Teletrabajo: medio, fin y síntoma

Por EQUIPO AICTS / 28 de septiembre 2020

El impacto de la pandemia de la Covid-19 se está produciendo en todos los órdenes de nuestra realidad, afectando a las grandes estructuras y a la vida cotidiana. Obviamente, estas dos esferas están interconectadas y no operan de forma independiente, al contrario. Como hemos venido señalando en otros artículos, las consecuencias de la Covid-19 están acelerando procesos que ya se estaban desarrollando en vez de generar cambios estructurales en otras direcciones más vinculadas con la igualdad, la justicia social, etc. El optimismo desarrollado a comienzos de la pandemia con la frase "saldremos mejores de esta" no parece contar con muchas estructuras de plausibilidad. En el corto y medio plazo ya hemos visto que no parece que vayamos en esa dirección y, a largo plazo, está por ver. Aunque no faltan voces optimistas, la realidad es bastante tozuda.

Uno de los cambios que se están operando es el relativo al teletrabajo y todo lo que conlleva. En el confinamiento, muchos profesionales desarrollaron su empleo desde sus domicilios. Lógicamente, nos estamos refiriendo a colectivos que puedan hacer esa labor desde sus casas porque, y eso es algo de lo que no parecen darse cuenta ciertos discursos, no es posible que puedan teletrabajar sectores esenciales que fueron puestos en valor durante el confinamiento. Desde el punto de vista de un cierto solucionismo tecnológico, que también se aplicó a la educación con los resultados ya conocidos, el teletrabajo se presenta como una gran oportunidad y la posibilidad de una transformación de todo el proceso. 

Por una parte, no cabe duda que el teletrabajo es una necesidad en tiempos de pandemia y que implica una medida para evitar contagios y la difusión de la Covid-19. Las visiones que se postulan favorables al teletrabajo inciden en las consecuencias positivas para la conciliación de la vida familiar y laboral; un mayor rendimiento a través del mismo y el evitar desplazamientos y reuniones que se pueden eternizar o ser innecesarias; aumento de la satisfacción de los trabajadores y trabajadoras; entre otras cuestiones. Además, en relación a las consecuencias de la pandemia, se afirmaba que el teletrabajo sería la solución a la despoblación del medio rural así como de la mejora de la situación de las ciudades medidas y pequeñas.

Sin embargo, en los contras también operan no pocos aspectos. Como se observó en el confinamiento, conciliación y teletrabajo no casan muy bien, al contrario. Por otra parte, también aumentaron las horas trabajadas y se producía un escenario que implicaba casi una disposición de las veinticuatro horas en no pocas situaciones. Además, quedaba la cuestión de los costes de la infraestructura necesaria para teletrabajar, que recaía también en gran medida en trabajadores y trabajadoras. De esta forma, era fundamental el desarrollo de una legislación, otra cuestión es su cumplimiento. 

Pero, como señalaba Esteban Hernández en un artículo reciente en El Confidencial, el trabajo es un síntoma de los tiempos, de las transformaciones en las estructuras laborales y profesionales, en las condiciones del empleo y su evolución. El teletrabajo se insertaría en las dinámicas de esos cambios que están vinculados, a su vez, con la individualización de las relaciones laborales, el trabajo por servicio, entre otras. En definitiva, un escenario complejo y que puede incidir en nuevas fuentes de desigualdad, si es que no lo está haciendo ya, incluso entre los propios teletrabajadores, como bien indica Hernández en su artículo.