Servicios públicos

Por EQUIPO AICTS / 6 de febrero de 2023

Durante las últimas semanas, la situación de los servicios públicos en España está siendo una de las principales cuestiones en la vida social, en los medios de comunicación y en el debate político. El escenario de la sanidad, con huelgas en diversas regiones y escenarios complejos que muestran evoluciones negativas en la misma, el caso de Madrid sería paradigmático pero no el único, es el ejemplo más visible. Recordemos que hace tres años, en un contexto como el de la pandemia de la Covid-19, se destacó el valor de estos servicios públicos, destacando el sanitario, y se insistió en su puesta en valor y en la necesidad de su refuerzo. Sin embargo, todo parece que fue un paréntesis y la situación se ha demostrado mucho más complicada de lo previsto. Además, y como veremos posteriormente, ciertos procesos como los vinculados a la digitalización o la atención telemática, vinieron para quedarse.

En las últimas semanas también se publicó en El País, entre otros medios, que España había sido el segundo país de la OCDE en el que más había crecido el gasto social para afrontar la pandemia. Este hecho marca cómo, a diferencia de la crisis de 2008, se articularon una serie de medidas que dieron lugar a que las Administraciones Públicas hiciesen dicho esfuerzo, por otra parte el que tenían que hacer, para combatir los impactos negativos de la pandemia. Estos pasaban también por ser conscientes de las bases tanto de nuestra estructura social, de nuestro tejido productivo y del modelo de Estado de Bienestar. Tras la crisis de 2008, se habían acelerado las tendencias negativas que estaban soterradas o diluidas en crecimientos económicos, "burbujas inmobiliarias", etc. Es cierto que, tras salir de dicha crisis, había crecido la inversión pública y la economía a nivel macroestructural se recuperó, pero la precarización del mercado laboral y de la vida era una realidad para muchos ciudadanos, familias y colectivos. De esta forma, las medidas para afrontar el impacto de la pandemia del Covid-19 precisaban de un esfuerzo muy importante por parte de nuestras Administraciones Públicas. El problema viene cuando tras los dos años más duros de la pandemia, cuando se recupera la "normalidad", ese gasto social desciende rápidamente. Y este hecho nos lleva a la situación de los servicios públicos.

Obviamente, habrá muchas personas que argumenten que estos gastos sociales son inabarcables, que el aumento del déficit y la deuda pública nos coloca en una situación complicada. Es evidente, como hemos señalado en otros artículos, que el modelo de Estado de Bienestar nace en unas condiciones que no tienen mucho que ver con las actuales, y que se precisa de una serie de reformas que aborden esta situación para que la cobertura de los servicios públicos sea mayor todavía, especialmente en un contexto en el que los retos y desafíos, los cambios, son muy rápidos. Pero esto pasa por, una vez más, hacer un modelo económico y productivo que permita que las personas y las familias tengan un nivel de vida no precarizado y que, de esta forma, se consiga también aumentar el nivel de ingresos de las Administraciones Públicas para sustentar este Estado de Bienestar. Si el proceso sigue como hasta la fecha, el escenario es más sombrío.

En este contexto, es muy recomendable el artículo de Esteban Hernández en El Confidencial sobre "Por qué funcionan tan mal los servicios públicos: una causa disimulada". Hernández no se queda en la superficie del fenómeno sino que aborda un proceso que comenzó con las privatizaciones de la gestión de los servicios públicos con los gobiernos conservadores del Reino Unido en la década de los setenta del siglo XX, extendiéndose a todos los países con independencia de la ideología de los gobiernos. En este escenario, Hernández aborda precisamente la ineficacia de esa gestión privada, a la que no se le pide cuentas en la misma medida que a los propios servicios públicos que gestionan. 

En definitiva, estamos ante un momento complicado para los servicios públicos, con cada vez más personas y familias que, en caso de poder afrontarlo, acuden al mercado privado para proveerse de ciertos servicios, hecho constatable especialmente en un sistema sanitario que acumula retrasos y atenciones que no responden a las necesidades de los ciudadanos. La ya comentada digitalización, la atención telemática y otros procesos vinculados a este aspecto están generando también unas fallas en el sistema sanitario que tienen unas elevadas consecuencias en todos los sentidos. Mucho nos tememos que tendremos que seguir profundizando en esta cuestión en los próximos años porque, lamentablemente, las perspectivas no son positivas.