, a partir tanto de una identificación expresiva como instrumental con la educación. El resto, es historia. Se constituyó una sociedad de clases medias, reforzándose el papel de la educación.
Sin embargo, este proceso se va rompiendo por varios factores. Uno de ellos, ya señalado, es la crisis de 2008, cuando las costuras del sistema comienzan a manifestarse. Por otro lado, también se comenzaba a observar cómo los títulos tenían menos valor al incrementarse su universalización. Terrible paradoja ya que, de esta forma, se irían generando nuevas formas de diferenciación. Si antes no se hacían másteres y doctorados, ahora es prácticamente obligado, sin olvidar que hay casos en los que los másteres son habilitantes para ejecercer la profesión, como en el caso de la abogacía o del profesorado de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional. Además, otras series de credenciales iban a ir siendo determinantes como marcador diferenciador, por ejemplo idiomas, todo lo relacionado con las TIC, etc. Esto lleva a situaciones como las que se están observando en determinados ámbitos, de las artes al periodismo, pasando incluso por la universidad y la carrera académica, en la que el origen socioeconómico es clave para desarrollar una trayectoria en los mismos.
Pero la educación sigue siendo un elemento clave para evitar la exclusión social y la vulnerabilidad. Otra paradoja, a tenor del párrafo anterior. A menor nivel de estudios, el riesgo de encontrarse en estas situaciones es mayor. Y aquí es donde tenemos que ir afinando nuestros análisis, abordando estos escenarios teniendo en cuenta variables estructurales como son las estructuras productivas, en el caso de nuestro país claramente mejorables (cuando seguramente este es el principal problema), así como las condiciones laborales de determinados trabajos, incluyendo los cualificados. Y, además, sin olvidar el incremento de los precios y de los tipos de interés que hemos comentado al inicio de este artículo, otro factor que es fundamental para entender el escenario descrito.
Por lo tanto, la situación no deja de ser compleja y paradójica, porque también se dan casos en el sentido contrario, pero no responden a un proceso estructural. En este sentido, el papel del nivel de estudios ha ido cambiando, aunque mantiene elementos determinantes en el sentido del estatus, que no siempre se corresponde con el nivel económico. Pero, la educación sigue pudiendo condicionar la salida del riesgo de exclusión social y de vulnerabilidad, a pesar del aumento de trabajadores pobres con altos niveles de estudios. Lo dicho, una elevada contradicción de nuestras sociedades, una más, lo que nos muestra que las reglas han cambiado.
Migraciones
Por EQUIPO AICTS / 30 de octubre de 2023
Las urgentes y rápidas noticias, acontecimientos, conflictos, etc., van dejando en un segundo plano otras cuestiones que solo saltan de nuevo a los medios de comunicación cuando se dan ciertas situaciones. Es el caso de las migraciones que, en los últimos tiempos ha regresado a los mismos con la situación que se está generando en las Islas Canarias. El paso del continente africano a estas islas a través de cayucos y otras embarcaciones endebles, ha aumentado, provocando una situación compleja, con unos servicios de asistencia claramente desbordados. Sin embargo, el hecho de que ahora regrese a los medios, no quiere decir que las migraciones se hayan detenido, ni mucho menos.
Los flujos migratorios del sur hacia el norte siguen estando presentes, obviamente. Son miles de personas las que se juegan la vida para alcanzar unas tierras en las que puedan desarrollar un proyecto de vida que, en sus países, no es factible o, en caso de serlo, se realiza en condiciones de precariedad. Nuestras sociedades han asumido la inmigración, en no pocas ocasiones con una visión utilitarista ya que, en un contexto de baja natalidad y de numerosas actividades laborales que ya no realizan la población local, a los inmigrantes se les ve como una solución para estos escenarios. En el segundo caso, es una realidad clara. En el primero, la situación ofrece más dudas, aunque no es menos cierto que la inmigración contribuye a rejuvenecer las envejecidas sociedades europeas.
