Crisis y jóvenes

Por EQUIPO AICTS / 27 de febrero de 2023

En numerosos artículos del equipo de AICTS en este blog hemos hecho referencia a la situación de los jóvenes. En casi una década desde la andadura del mismo, ha habido numerosas oportunidades para abordar este escenario, estudios que analizaban a este colectivo, así como el impacto que tenían en el mismo los cambios y crisis que se producían en la estructura social. En 2023, los motivos para el optimismo sobre la situación de los jóvenes se van diluyendo a medida que las distintas crisis impactan en las sociedades y en sus configuraciones. Hace unas semanas, El Confidencial aludía a este proceso, no se puede llamar de otra manera, con un artículo de Carlos Sánchez que llevaba por título "Las sucesivas crisis expulsan de las clases medias y ensanchan la desigualdad". A través de datos de diferentes fuentes, del Banco de España al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), se trazaba cómo habían ido entrando en situaciones de precarización cada vez más jóvenes procedentes de las clases medias. Como tantos otros fenómenos, nada que no sea nuevo, pero en lo que es necesario seguir insitiendo.

Analizar la situación de los jóvenes tiene también ciertas connotaciones. Obviamente, en algunos términos, buena parte de los jóvenes han accedido a unos niveles de bienestar, de formación y de accesibilidad a ciertas formas de ocio que eran desconocidas para las generaciones anteriores. Esta cuestión aparece en conversaciones con personas de más de sesenta años, por ejemplo, que señalan que ellos empezaron a trabajar muy pronto, que no viajaron apenas nada, etc. Se relacionan también estos mensajes con lo relacionado con la cultura del esfuerzo, el sacrificio o una valoración de la juventud en comparación con las anteriores. Sí, algunos indicadores son ciertos, y no cabe duda de que deben vincularse con la evolución de la sociedad y de sus valores. Muchas personas que trabajaron desde muy jóvenes, también señalan que no quieren eso para sus hijos e hijas. Se ha producido un esfuerzo en darles un nivel de vida más elevado, más cómodo. 

Pero, de lo que no cabe duda, es que las condiciones estructurales y la posibilidad de generar un proyecto de vida, cada vez se ha ido poniendo más difícil para nuestros jóvenes. Indicadores sobre la cuestión, sobran: acceso al mercado de trabajo, desempleo juvenil, precariedad, emancipación, edad del primer hijo... son algunos ejemplos. Y, en general, las tendencias no son positivas. Ser jóvenes hoy es realizar un camino complicado hacia una estabilidad que pasa por numerosos estadios, cuando no por la procrastinación no deseada de las decisiones vitales. Las generaciones que comenzaban su andadura hacia la denominada "vida adulta" en la primera década del siglo XXI, cada vez más reducida a tenor de la categorización de qué es ser joven, comenzaban a vivir el impacto de los cambios estructurales que iban trastocando nuestro sistema, y que alcanzaría su primera crudeza con la crisis sistémica de 2008. Eran unas generaciones traumatizadas porque, tras haber "hecho los deberes", formado, se encontraban que no pasaban de la casilla de salida. De esta manera, el 15-M de 2011 es una consecuencia de ese escenario. Las generaciones anteriores, que fueron jóvenes en los años noventa del siglo XX, tuvieron un escenario con más oportunidades para construir su carrera y biografía, aunque empezaron a sufrir los coletazos de estos procesos, por ejemplo el acceso a la vivienda y todo lo vinculado con la "burbuja inmobiliaria".

A continuación, la situación solo ha ido a peor. Los jóvenes lo van teniendo más complicado, salvo que tu origen socioeconómico te permita una buena combinación de capitales económico, social, relacional y cultural. El nivel de estudios cada vez pesa menos, rompiendo el papel de la meritocracia (lo tuvo) de las décadas anteriores. Las desigualdades y brechas crecen, la variable territorial pesa cada vez más, y se entra en un escenario diferente. De esta forma, observamos cómo se entra en una suerte de nihilismo para una parte de estas generaciones que hacen bueno el lema del movimiento Punk: "No Future". Seguramente, habrá muchas personas que consideren que esto es exagerado, pero de nuevo todo es referencial, en función de con quién nos comparemos. Si lo hacemos con generaciones pasadas, vinculadas al modelo del Estado de Bienestar, la situación es mucho peor. Si lo hacemos con colectivos que están en una situación de exclusión social, no es un escenario tan complejo. Pero, en términos objetivos, nuestros jóvenes no tienen un panorama muy seguro, con unas redes familiares que cada vez cuentan con menos colchones para apoyar esos caminos de tránsito o para afrontar situaciones de crisis. Se vio en 2008, esas familias que ayudaron a su hijos y nietos en dificultades. Las siguientes generaciones, no contarán con esa posibilidad. Lo hemos escrito muchas veces, se analiza regularmente, pero nada cambia. Al revés, lo que no mejora, empeora.