El regreso del Estado de Bienestar

Por EQUIPO AICTS / 27 de diciembre de 2021

Durante los últimos meses, se ha producido un incremento del debate sobre el valor del Estado de Bienestar y la socialdemocracia. En realidad, el mismo es la continuación de un proceso que ya se estaba dando. La pandemia covid-19 puso de manifiesto el valor de las políticas públicas y su necesidad, no solo para hacer frente a crisis de dicha magnitud, que obviamente sí, sino para abordar la cohesión social. Pero, este debate ya se manifestó ante la respuesta a la crisis de 2008 cuando, mediante políticas de austeridad, la cohesión social se vio debilitada y el Estado de Bienestar quedaba muy tocado. Recordemos que, en el caso de España por ejemplo, se produjeron recortes y ajustes en todos los ámbitos del mismo, aunque también se fueron recuperando parte de las inversiones en los años siguientes. Si nos retrotraemos más atrás incluso, el debate sobre el Estado de Bienestar y las políticas públicas basadas en la cohesión social y la corresponsabilidad ha sido transversal a las últimas décadas, concretamente desde la crisis de la década de los setenta, la expansión de las políticas de corte neoliberal y los cambios en el papel de la economía en nuestras sociedades.

No se trata de volver a recordar los orígenes del Estado de Bienestar, sus consecuencias para la sociedad y el valor de los Derechos Sociales, hechos que están muy presentes continuamente en no pocos ámbitos. Al contrario, se trata de seguir ponbiendo en valor al mismo en un contexto cada vez más complejo y que precisa de nuevos escenarios en esa dirección. El Estado de Bienestar supuso un punto de inflexión en nuestras sociedades y ha sido el modelo que ha tratado de ser seguido como una forma de garantizar niveles de vida dignos para los ciudadanos y ciudadanas, vinculándose con el propio concepto de ciudadanía y los ya señalados Derechos Sociales. Como bien indicaba Marshall, difícilmente se podrán disfrutar los Derechos Civiles y Políticos si no están garantizados los Sociales. Los pilares del Estado de Bienestar, la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales y las Pensiones, se han ido desarrollando y transformándose en función del modelo de Estado de Bienestar del que estemos hablando, así como de los impactos de las reformas y ajustes en el mismo desde la década de los setenta del siglo XX. Ese proceso vino motivado por los cambios que comenzaron a operarse en esa década, por la llegada de ideologías neoliberales en el ámbito económico y, como consecuencia, el New Public Management que suponía la implentación en los servicios públicos de lógicas de la empresarial y una concepción clientelar de los servicios. Este hecho dio lugar a privatizaciones que han supuesto también una transformación en las transferencias sociales. Y, no lo olvidemos, estamos haciendo referencia a un modelo de sociedad en el que los efectos de estas políticas tienen consecuencias a lo largo de la vida de los ciudadanos. Es decir, Estados de Bienestar más sólidos y con políticas más consolidadas darán lugar a unas transferencias sociales con mayor impacto. 

En países como España, el Estado de Bienestar llegó con algunas décadas de retraso en relación a sus vecinos europeos, pero en los años ochenta y noventa del siglo XX se consolidó el mismo. Como otras sociedades del sur de Europa, el modelo de Estado de Bienestar español se basó también en el familismo. Es decir, el apoyo y la solidaridad familiar, en el sentido de apoyo y atención a sus integrantes suplía lo que en otros modelos hacía el Estado o las administraciones. Este familismo ha sido una constante que se ha observado en la atención a la dependencia, la ayuda en el cuidado de los nietos por parte de los abuelos y abuelas, el apoyo económico en contextos de dificultad, como se reflejó en la época de la crisis de 2008, entre otros aspectos. Pero, no cabe duda que con sus debilidades y contradicciones, algunas sin ser resueltas como el menor papel de los Servicios Sociales, sin duda el pilar menos desarrollado del Estado de Bienestar en casos como el español, el desarrollo de este modelo ha sido determinante para nuestras sociedades, como hemos venido señalando. 

¿Qué está ocurriendo para que se vuelva la vista, una vez más, hacia el Estado de Bienestar como modelo y se debata a su adaptación a las nuevas realidades? Lo que está ocurriendo es que nos encontramos ante unas sociedades que se van debilitando en relación a la cohesión social y que precisan de respuestas a este desafío que viene marcado por el aumento de la desigualdad. Es decir, un modelo de sociedad distinto que nos está retrotrayendo a modelos anteriores. Incluso, este debate se enmarca en la cuestión del valor de la socialdemocracia como una vía a retomar tras varias décadas de avance de un neoliberalismo económico que ha tenido su reflejo en la política. Aunque fue la crisis de 2008 la que hizo saltar todas las alarmas y contradicciones, no es menos cierto que el modelo que se alumbró tuvo sus bases en las décadas anteriores, especialmente a partir de los noventa. Fue un proceso en no pocas ocasiones soterrado y sutil, conformado paradójicamente sobre las bases de ese Estado de Bienestar que había alumbrado una sociedad más cohesionada. Una contradicción que incide en que, posiblemente, hizo falta más pedagogía y una puesta en valor de estas políticas, así como afrontar los desafíos y los cambios que se estaban produciendo de forma diferente. Recientemente, El País publicó un artículo de opinión a cargo de Gemma Ubasart y Ricard Gomà bajo el título "Tejer ciudadanía social más allá del Estado de bienestar". Un artículo muy interesante que hacía referencia a esos retos y desafíos de la sociedad y cómo eran necesarias nuevas políticas que afrontasen la situación partiendo de ese marco, el del Estado de Bienestar, pero superándolo porque la sociedad era muy diferente a la de carácter fordista que alumbró la de de dicho marco. Nuevos retos y desafíos derivados de la situación de la estructura productiva, de la Globalización o del papel del municipalismo como oportunidad para una nueva política social. 

Las políticas sociales son más necesarias que nunca y, con el caso de la pandemia covid-19 se ha observado que las mismas han sido determinantes para afrontar sus efectos, aunque queda mucho camino por recorrer. El nuevo modelo de sociedad, que está generando más desigualdad, precisa de volver la mirada hacia las condiciones materiales de los ciudadados y ciudadanas y a encontrar una forma de recuperar el valor del empleo, precarizado como en no pocas ocasiones en las últimas décadas. En este escenario, las desigualdades serán más elevadas y se producirá un descenso de una cohesión social ya tocada, hecho que puede ser aprovechado por determinadas fuerzas políticas de extrema derecha y populistas. Desde AICTS, tenemos un compromiso con el Estado de Bienestar y las políticas públicas basadas en la cohesión social, con esas políticas sociales que son más necesarias que nunca, pero desde una mirada autocrítica y crítica y desde la necesidad de afrontarlas con los cambios que se están dando, precisamente para poder dar una mejor respuesta a esos desafíos. El reto es mayúsculo por la evolución que ha llevado la socialdemocracia y las contradicciones en las que ha caído y su escenario actual, en el sentido de afrontar transformaciones necesarias en nuestras sociedades o seguir asumiendo postulados institucionalizados que abocan a una situación más complicada si cabe, como indica Esteban Hernández en un reciente artículo en El Confidencial. Pero, como hemos comentado anteriormente, algunos caminos parecen definidos, dependerá del vehículo que usemos para transitarlos, superando contradicciones y analizando los aspectos que han funcionado y los que no, adaptándose a los nuevos escenarios.