Esta visión utilitarista de la inmigración, funcional en otros términos, no suele tener en consideración la dimensión como personas de esos inmigrantes que, como decíamos, vienen buscando un futuro mejor. Personas que dejan atrás sus comunidades y familias, produciéndose un desarraigo importante. Personas que se enfrentan a barreras importantes en nuestras sociedades, de todo tipo. Personas que viven situaciones durísimas en sus trayectos, los cuales no aseguran el éxito final. Y que, en definitiva, también tienen que abordar escenarios de desigualdad, precariedad, exclusión social, etc. Esto no quiere decir que la diversidad cultural y el multiculturalismo sea fácil, al contrario, implica unos retos y desafíos, como estamos viendo, que están lejos de solucionarse. Lo que es un hecho es que, en definitiva, las migraciones van a seguir existiendo y que incluso se pueden incrementar con las transformaciones de nuestro mundo, cambio climático incluido, siendo de sobra conocido que ya tiene un impacto en las migraciones, aumentando las mismas debido a que diferentes zonas del planeta serán menos habitables.
Una de las noticias que ha surgido estos días en relación a las migraciones, aunque no ha tenido mucho impacto, es el aumento de un 60% de niños que cruzan solos el Mediterráneo central. A partir de un estudio de UNICEF, el dato es de 11.600 niños en los que llevamos de 2023 han realizado ese trayecto. En el Mediterráneo central, como decíamos, por lo que la cifra será más elevada teniendo en cuenta otras rutas migratorias. Un dato demoledor que afecta a un colectivo tan vulnerable como la infancia. Si no se actúa tanto en las sociedades emisoras como en las receptoras, estas cifras solo pueden aumentar.
La medición del bienestar
Por EQUIPO AICTS / 23 de octubre de 2023
Seguimos anclados en diferentes visiones e imaginarios sobre nuestras sociedades. Algunas de ellas son fruto de procesos de socializacion que han arraigado profundamente. Otras, han venido a través de los profundos cambios que estamos viviendo. Es cierto que, en relación al presente y al futuro, nuestras percepciones e impresiones son negativas aunque, por otra parte, en general estamos en un punto de partida muy diferente al de otras épocas más convulsas de la Historia. Eso no quita para que, ciertamente, exista una impresión acerca del futuro de que no va a ser muy "halagüeño", o al menos no va a seguir con esa trayectoria de progreso. Al contrario, lo que aparece en no pocos casos es una incertidumbre que lleva a temer por perder las conquistas logradas, aunque algunas se han ido reduciendo. Obviamente, hablamos desde una perspectiva occidental, de un contexto muy determinado, mientras que otras partes de nuestro planeta están lejos de esa situación. Una de las principales conquistas de nuestras sociedades fueron los modelos basados en el Estado de Bienestar, la cohesión social y la corresponsabilidad. Sistemas que funcionaron, con sus pros y sus contras, con sus limitaciones y debilidades, y también con sus contradicciones, durante un tiempo. Luego, con su crisis a partir de la década de los 70 del siglo XX, con la llegada de los modelos más neoliberales y ya, más adelante, con el desarrollo del capitalismo vinculado a la Globalización y a las tecnologías, este escenario cambió, siendo el punto de inflexión la crisis sistémica de 2008. Insistimos, nos quedan muchos resortes de un Estado de Bienestar que fue modelo de desarrollo, pero hay que tener en cuenta las debilidades con los que cuenta, así como los retos y desafíos a los que se enfrenta. Y un escenario internacional que va ya por otro camino, el de la desglobalización, y que también responde a lógicas vinculadas a los niveles de bienestar de los ciudadanos, porque el mundo que se ha ido construyendo ha dado lugar a un descenso del nivel de vida de una buena parte de la sociedad.
