Insistimos: no hay movilidad social

Por EQUIPO AICTS / 27 de enero de 2019


Hace unos días se publicaba el informe de Oxfam Intermón Desigualdad 1 - Igualdad de Oportunidades 0. La inmovilidad social y la condena de la pobrezaHay que reconocer que el título es brillante y que refleja a las claras el escenario en el que se encuentra nuestra estructura social y el futuro que nos espera. Pero tampoco les habría sobrado incluso haber aumentado el marcador a tres o cuatro a cero. El mundo es desigual y lo ha sido siempre, de eso no hay duda, lo que ocurre es que la "Igualdad de Oportunidades" había conseguido acercarse en el marcador, incluso alguien puede decir que empatar, y que, cuando nos estábamos acercando más resulta que se demuestra que la "Desigualdad" es un equipo de Champions League y la "Igualdad de Oportunidades" es un modesto y meritorio conjunto. Y que, si se le sube a las barbas, no pasa nada que ahí tenemos al árbitro, con VAR incluido, para "poner las cosas en su sitio". Sí, estas analogías futbolísticas funcionan bien y están ocurriendo. Y Oxfam Intermón han sido muy hábiles al incorporarlas. 

El informe es demoledor pero no apunta novedades en relación a lo que está ocurriendo desde hace una década al menos, aunque ya hemos señalado que las bases de ese escenario se iban poniendo antes. el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad, el aumento de la riqueza de los que más tienen, que una parte significativa de la clase media ha caído en la pobreza, el abandono y fracaso escolar más presente en los hogares con menos ingresos, una peor situación de las mujeres en este negativo escenario...Uno de los indicadores a los que más han prestado la atención los medios de comunicación es el que hace referencia al cierre de la movilidad social, concretado a que una familia pobre necesitaría cuatro generaciones para alcanzar los ingresos medios, y eso contando con una situación de empleo y condiciones laborales estable, cosa que ahora es más improbable.

La movilidad social ha sido uno de los grandes avances del último siglo y se ha vinculado tanto a la mejora de las condiciones materiales como al paso de una clase social a otra. De acuerdo, podemos entrar en todas las discusiones sobre clases sociales que queramos, con argumentos en un lado y en otro, especialmente en relación a la tan denostada clase media. Esa movilidad social venía marcada por unas condiciones laborales mejores, el acceso a niveles de estudios superiores (antes reservados a las clases más altas) y a unos modelos basados en el Estado de Bienestar. Y buena parte de estas aspiraciones y metas se habían logrado desde la izquierda política, desde los movimientos sociales, etc. Seguramente la clase media se acomodó y se olvidó de sus orígenes, mirándolos incluso con desdén, o se olvidó, lo que sea, el caso es que la sociedad no se percató del cambio subterráneo que se estaba desarrollando en la base de la estructura social. Para cuando quisieron hacerlo, crisis del 2008, ya era tarde. 

El informe de Oxfam Intermón nos muestra cómo las condiciones de partida van a determinar cada vez más claramente la posición en la estructura social, pero en una dirección: el mantenimiento de la misma. Es una suerte del ya señalado "efecto Mateo" o "se le da al que tiene", totalmente institucionalizado. Y todavía va a darse en mayor medida en un mundo con un mercado de trabajo y una estructura productiva en plena trasnformación, en la que los procesos de uberización son una realidad. A todo ello, la Educación, más necesaria que nunca, se encuentra en el paradoja de necesitar un mayor esfuerzo para poder funcionar como medio de movilidad social, aunque esto no es casual sino intencionado. Finalmente, un Estado de Bienestar debilitado y adelgazado tiene un impacto directo en las transferencias sociales, con todas las consecuencias que supone.

El escenario es muy negativo y en nuestras sociedades está creciendo la desigualdad. No solamente eso, se ha producido un cierre de clase, un cierre con candado. Mientras tanto, seguimos viviendo en una especie de ilusión marcada por un consumismo individualista que juega al estatus y a los signos de distinción, mientras las condiciones materiales se van deteriorando. Se nos acaba el tiempo.