Covid-19 y jóvenes: ¿más generaciones perdidas?

Por EQUIPO AICTS / 17 de abril de 2020


La situación de los jóvenes siempre ha sido compleja en un país como España. Desde hace décadas, los jóvenes han tenido dificultades para acceder a lo que se denominaba la "vida adulta". Los tránsitos a este escenario estaban marcados y ritualizados a través de una serie de pasos: la formación y los estudios, la entrada en el mercado de trabajo, el acceso a la vivienda y el matrimonio o la vida en pareja para formar una familia. Este esquema funcionaba a duras penas, aunque con diferencias y desigualdades. Pero, en un país con un Estado de Bienestar de carácter familista también la institución familiar contaba con un papel predominante en el sentido de apoyo económico tanto hasta la emancipación como en la ayuda para el acceso a la vivienda. Sí que es cierto que, en el caso español, estos procesos han estado muy marcados por contar con una vivienda en propiedad, en detrimento del alquiler, y en consolidar un puesto de trabajo. 

A comienzos del siglo XXI, el término "mileurista" fue acuñado para identificar a los jóvenes que subsistían con empleos con salarios que rondaban los 1.000 euros, la gran mayoría. No era una novedad, es un ejemplo que los jóvenes y las mujeres han sido dos colectivos que han funcionado en un sentido de "ejército de reserva del capitalismo" con salarios más reducidos, mayor temporalidad, mayor empleo parcial, etc. La excusa para esas condiciones es que los jóvenes no contaban con experiencia y que, por ese motivo, sus salarios y condiciones tenían que ser menores. De hecho, se justificaban situaciones injustas, que no han cesado, como prácticas no remuneradas como proceso de aprendizaje. 

Con todo esto, una situación estructural de la juventud, que podía establecer en parte su emancipación por la ayuda familiar, llegó la crisis de 2008 y los jóvenes se convirtieron en uno de los colectivos más perjudicados. Aquello fue impacto sin precedentes porque se contaba con una base muy endeble. Desempleo por encima del 50%, descenso de los salarios, sobrecualificación en en acceso al empleo, condiciones laborales muy precarias...Se sacrificó una generación y ahí quedan las imágenes de jóvenes cualificados que tenían que salir de España para buscar mejores condiciones de vida y un proyecto. También queda el 11-M de 2011, con una generación reivindicando sus proyectos de vida y un sistema deslegitimado. Pero poco se hablaba de los jóvenes que se quedaban, aquellos que no tenían la oportunidad de salir. Se hablaba de la "generación mejor preparada de la Historia de España", pero también existían jóvenes en situación de vulnerabilidad y exclusión social de antemano. Y la crisis intensificó esa situación. Crear un proyecto de vida basado en la emancipación, obviamente, iba a depender más de los orígenes socioeconómicos y de las redes de contactos para acceder a un empleo de calidad.

En esta década, las condiciones de vida de los jóvenes no han mejorado mucho. Siguen teniendo problemas para emanciparse y su acceso al mercado de trabajo es complejo. Cuando consiguen estabilizarse, han pasado años, y son conscientes de este proceso. Junto a ello, la turistificación de los centros de las ciudades, especialmente de las grandes urbes que es donde hay más oportunidades laborales, especialmente cualificadas, ha disparado el precio de los alquileres que no pueden ser sostenidos por muchos de los sueldos de estos jóvenes. Por lo tanto, el contexto estructural sigue perjudicando a los jóvenes. De esta forma, las consecuencias se observan en cuestiones como la Natalidad y la edad del primer hijo.

Y, ahora, llega la pandemia de Covid-19 y el horizonte de la situación de los jóvenes se complejiza mucho más. Como venimos señalando en estos posts, las crisis y los shocks se ceban en mayor medida con los colectivos más vulnerables y en situación de exclusión social. Covid-19 no va a ser una excepción, en todas sus dimensiones. Los jóvenes ya venían de unas condiciones de vida y laborales que no eran justas, al contrario. Si las medidas políticas y económicas no lo remedian, el impacto de Covid-19 precarizará todavía más las condiciones de vida de este colectivo, su acceso al empleo y la forma de hacerlo. Es necesario un plan centrado en ellos porque no se puede volver a caer en el error de perder más generaciones. Los jóvenes no se merecieron lo que ocurrió con la crisis de 2008, tampoco se puede sacrificar a estos colectivos que son el futuro de la sociedad. Y habrá más motivos para hacerlo en el sentido que las bases de la desigualdad se van a ampliar seguramente. El impacto del Covid-19 en el empleo afectará a unas familias más que otras, y eso también lo hará en sus hijos e hijas. Lo que ocurra en Educación será determinante ya que la brecha digital de estos meses habrá agrandado las desigualdades educativas y sociales. 

Los jóvenes son el futuro de nuestras sociedades, y en este contexto todavía más. Insistimos en la necesidad de evitar que se produzca, o se intensifique, un escenario de precarización de sus condiciones laborales y de vida. Nos jugamos la cohesión social, no lo olvidemos.