Esta larga introducción viene a cuento a que, con todos los cambios que se vienen produciendo, se observan limitaciones en relación a la medición del bienestar de los países. Una investigación del Future Policy Lab y del Instituto Español de Analistas, recogido en un artículo de El País, cuestionaba la capacidad del Producto Interior Bruto (PIB) para medir los niveles de bienestar, proponiendo la inclusión de otros relacionados, por ejemplo, con la cuestión medioambiental, clave en un contexto como en el que nos encontramos, así como otros que tengan en cuenta las desigualdades en mayor medida y las movilidades de renta. De esta forma, se contaría con una visión más amplia y clara de la medición de un país. Es un desafío complejo ya que, generalmente, se ha producido una clara identificación entre bienestar, progreso y crecimiento económico. De esta forma, el PIB se ha convertido a lo largo de las décadas en el principal indicador de la riqueza de una sociedad, aunque esta no siempre tenga que ver con el bienestar. En este sentido, no cabe olvidar que se han producido disonancias entre el incremento del PIB y el empobrecimiento de parte de la sociedad. Países en los que ha crecido el PIB, con una evolución positiva del mismo, a la par que las condiciones de trabajo decrecían. Posiblemente, incluso, habría una correlación entre estos dos factores. Además, el economicismo para medir el bienestar de las sociedades oculta, o no tiene en cuenta, otras variables que son determinantes. Se utilizan, por ejemplo todas las relacionadas con el nivel educativo, entre otras, peros siempre quedan sujetas a las económicas. Y, de nuevo, pueden darse contradicciones como que tengas una sociedad altamente cualificada pero que cuentes con un sistema productivo en el que priman sectores que no dan oportunidades a esa formación, por ejemplo.
Hace mucho tiempo que estas cuestiones ya están sobre la mesa. Es un proceso complejo, no cabe duda, y máxime en un modelo como en el que nos encontramos, en el que la economía prima por encima de todo y en el que sus indicadores son los que están más presentes a la hora de medir el bienestar y el progreso de una sociedad. Nos encontramos en un escenario en el que las desigualdades se van produciendo en diferentes vías, hace mucho también que no nos podemos basar en modelos que no responden a nuestras realidades. Unas desigualdades que se van acentuando en cuestiones materiales, pero también en otras como en la igualdad de oportunidades y el acceso a recursos. Nada que no sorprenda, pero que sí que obliga a reflexionar sobre el modelo de sociedades y cómo consideramos el bienestar. Y este debe pasar por una mayor cohesión social y territorial. Sin la misma, por mucho PIB alto que tengas, la sociedad irá por otro camino.
Consecuencias del cambio climático
Por EQUIPO AICTS / 16 de octubre de 2023
Desde finales de septiembre, vivimos en unas semanas de altas temperaturas, impropias de esta época del año, como indican los medios de comunicación. Es un nuevo indicador del cambio climático, que a estas alturas es una realidad innegable. Que se hayan producido episodios infrecuentes en las estaciones, como que nieve en un mes de mayo o junio, algo que los abuelos y abuelas recordaban, o temperaturas más elevadas, no es lo que estamos viviendo. Las olas de calor de los últimos veranos son una muestra clara, batiendo todos los récords 2022 en el que prácticamente nos instalamos en una durante meses. El régimen de lluvias también ha cambiado, entrando en una nueva fase de tormentas, en vez de lluvias más sostenidas pero con mayor impacto sobre los recursos hídricos. Estos, por su parte, también se han visto afectados por periodos de sequías que han dejado los embalses en mínimos. En fin, hechos que son una evidencia y que, además, como en cualquier otra situación, son retransmitidos en minuto y resultado tanto por medios de comunicación como a través de Internet y las Redes Sociales. La información continuada nos lleva también a un estrés importante, mirando las previsiones del tiempo para los siguientes días, deseando que acabe la ola de calor de turno, o que comiece a llover.
Por otro lado, las voces negacionistas, cada vez menores, inciden en que esta preeminencia de las noticias climatológicas es parte de una agenda, que trata de implementar diferentes cambios relacionados con la sostenibilidad, como por ejemplo el abandono de los combustibles fósiles. Estas visiones también inciden en que variaciones climatológicas han sido frecuentes. El cambio climático es una realidad que está afectando a nuestra vida cotidiana, con unas consecuencias y efectos cada vez más claros. Es un hecho que, avanzar hacia la sostenibilidad, también genera contradicciones y dificultades, afectando en no pocas ocasiones a los colectivos más vulnerables. Pero, de seguir el cambio climático con este ritmo, los efectos van a ser más duros.
