Los debates alrededor de la clase media y el Estado de Bienestar
Por EQUIPO AICTS / 20 de febrero de 2023
En las últimas semanas han aparecido nuevos artículos en los medios de comunicación sobre las clases medias, por un lado, y sobre el Estado de Bienestar. Las dos cuestiones son recurrentes en un periodo de crisis estructural que afecta a toda la sociedad, pero que tiene su incidencia en estos dos pilares de nuestros sistemas occidentales. Por un lado, ese Estado de Bienestar en un escenario complejo, como hemos venido señalando en numerosos artículos de este Blog, que ha sido clave para alcanzar unos niveles de vida insospechados para amplias capas de las sociedades de estos países, así como se convirtió en una aspiración para una buena parte del mundo. Sin embargo, el Estado de Bienestar vive sujeto a unos desafíos y retos para los cuales, con su diseño, no puede dar respuesta. Y, en el contexto actual y la deriva que lleva nuestro mundo, no parece que vayan a tenerla. Unas sociedades en las que también la socialdemocracia ha entrado en otra crisis estructural y con unos proyectos políticos que son difusos en este sentido. No se entendería el Estado de Bienestar sin las clases medias, un colectivo heterogéneo, aspiracional y referencial y relativo, como todas las posiciones sociales (con respecto a otras), que desde 2008 ha ocupado una buena parte del debate en relación al deterioro de las condiciones laborales y de vida. Las clases medias también se construyeron gracias a ese Estado de Bienestar, a unas transferencias sociales que permitieron el acceso a unos servicios públicos vinculados a los Derechos Sociales y a la ciudadanía. Sin esas transferencias sociales, sin la Educación y la Sanidad, las clases medias no habrían alcanzado su desarrollo. Pero, y aunque volveremos en otros artículos sobre esta cuestión, no debemos olvidar todas personas y colectivos que quedan fuera de estos parámetros, los cuales van ascendiendo. Como recuerda Gabriel Gatti en Desaparecidos, su libro sobre estos grupos abandonados, que ni siquiera cuentan. Como decimos, llegaremos a esa historia.
Antonio Jiménez-Barca publicó en El País el reportaje "La sufrida clase media-baja es cada vez menos media y más baja". El titular ya nos ofrecía una de las claves sobre este colectivo, como es su heterogeneidad. La clase media es tan diversa y ecléctica que en la misma caben tantos colectivos y grupos sociales que, por lo tanto, se hace más difícil de conceptualizar. Además, como se mezclan las dimensiones materiales y simbólicas, y el hecho de poseer una de las segundas (por ejemplo un nivel de estudios), ya no se corresponde en no pocos casos con las primeras, todo se complica. La clase media-baja, muy aspiracional, también muy golpeada por la precarización del mundo del trabajo, el cierre de clase de no pocos empleos y sectores, la sobrecualificación (que no es culpa de estas personas y colectivos sino de una estructura productiva que no les da salida), la pérdida de valor de los títulos universitarios, etc., se encuentra en un escenario en el que el ascensor no se ha parado sino que va para abajo, como bien señala Jiménez-Barca. Además, como hemos visto desde 2008, es como un dominó y, salvo que cambien mucho las cosas, los siguientes estratos sociales serán los más afectados. La clase media-baja ha perdido sus dimensiones materiales de clase media, si alguna vez las tuvo del todo, igual eran en comparación con otros colectivos más vulnerables, pero no tanto las vinculadas al estatus y a lo aspiracional, aunque este último paso se va cerrando.
También en El País, Joaquín Estefanía publicó el muy interesante "Estado de Bienestar: historia y crisis de una idea revolucionaria". Con un recorrido histórico y con la plasmación del momento actual, Estefanía venía a recordar este proceso que dio lugar a niveles de protección nunca vistos. Un modelo que se basa en la cohesión social y en la corresponsabilidad. Un modelo que, como hemos indicado al comienzo de nuestro artículo, como bien refleja el artículo de Estefanía, está en una crisis vinculada al salto de las tres últimas décadas, en las que la Economía se ha impuesto a la Política, con el que el capitalismo ha evolucionado a un modelo más individualista apoyado en la Globalización, con las tecnologías como una herramienta en esta evolución. Un proceso en el que se ha producido una interrelación con un sistema de valores diferente que, a su vez, también se ha articulado mediante una visión del individuo y de lo común que se alejan cada vez más de ese modelo del Estado de Bienestar. Unas sociedades que van cambiando su humor social y que entran en una situación de riesgo, cuyos sistemas cada vez pierden más legitimidad para más capas sociales.
Pero, visto el diagnóstico, debemos recuperar unas visiones diferentes, unas visiones que no nos lleven a recrearnos en una situación sino a plantear soluciones. Si una vez, nuestras sociedades, pudieron construir un modelo basado en el Estado de Bienestar, ¿por qué no pueden volver a hacerlo? ¿Por qué no pensar que tenemos la capacidad, los conocimientos y los medios para salir de este bucle? Hay que pensarlo, hay que visualizarlo y ponerse a construir. Sí, es difícil y complicado, las barreras son numerosas, pero quedarnos anclados en el diagnóstico lleva a la parálisis, y eso no nos lo podemos permitir.