Pobreza infantil y desigualdades

Por EQUIPO AICTS / 19 de diciembre de 2022

Nuestras sociedades, cada vez más desiguales, en un proceso de cronificación de las mismas, cuentan con cada vez más grupos sociales en situaciones de precariedad o sin apenas expectativas. Son las clases que tradicionalmente calificábamos, o seguimos haciendo porque estas categorías han ido cambiando, como medias, fundamentalmente las aspiracionales, las clases trabajadoras y, por supuesto, los colectivos vulnerables y en situación de exclusión social. Desde el Blog de AICTS, el cambio de la estructura social es una de las temáticas más recurrentes y en la que más hacemos hincapié. Tras la crisis de 2008, el escenario de las clases sociales fue cambiando y, en un contexto paradójico, la situación se hace más complicada. En todo caso, lo que no cabe duda es que la brecha entre grupos sociales y el peso del origen socioeconómico es muy importante, siempre lo fue, con la importancia de los capitales económicos, sociales y culturales, en términos de Pierre Bourdieu. En este mundo en el que nos encontramos, las perspectivas de progreso se apagan para muchas familias y personas. Obviamente, los críticos de la meritocracia insistirán en que esta es una falsa ilusión, en que no ha existido y en que legitima las desigualdades. Y parte de ello hay, pero no hay que olvidar el peso de la educación y el acceso a los estudios superiores de personas que, procediendo de las bases de la estructura social, llegaron a otros niveles socioeconómicos. Olvidamos frecuentemente que estamos hablando de otras épocas y situaciones, de otros momentos en los que, por ejemplo en el caso de España, pero en sus inspiradores también, se estaba construyendo un Estado de Bienestar, se generó una estructura pública y privada que precisabe de trabajadores cualificados que encontraron en ella su lugar. Y tampoco hay que olvidar que, en la actualidad, empleos que contaban con una mayor seguridad y mejores condiciones, tanto laborales como de remuneración, o bien han desaparecido o se han precarizado.

Sirva este largo párrafo introductorio para insistir en la reproducción de las desigualdades, de la pobreza y la exclusión social, hecho que implica, aunque se olvide en no pocos casos, que se produce una reproducción de la riqueza y de las posiciones de privilegio en la estructura social. Además, son estas últimas clases sociales las que tienen esa capacidad para mantener, reproducir y ampliar brechas y distancias con un resto cada vez más amplio. Niños y jóvenes son colectivos que están en una gran situación de indefensión, dependiendo de su origen socioeconómico. En los estudios que realizamos en el ámbito educativo, se observa el mismo como un elemento determinante del rendimiento escolar, al que luego nos referiremos. Pero ahora hay que recordar un informe de Save the Children que indicaba hace unas semanas el perfil de las familias usuarias de sus servicios. Un colectivo que contaba con muy bajos ingresos al mes y que no tenían acceso a cuestiones básicas como una alimentación equlibrada y diversa, especialmente verduras y pescado, así como las dificultades para contar con calefacción o la imposibilidad de ir al dentista, entre algunos indicadores que se señalaban en dicho informe. Son colectivos que, a pesar de las ayudas en diversos ámbitos del Estado de Bienestar, insuficientes, tiene muy difícil salir de ese círculo de pobreza y exclusión social. 

En relación al papel de las Administraciones Públicas, Marta García Aller lanzaba en su columna de El Confidencial el contundente titular de "La gran vergüenza de la que olvidó indignarse el Congreso". En dicho artículo, García Aller incidía en los riesgos de pobreza y exclusión social para niños y jóvenes y que estos eran cada vez más elevados e indicaba que los partidos políticos no hacían esfuerzos suficientes en esa dirección y que centraban sus discursos en otras cuestiones. En este sentido, volvemos a una situación que se puede señalar como estructural y que avanza a gran velocidad, con las diferencias de salarios y rentas que muestran otros informes, como el que mencionaba el propio El Confidencial que indicaba que las rentas altas cobran 11,5 veces el sueldo medio, partiendo de datos de Hacienda. De esta forma, los esfuerzos que deben hacerse desde las Administraciones Públicas deben ser muy integrales y transversales, teniendo en consideración todos los ámbitos que afectan a las políticas públicas. Y es la Educación, como hemos señalado en no pocas ocasiones, una de ellas. Un estudio en Estados Unidos mostraba cómo la presión por los resultados académicos también tenía una correlación con la clase social, afectando más el estrés académico, como hacía referencia el mismo, a los grupos más vulnerables. Sin duda alguna, es un factor a tener en consideración ya que las posiciones sociales inciden en los resultados académicos y escolares y en las posibilidades de aprovechar las posibilidades que ofrece el sistema educativo.

En definitiva, una pobreza infantil y juvenil que viene marcada por una estructura social desigual y por los orígenes socioeconómicos que cada vez son más determinantes. Un escenario que se va haciendo más explícito pero que se reproduce en no pocas ocasiones de forma sutil. Niños y jóvenes que pasan dificultades y carencias, lo que afecta a su salud, bienestar y rendimiento escolar, lo que va a reproducir esa desigualdad. En consecuencia, son necesarias más medidas para abordar un asunto que tendría que estar en los primeros puestos de las agendas políticas.