Esta semana, los colegios de las Islas Canarias se han visto obligados a cerrar debido a la ola de calor, ya que no podían mantenerse las clases porque los centros no están acondicionados para esta situación. Es una realidad que ya hemos visto en los finales e inicios de curso de los años pasados, especialmente en las zonas donde está teniendo un mayor impacto del cambio climático. Centros educativos, como otros edificios, que no están preparados. Es una realidad que tendrá que abordarse a medida que el cambio climático vaya avanzando. Y lo mismo ocurre con el conjunto de las ciudades, donde el estrés térmico también irá aumentando, como muestran diferentes investigaciones sobre la cuestión. Muchos territorios no están preparados para ello, obviamente, y las proyecciones de futuro no son muy positivas.
Mientras tanto, las soluciones no llegan. No habría que caer en el tremendismo o en el determinismo, pero no es menos cierto que no se ha avanzado en la reducción de gases de efecto invernadero. Se regresa de nuevo a la dicotomía entre las soluciones estructurales y las individuales. En el caso de las segundas, y con una fuerte carga de responsabilización, se incide en que la población debe cambiar ciertos hábitos y costumbres, como por ejemplo el uso menor del automóvil, mayor acceso al transporte público, reciclaje, etc. No cabe duda de que, en muchísimos casos, esta concienciación existe, y se dan acciones sostenibles contra el medio ambiente. Pero, la acción individual no basta. Son necesarios cambios estructurales, y el modelo en el que nos encontramos no parece que responda a la necesidad de esas transformaciones, por mucho que señalemos que sí, que vamos a ser muy sostenibles.
El cambio climático es el gran reto de nuestro tiempo. Nuestra climatología ha variado en un brevísimo periodo de tiempo. Las estaciones son diferentes, los episodios climáticos se llevan a un nivel más extremo (olas de calor y lluvias torrenciales) y, todo ello, como decíamos, en formato minuto y resultado. Evidentemente, hay que confiar en la capacidad de nuestras sociedades para alcanzar soluciones que mitiguen la situación, pero no parecen llegar. Los cambios tienen que se estructurales, pero no pueden dejar a una parte de la sociedad atrás.
Los sistemas de becas y ayudas en la educación
Por EQUIPO AICTS / 09 de octubre de 2023
Que en el sistema educativo se producen no pocas contradicciones es un hecho. Las teorías y los estudios sobre el mismo reflejan, de forma secular, esa dualidad en la que, por una parte, es clave para la igualdad y la equidad pero, por otra, también contribuye a la reproducción de las desigualdades sociales, así como crea otras. De esta forma, el sistema educativo siempre se va a encontrar en ese escenario, y siempre se le va a pedir más. A lo largo de las últimas dos décadas, ha ido ampliando sus funciones, debido a las transformaciones de nuestras sociedades. Y, por otra parte, esas transformaciones también están dando lugar a que su determinante papel en la igualdad y la equidad tengan menor fuerza, pero no se puede tampoco seguir infravalorando su importancia.
Estamos en un periodo en el que las reglas del juego han cambiado, y lo siguen haciendo a una gran velocidad. En cierto sentido, la visión sobre las funciones de la igualdad y la equidad en el sistema educativo se han hecho más complicadas. Pero, a su vez, no es menos cierto que se han dado grandísimos avances en el mismo en ese sentido. Otra cuestión es que, en un contexto mas global y estructural, lo que viene a ser la sociedad en definitiva, nos encontremos con que los factores externos al mismo tienen mayor peso. De esta forma, queda un tanto alejado esa época en la que el sistema educativo fue determinante en la movilidad social. La movilidad social fue posible por ese proceso de acceso a niveles superiores universitarios de amplias capas de la población. Fue posible porque la educación siempre fue un pilar básico de los modelos basados en el Estado de Bienestar, así como por los amplios sistemas de ayudas y becas. Igualmente, por las apuestas de las familias y las personas en esa dirección, hecho que también es determinante. Obviamente, la vía de esa movilidad era estudiar.
