No se hablaba de la inmigración

Por EQUIPO AICTS / 27 de noviembre 2020

Los acontecimientos de las Islas Canarias, en relación a las nuevas rutas migratorias, han puesto el foco en el fenómeno de la inmigración, en un muy segundo plano estos meses de pandemia de la COVID-19. Las imágenes que estamos viendo estas semanas nos han recordado que los procesos migratorios no se detienen, ni con una pandemia. Muchas personas y sus familias se juegan la vida en una búsqueda de un futuro mejor que el que cuentan en sus países de origen. En muchas ocasiones, salen de los mismos debido a situaciones de guerras, conflictos o por escenarios generados por catástrofes naturales, etc. En otros muchos, el motivo es la pobreza o que las sociedades de origen no ofrecen unas oportunidades. Cuando se habla de las migraciones, algunos discursos parecen olvidar, muchas veces de forma consciente, de que estamos hablando de una necesidad, que casi nadie se convierte en inmigrante de forma voluntaria. Se pone en riesgo la vida propia y la de sus familiares, y en no pocos casos se pierde, por esa necesidad. 

Canarias se ha convertido en esa imagen de las migraciones, comparándose con Lesbos o con Lampedusa, otros lugares que han adquirido ese protagonismo en la llegada de inmigrantes a través de diversas rutas. Por cierto, que se apunta la peligrosidad de la que llega a Canarias. De esta forma, la situación de las migraciones se vuelve a poner encima de la mesa, en el sentido de cómo abordarla, qué decisiones tomar, etc. En todo caso, no parece que la solución sea sencilla, al contrario. Además, estamos en un contexto tan complejo que hace que cualquier aspecto precise de un análisis profundo. Pero no se puede nunca mirar hacia otro lado ni dejar de lado a unas personas que se están jugando la vida. Queda claro que Europa, y todos los países que la conforman, han fallado en estos cometidos. De la misma manera que no se ha conseguido poner las bases para que las condiciones de vida mejoren en los países de origen, otro fracaso.

Durante los meses pasados, se focalizó la cuestión de la inmigración en los trabajadores temporales en las zonas agrícolas. Primero fue en la zona de Lleida y luego en otros territorios. Hubo focos pero también muchos controles que evitaron escenarios complejos en colectivos que suelen encontrarse en una situación de vulnerabilidad y de estigmatización. Las condiciones precarias de estos trabajadores precisan de una intervención urgente, a pesar de los avances de los últimos años. Pero, en un contexto de pandemia como la provocada por la COVID-19, las situaciones de desigualdad y de precariedad se agudizan e intensifican.

Finalmente, dentro de todo el proceso migratorio, es necesario no olvidarse de la situación de los menores no acompañados, y de aquellos que dejan de serlo estando en este escenario. Es fundamental dar una respuesta a esta situación, son un colectivo todavía más vulnerable que cuenta con escenarios de incertidumbre y desamparo. Atender a estos menores, e insistimos en aquellas personas que cumplen los dieciocho años cuando son menores no acompañados y dejan de serlo, es una cuestión de Derechos Humanos y de solidaridad, como el conjunto de la inmigración. La pandemia COVID-19, como venimos manteniendo en este Blog, supondrá nuevos retos y desafíos, pero no dejemos de observar los que ya estaban presentes anteriormente.