Redes de seguridad y los caminos de salida

Por EQUIPO AICTS / 23 de agosto de 2021

Llevamos muchos años estudiando, leyendo y analizando la deriva de nuestro sistema económico, con la imprescindibles consecuencias sobre el resto de ámbitos. Obviamente, hablamos de escenarios que se interrelacionan. Uno de los errores, o una de las derivas de nuestro tiempo, es que nos hagan ver como que una cuestión no tiene que ver con las otras. La situación actual nos ofrece un escenario extraño en el que, por una parte, parece que podemos ser más conscientes de las debilidades de nuestro sistema pero, por otro, vamos agarrándonos a una especie de clavo ardiendo. Esas debilidades ya se venían concretando con el proceso de la deriva neoliberal y de la Globalización, una aceleración de las tendencias preexistentes que han dado lugar a una situación que parecía estallar por los aires con la crisis de 2008. Nada más lejos de la realidad, aquella crisis, como hemos venido insistiendo en otras ocasiones, supuso un recrudecimiento de esas tendencias. Fue un momento tremendo en el que, las soluciones, lejos de corregir esas tedencias y mejorar la vida de los ciudadanos, fueron por el lado contrario. Aumento de la desigualdad, precarización del mercado de trabajo y de las condiciones de empleo, menos oportunidades y expectativas para los jóvenes, el deterioro de la educación como mecanismo de la movilidad social y, entre otros aspectos, el Estado de Bienestar y sus políticas, cada vez más tocadas. Sin embargo, la ficción de que todo iba a ir bien se iba consolidando de nuevo en los años siguientes a la crisis, con un escenario en el que parecía que la recuperaciónb iba a ser posible. Pero, como hemos señalado, era una ficción en la que las desigualdades se acrecentaban. Sí, crecía el empleo, pero no en unas condiciones favorables. Sí, había un aumento del consumo, pero no parecía que se mejorasen las bases que lo sostenían. Y, en el caso de España, lejos de avanzar en los cambios necesarios en su modelo productivo, se intensificaban la debilidades del mismo. Más de lo mismo.

Con este panorama llegó la crisis de la covid-19. Como ya hemos escrito sobre el tema, no incidiremos en las consecuencias. Es cierto que la respuesta a la misma ha tenido una naturaleza diferente a la crisis de 2008, no quedaba otra. Pero, tampoco es menos cierto que hay motivos para ser menos optimistas en tanto en cuanto se produjeron debates sobre cómo afrontar la situación y, en definitiva, no son pocas la voces que indican que esta situación es un paréntesis para regresar a políticas de austeridad, como las de 2008. En relación a las respuestas dadas a esta crisis, no está de más recordar el artículo de Laura Ponce de León en EHQUIDAD. En estos momentos, y regresando a España, todo parece fiarse a las fondos de reconstrucción y a su impacto en la economía, la sociedad y la política. Esos fondos de reconstrucción procedentes de la Unión Europea se presentan como esa oportunidad que dará lugar a una recuperación y, especialmente, a una transformación del modelo económico. Será un punto de inflexión basado en la digitalización y la sostenibilidad, como las dos piedras angulares de todo el proyecto. Sin embargo, hay más dudas que certezas. Primero, por la naturaleza de los propios fondos, se pedirán resultados, obviamente. Segundo, porque no queda claro que esa digitalización y esa sostenibilidad, que se presentan en modo solucionista, vayan a llegar a la mayoría de la población. Puede que, en el corto plazo, sí, que se de una mejora de la economía, del empleo, etc., pero a medio y largo plazo... el escenario no es tan claro. Parece que, de nuevo, las tendencias anteriores se reforzarán. Y todo ello en un contexto más complejo, con la deuda y el déficit disparados, y reclamados, y con una políticas públicas de nuevo en la encrucijada.

De esta forma, estamos en esa disonancia de la que no salimos. Esa situación que señalábamos al comienzo, un diagnóstico claro y unas soluciones que van por el camino de acentuar el propio diagnóstico. Desde diferentes ámbitos, algunos tan reconocidos como la economista Mariana Mazzucato, si insiste en la necesidad de recuperar el papel del Estado y la planificación, asumiendo el liderazgo del mismo en el control de la Economía. Esto no es nada nuevo pero, como insiste la propia Mazzucato, la crisis de la covid-19 nos mostró la debilidad inherente a la falta de esos mecanismos. Por otra parte, hay procesos en los que son las clases medias y trabajadoras las que son perjudicadas como en toda la cuestión relativa a la forma de encarar los impuestos. Estos, necesarios para un sistema corresponsable y basado en la cohesión social, obedecen en no pocas ocasiones a los escenarios generados por la deriva económica y a una forma de tapar los agujeros generados por la misma. Es el argumento que exgrimía en un artículo reciente el periodista de El Confidencial, Esteban Hernández. 

En su conjunto, y en el debate, se trasluce de nuevo el modelo de sociedad que queremos construir. Un modelo que se base en esa cohesión social que, en parte, fue construida gracias a las políticas del Estado de Bienestar, con sus pros y sus contras, o un modelo caracterizado una una desigualdad cada vez mucho más estructural. No, no somos ingenuos, la desigualdad está ahí, pero en las últimas décadas se van soltando redes de seguridad de los ciudadanos. Las mismas, en parte, se basaban en esas políticas públicas y en los Derechos Sociales. Ahora mismo, aunque a corto plazo parezca que, con los fondos de reconstrucción, nos transmitan que tendremos el futuro solucionado, la realidad apunta en otras direcciones.