Generación tras generación, nos fuimos socializando en esa visión que, además, mostraba resultados. Muchos lo vivimos en primera persona. A nuestro alrededor, también. Había desigualdades, claramente, y no todo el mundo estaba en la misma posicion, además de darse algunas variables que eran determinantes como la posibilidad de contar con refuerzos y apoyos y, ya en niveles superiores, el tipo de estudios y universidad a la que podías acceder. Como hemos señalado, se era consciente de las dificultades. También es una realidad que amplias capas de la sociedad no llegaban a superar la barrera de la educación obligatoria. En el caso de España, este hecho se convirtió en secular, no acabando de ser resuelto. Pero, como decíamos, nos socializamos en el valor de la educación y en el hecho de que estudiar era la vía de movilidad social.
La crisis de 2008 dinamitó este proceso, junto al cambio sistémico que supuso. No es que la educación dejase de tener valor, al contrario, sino que otros mecanismos fueron decantando la balanza hacia una desigualdad muchas veces no puesta de manifiesto explícitamente, sino indirecta y sutilmente. Mientras que se incidía en medidas inclusivas, aunque no hay que olvidar el periodo de recortes en la educación, las bases de la desigualdad se extendían a través de las posibilidades en actividades complementarias y extraescolares, en el encarecimiento de matrículas universitarias, en el incremento del coste de la vida, en las capacidades de las familias para elegir centro educativo y posteriores, etc. Es decir, una serie de factores que determinan las desigualdades educativas. De nuevo, la consciencia de esa situación está presente, pero también la certeza de que, en sociedades como las nuestras, a menor formación, mayores posibilidades de entrar en situaciones de riesgo de exclusión social.
Sin embargo, hay cuestiones también estructurales dentro del sistema educativo que deben ser consideradas. Y un nuevo estudio de EsadeEcPol lo pone de manifiesto. Como recogía el artículo de El País de Ignacio Zafra "El gran agujero de las becas: el 60% de los niños más pobres no las recibe, y el 13% de los más ricos sí", se produce una situación en la que una buena parte de las familias en situación de pobreza o exclusión social no acceden a estos recursos, hecho que no es exclusivo de España. El informe no niega, al contrario, que haya una progresividad en las ayudas y becas ya que estas son recibidas en mayor medida en los hogares más vulnerables, descendiendo el porcentaje a medida que se avanza en la escala social. Igualmente, también hay que tener en cuenta las diferencias entre las Comunidades Autónomas.
Con respecto a la situación que se analiza en el informe, se señalan varias causas. Se indica que no se hace por desconocimiento, no saber tramitarla o porque se tiene miedo a ser categorizado como pobre. En este sentido, el sistema educativo y las administraciones públicas tendrían que hacer un esfuerzo mayor por llegar a todos los colectivos y garantizar la accesibilidad a estos recursos. Algo falla si esto se produce. De esta forma, las propuestas del estudio se centran en que las ayudas y becas estén más concentradas en el alumnado más desfavorecido. Sin duda alguna, es un hecho esta medida, pero también es necesario incidir en aquellos factores que determinan que se generen y reproduzcan las desigualdades, identificando estos procesos de forma más precisa.
Los efectos de la digitalización
Por EQUIPO AICTS / 02 de octubre de 2023
En las últimas semanas, se han intensificado los debates sobre la Inteligencia Artificial (IA) y sus consecuencias. Determinados sucesos, como por ejemplo el uso de la misma para manipular imágenes, o todo lo que ha venido señalándose acerca de ChatGPT y similares aplicaciones, están dando lugar a demandas, incluso desde sus propios creadores, de la regulación de la IA. Pero, por otro lado, no faltan las voces vinculadas al determinismo tecnológico que inciden en que sus beneficios son mucho mayores que los perjuicios que puedan generarse, y que no hay que dejar de lado el progreso, al contrario. En en lado contrario, no podemos hablar de que existan luditas contra las TIC, porque la grandísima mayoría de las personas aume que es el contexto en el que nos ha tocado vivir, amén de las consecuencias positivas de las tecnologías. Pero, obviamente, parece que hemos entrado en un nuevo estadio.
