Un tejido que se va deshilachando

Por EQUIPO AICTS / 20 de noviembre 2020

El impacto económico de la pandemia COVID-19 está todavía lejos de poder ser diagnosticado en toda su extensión. Ciertamente, a lo largo de estos meses hemos ido viendo cómo las previsiones se hacían peores, en el sentido de incrementar el descenso del PIB español hasta límites dramáticos. Por otra parte, las previsiones presupuestarias quedan siempre en una especie de suspenso ya que hay que partir de que no conocemos el escenario, en función de si aparece la vacuna a corto, medio o largo plazo. Además, el impacto de los fondos europeos será visible más adelante, seguramente, pero nada, o casi nada, se puede saber de ese medio y largo plazo. Finalmente, España ha tenido que aumentar su endeudamiento, obviamente, para hacer frente a este escenario tan complejo. Y, mientras tanto, la vida se complica para la mayor parte de los ciudadanos y ciudadanas, muchos de ellos con sus empleos en ERTE, perdidos, o en una situación de incertidumbre.

Una encuesta de 40dB para El País ha señalado que el 50,5% de los españoles han perdido ingresos por culpa de la pandemia. Todavía más dramático es en el caso de los jóvenes, como ya indicábamos en el post anterior, cifra que asciende al 68,1% en los que tienen de 18 a 24 años y al 66% de 25 a 34 años. La encuesta da algunas claves más como por ejemplo que el 57% han recortado gastos de ocio y tiempo libre, el 25,5% han tenido que recortar en gastos de primera necesidad, un 15,4% han dejado de poner la calefacción o el aire acondicionado y un 11,9% retrasar el pago de recibos. También destaca que el 11,1% han pedido ayuda a vecinos, familiares y amigos y que un 10,7% han tenido que hacerlo a instituciones públicas. Ciertamente, nos encontramos ante un escenario que no es nuevo, ya lo vimos a partir de 2008, pero todo apunta que las consecuencias serán peores.

El mismo El País publicaba el domingo 16 de noviembre un reportaje sobre comercios que estaban al borde del cierre. No cabe duda que la situación del pequeño comercio es uno de los principales indicadores de las consecuencias de la COVID-19. Los cierres por los confinamientos y las medidas de restricciones para contener la segunda ola va dejando una catarata de tiendas y comercios cerrados en las ciudades. Dar un paseo por nuestras calles es ir viendo esas huellas. Y, como decíamos anteriormente, no parece que tengamos motivos para ser muy optimistas. Ahora que llegan las navidades, las cuales serán muy diferentes, se hacen llamamientos para que los consumidores compren en sus comercios de barrio, evitando las plataformas electrónicas.

Y aquí encontramos, de nuevo, otra de las grandes paradojas de nuestro tiempo. El cierre de pequeños negocios en el centro de las ciudades se acelera por la COVID-19 pero ya venía de antes. Hay que entender el papel de estas tiendas y comercios, muy vinculados al ascenso de las clases medias y a la movilidad social. El periodista Estaban Hernández lo expresa en su último libro Así empieza todo: la guerra oculta del siglo XXI (Ariel), del que hablaremos en próximas semanas. Los pequeños comercios de las ciudades, la mayor parte formados por autónomos con unos pocos empleados en el mejor de los casos, tuvieron que lidiar con la llegada de los grandes centros comerciales y de las franquicias. Este proceso provocó una sangría que fue cambiando y transformando nuestras calles. No, no se trata de una mirada nostálgica, como modelo tenía sus pros y contras, como todo. Algunos sectores desaparecieron del todo, ejemplo las tiendas de discos. Otros, aguantan pero descendiendo su volumen, como las librerías. Y podemos sumar casos como las mercerías, tiendas de ropa, etc. Con la llegada del comercio electrónico, el proceso se ha acelerado. Algunas plataformas fueron causa y efecto de todo este escenario. Además, en algunos casos no había otra vía para adquirir ciertos productos ya que habían desaparecido esas tiendas en no pocos lugares. A la vez, se nos decía que España tenía que ganar en digitalización y aumentar el peso del comercio electrónico. 

La pandemia COVID-19 ha tenido como consecuencia el aumento del comercio electrónico y la compra a través de plataformas. Durante unos meses, no quedó otro remedio por el cierre de los comercios. Pero, esta situación hizo, como hemos señalado, que se cerrasen parte de los mismos. El camino está trazado y, ante el escenario actual, el pequeño comercio afronta una nueva crisis que va a tener consecuencias sobre la estructura social, la cual sigue cambiando a pasos acelerados. El valor y el significado de este tejido va reduciéndose y ya recordamos aquellas tiendas que estaban o vemos ese local vacío del que queda el cartel. Nuestros centros se vacían y transforman en un proceso que se relacionaba también con la turistificación, en suspenso por el impacto de la pandemia. Pero, como siempre señalamos, son situaciones que cuentan con no pocos factores, interrelacionados. Transformaciones aceleradas en todo caso.