La preocupación por la salud mental

Por EQUIPO AICTS / 6 de marzo de 2023

Pocas cuestiones parecen estar encontrando un consenso en nuestros días como la situación de la salud mental de la sociedad en general y de algunos colectivos, por ejemplo adolescentes y jóvenes. Desde la pandemia del Covid-19, rara es la semana en la que no aparezcan noticias, reportajes, artículos, etc., que abordan esta situación, además de su inclusión de forma más amplia en la agenda política, lo cual es necesario. El Covid-19 generó una serie de escenarios que tuvieron un impacto directo sobre la salud mental de la población, este es un hecho contrastado. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que la situación ya venía siendo negativa desde antes de la pandemia, vinculada en buena medida al modelo de estilo de vida que hemos ido generando. Desde las crecientes incertidumbres a los ritmos de trabajo, pasando por el impacto de las Redes Sociales y las tecnologías en no pocos ámbitos, y cómo se están utilizando las mismas, así como la ruptura y debilitamiento de ciertos lazos, son aspectos que están generando un impacto creciente en la salud mental y el bienestar emocional de la sociedad. La pandemia del Covid-19, como hemos indicado, profundizó estos procesos. 

El estado salud mental en nuestras sociedades está adquiriendo, por lo tanto, unas dimensiones más amplias que contrastan con el valor que se le otorgaba hace unas pocas décadas, cuando asistir a un psicólogo o psiquiatra era incluso tabú. Aunque es importante indicar que hay que diferenciar ciertas cuestiones, no es lo mismo una depresión severa que un cuadro de ansiedad o que sentirse bajo o triste, no es menos cierto que son indicadores de que algo no está funcionando en nuestras sociedades. El hecho, además, de que haya cada vez más personas que tengan dificultades para abordar el "día a día", no debería banalizarse. Este escenario cobra una importancia más amplia en el caso de adolescentes y jóvenes, incluso niños más pequeños, colectivos en los que se están identificando cada vez más situaciones negativas vinculadas a su salud mental y bienestar emocional. A través de los medios de comunicación, y de las Redes Sociales, llegan noticias muy duras, suicidios especialmente, que llaman la atención de la opinión pública, alertándose desde los sistemas educativos, centros y otros agentes la situación de este colectivo. 

En nuestras sociedades, relacionado con la salud mental, también se está prestando especial atención a la soledad, la cual genera un impacto negativo en la misma. A mayor soledad, como demuestran algunos estudios, hay un mayor riesgo para enfermar. Generalmente, se había incidido en la soledad en relación a las personas mayores, parte de las cuales se quedaban en situación de viudedad lo que podía aumentar el aislamiento o no relacionarse con otras personas. Sin olvidar también cuestiones vinculadas a la movilidad, por ejemplo. Es cierto que se han ido articulando recursos, programas y medios para que este colectivo no se encuentre en esas situaciones, destacando el papel del numerosos profesionales y centros que desarrollan una actividad fundamental para evitar y mitigar situaciones de soledad, pero queda camino por recorrer. Además, estas situaciones de soledad crecen en otros colectivos como consecuencia, en parte, de las exigencias de nuestras sociedades y de los ritmos ya señalados anteriormente. De esta forma, también se incide en el valor de los "lazos débiles", o de la importancia de esa sociabilidad que hemos ido perdiendo, de esas relaciones que ya no se cultivan o cuidan incluso, que contribuyen a la ruptura de una red de apoyo y de seguridad. 

Finalmente, y no menos importante, hay también una relación entre la salud mental y la clase social. Es evidente que, en todos los estratos sociales, hay situaciones que afectan a la misma, pero no todos están en la misma disposición de afrontar las mismas, y es una cuestión de recursos, medios y posibilidades, vinculadas a los riesgos de vulnerabilidad y exclusión social. Un artículo de Nuria Labari en El País incidía en este escenario, indicando algo que es evidente y lógico: la capacidad de poder disponer de medios y recursos para acceder a profesionales y a tiempo para afrontar estas situaciones. El peso de la variable socioeconómica es clave de nuevo, no podía ser de otra manera. Por lo tanto, es preciso que los recursos públicos para atender a todos los colectivos en igualdad de condiciones aumenten porque, una vez más, no son suficientes. Labari finalizaba su artículo con un párrafo muy esclarecedor: "Y no, no es que nos hayamos vuelto más locos, es que nos hemos vuelto más solos en los últimos tiempos. La culpa no es nuestra sino del individualismo que termina, paradójicamente, por abandonarnos a nuestra (a menudo mala) suerte". Y ahí está, de nuevo, uno de los puntos más relevantes de esta situación que, lamentablemente, no ha encontrado techo.