Como decíamos, este proceso se ha venido acelerando claramente en los últimos años. No cabe duda de que, tras dos décadas y media de universalización de Internet, y de su progresiva insititucionalización en todos los ámbitos de la vida, las ventajas son más elevadas que las desventajas, aunque no podemos negar que estas últimas existen y son muy profundas, como veremos. Internet y las TIC han permitido tantos avances que enumerarlos es rídiculo. Se han producido ingentes esfuerzos en una digitalización que, con la pandemia del Covid-19, se ha dado una aceleración de la misma. Es un punto de inflexión determinante y clave, como hemos visto en otros artículos de este Blog, y en el que también se produjeron enormes paradojas. Pero, algo cambió para siempre y el grado de implementación de las comunicaciones online (¿qué ha sido de Skype sustituido por Zoom, Teams y Google Meet?), del comercio online (Amazon como gran triunfador), o de las plataformas digitales (Netflix, Amazon Prime, Disney +, HBO Max, etc.), que han transformado nuestra forma de ocio en buena medida, de consumo de televisión y cine, es ya indiscutible. Claro que, de ahí a caer en un determinismo tecnológico, como se apunta desde diferentes ámbitos, algunos institucionales, hay varios saltos.
No es oro todo lo que reluce. Comenzando porque Internet no ha sido, hace mucho, ese paraíso de la libertad y de la interrelación directa, de la democracia en suma, que nos prometieron. Ahí están los cuestionamientos de la deriva de Internet a cargo de promotores y defensores de sus inicios, como Jaron Lanier o Douglas Rushkoff. Precisamente de este último acaba de salir traducido su último libro, La supervivencia de los más ricos (Capitán Swing), un recomendable recorrido por esas élites de Silicon Valley cuyas empresas están situadas entre las más importantes del mundo. A lo largo del mismo, lamenta la deriva de Internet y cómo su vinculación con el capitalismo ha dado lugar a un escenario imprevisible hace dos décadas y media. A estas cuestiones, habría que añadir todo lo relacionado con la privacidad, los datos, la seguridad, etc. Y todo lo vinculado a la robotización y digitalización de puestos de trabajo, otro punto determinante.
Especial importancia tiene la situación de los niños, adolescentes y jóvenes y su relación con las tecnologías. Nadie niega que es el mundo que les ha tocado vivir, con sus pros y contras como decimos. Es un hecho que, como señalan la mayoría de los análisis, son "nativos digitales", aunque habría que precisar ese término, hecho que no es objetivo de este artículo. Su mundo de interrelación y comunicación es el de las pantallas, la imagen y las Redes Sociales. El sistema educativo, que va por detrás de la sociedad (esto es una obviedad y, una vez más, pedir al sistema educativo que solucione todos los problemas, pues es imposible), está haciendo esfuerzos también en esa digitalización, aunque también sufra las consecuencias de la misma. Pero, como hemos indicado, en estos colectivos también se entra en situaciones de riesgo vinculadas al uso de las TIC, Internet, las Redes Sociales y ahora la IA. La alfabetización digital es fundamental para evitar estos escenarios, pero también parece imposible que se puedan superar ciertas situaciones que estamos viendo.
La digitalización también genera desigualdades, como venimos indicando desde hace tiempo. No es una novedad, pero no está de más volver a recordarlas. No todo el mundo está en igualdad de condiciones antes las TIC. Las barreras de acceso fueron superadas hace tiempo por las de uso, y eso que la pandemia del Covid-19 demostró que parte de las primeras todavía estaban presentes. Los procesos que estamos viviendo, la época en la que nos encontramos, acrecentarán estas desigualdades. Digitalización, robotización y uso de las tecnologías no llegan a todos los estratos por igual, aumentando las brechas dentro de la estructura social entre las partes de arriba y las de abajo, como muestra una reciente investigación en regiones europeas del Instituto INGENIO (CSIC-UPV) y la Universidad de Oslo, recogida en ETHIC. Numerosos dilemas y retos a los que hacer frente y, en ellos, tienen que desempeñar un papel central los Estados y las Administraciones Públicas.
Sobre la pertinencia de las políticas redistributivas
Por EQUIPO AICTS / 25 de septiembre de 2023
El titular de la noticia de El País, "La desigualdad educativa causa más muertes que el tabaco en España", publicado el pasado 7 de septiembre y firmado por Pablo Linde, es suficientemente llamativo para despertar la curiosidad. La misma recoge los resultados de un estudio de Sergi Trias-Llimós, del Centro de Estudios Demográficos, y Unai Martin, de la Universidad del País Vasco, que a través del análisis de los datos de mortalidad que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE), de las variables que la condicionan, y para el periodo 2016-2021, han mostrado cómo las condiciones socioeconómicas tienen un mayor impacto en las causas de la mortalidad que las vinculadas a la genética. De esta forma, habría una correlación entre el hecho de que las enfermedades cardiovasculares estuviesen más presentes entre los niveles socioeducativos más bajos, especialmente en el caso de los hombres. Por su parte, en relación a las mujeres se produce una mayor variabilidad en las causas de muerte y la relación con los niveles socioeducativos más bajos, pero también está presente.
Como decíamos, el titular es impactante, pero es relevante para poner de manifiesto el papel y la importancia de las políticas redistributivas y de la justicia social. No son una novedad estas conclusiones, pero sí que proceden de un informe de elevada potencia. A un mayor nivel educativo suele acompañarle un determinado origen, la posibilidad de conseguir un puesto de trabajo, o la posibilidad de vivir en una zona con mejores condiciones de vida. Además, también permite el acceso a una serie de recursos que pueden tener su incidencia en la esperanza de vida. El nivel educativo sigue siendo clave para la calidad de vida, a pesar de las dificultades del mercado de trabajo o de las disonancias que se producen en el mismo entre el nivel formativo alcanzado y el puesto de trabajo conseguido, hecho que está más vinculado a las características de la estructura productiva que a la educación. Pero, no cabe duda de que se da un proceso y una correlación que tiene, además, ejemplos en otras latitudes, como es el caso de Estados Unidos, con los problemas de salubilidad, por ejemplo la obesidad, entre los estratos más bajos de la población de ese país.
Este estudio nos lleva a poner de nuevo el foco en el valor de las políticas públicas redistributivas, vinculadas a la justicia social y al papel del Estado de Bienestar. Nos encontramos antes políticas que, en campos como la Educación, Sanidad o los Servicios Sociales, son no solo de carácter paliativo sino que, y especialmente, tienen un impacto a lo largo de la vida de las personas. La inversión en estos campos es determinante en la calidad de vida que alcanzan las personas en un momento dado, por ejemplo durante la escolarización, pero sus consecuencias y efectos van mucho más allá porque, en definitiva, pueden condicionar su futuro. El caso de la prevención en Salud es otro ejemplo importante ya que, por ejemplo, a través de las acciones que permitan implementar hábitos de vida saludables, o llevar a cabo revisiones, se pueden evitar enfermedades importantes que, además, tendrán un impacto en los sistemas sanitarios. Lo mismo ocurre con el envejecimiento de la población.
Nuestras sociedades han ido entrando en otros modelos, generándose una tensión entre el vinculado al Estado de Bienestar y las políticas públicas con sus Derechos Sociales, y el avance ya desde antes del final del siglo XX de visiones neoliberales que han ido socavando al Estado de Bienestar. Salvo contadas excepciones, además, las crisis económicas y de otros tipos han ido reduciendo el mismo. Pero, el papel del Estado sigue siendo fundamental también en relación a estas políticas redistributivas y a su papel para la cohesión social y la justicia social. Unas sociedades en las que prime el "sálvese quien pueda", en el que casi todo dependa de tu nivel socioeconómico o de tus orígenes, están lejísimos de esos ideales a los que se aspiraba y que no deben perderse.
Llega septiembre y... la vuelta al cole
Por EQUIPO AICTS / 18 de septiembre de 2023
La vuelta al cole es un clásico que abordan los medios de comunicación cada vez que termina agosto y comienza septiembre. No podía ser de otra manera, y se pone el foco en el impacto económico para las familias de este momento. Los informes y encuestas que se muestran sobre la cuestión cuentan con variaciones, porque hay que tener en cuenta que el coste económico de la vuelta al colegio no es el mismo para todas las familias. Depende de los gastos directos e indirectos, aunque en el caso de los primeros suponen un coste más elevado para las familias que escolarizan a los hijos en centros privados no concertados. Pero, es en los gastos indirectos donde se va buena parte del presupuesto: libros, material escolar, y uniforme, en el caso de que el centro cuente con el mismo. Además, también hay que ir preparando la hucha para los gastos que vengan a lo largo del curso a modo de actividades complementarias, comedor escolar, servicio de madrugadores, extraescolares, transporte. Es decir, los capítulos de gasto son numerosos y no todas las familias están en la misma posición para abordarlos. En este sentido, siempre hay que tener en cuenta más que la media que se ofrece, la horquilla en la que se mueven las familias, ya que también hay diferencias debido a las ayudas públicas, gratuidad de libros de texto, etc.
Pero, como decíamos, es el inicio de curso y aparecen los datos sobre el impacto del coste de la vuelta al cole en las economías familiares. Y uno de los datos más relevantes que ha aparecido en estas fechas es el relativo al Informe Europeo de Pagos de Consumidores, elaborado por Intrum y que ha sido analizado por diferentes medios de comunicación, entre ellos la Cadena SER. El dato es relevador ya que, según dicho informe, el 83% de las familias españolas tienen que endeudarse para hacer frente a estos gastos. Casi nada. Es un hecho que nos muestra el escenario en el que nos desenvolvemos, con el impacto de la inflación y de la subida de los precios del último año y medio, así como el incremento del Euríbor que ha supuesto un duro impacto para numerosas economías familiares. De esta forma, también son muchas las familias que acuden al mercado de segunda mano para la compra de los libros escolares, por ejemplo.
Este escenario no es una novedad, al contrario, y lo que supone es el incremento y cronificación de las desigualdades. Esto no supone minusvalorar el valor y el papel del sistema educativo en nuestro país, al contrario. Es un sistema educativo que cuenta con mecanismos y herramientas para una educación que llegue a todo el mundo. Pero, obviamente, también posee los que pueden dar lugar a una reproducción de las desigualdades. Y no es menos cierto que el contexto no es el más beneficioso, como hemos ido señalando en otros artículos de este Blog. Es en los costes indirectos ya referidos en donde se incrementa esa brecha y la desigualdad se reproduce, ya que hay parte de los mismos a los que acceden una serie de familias y colectivos, y otros se quedan fuera. Y, por supuesto, sin olvidar que existen situaciones relacionadas con la segregación escolar y con la escolarización de colectivos en riesgo de exclusión social, concentrados en no pocos casos en una serie de centros, también en función de la zona de residencia, que supone un duro impacto para la igualdad de oportunidades.
Son las políticas públicas las que tienen que ir avanzando en esfuerzos para conseguir un sistema educativo más equitativo, a pesar de que España es uno de los países de la OCDE en el que menor impacto tiene el origen socioeconómico y de que las diferencias se dan entre los dos extremos de centros, entre aquellos en los que se escolarizan los colectivos en riesgo de exclusión social en mayor medida y los que podríamos definir como elitistas. Pero, como hemos comentado en otras entradas del Blog, hay una reproducción de las desigualdades que está creciendo y, en el caso de la Educación, no iba a ser una excepción. No será directamente, pero sí a través de otras vías. Es una realidad.