Acceso a la vivienda y desigualdad
Por EQUIPO AICTS / 27 de marzo de 2023
En AICTS prestamos atención a los estudios e informes que aparecen frecuentemente desde diferentes ámbitos. De hecho, como puede observarse en relación al presente Blog, suelen nutrir el mismo y servir de argumentos sobre las cuestiones tratadas. Hace unas semanas, un artículo de Ángel Munárriz en InfoLibre nos llevó al estudio de Fundación Alternativas El informe de la desigualdad en España 2022. El impacto de la pandemia, un trabajo que suele publicar dicha institución. Dentro del mismo, y en relación al artículo de Munárriz, "El sobrecoste de la vivienda se ceba con la España pobre y agranda la brecha de la desigualdad", se hacía hincapié al capítulo de dicho informe que, sobre la vivienda, firmaba Jordi Bosch. A lo largo del artículo, en el que también participaban otros especialistas sobre la cuestión, se ahondaba en aspectos clave sobre el acceso a la vivienda y las dificultades para determinados colectivos, con indicadores sobre el coste que implicaba en términos de ingresos que debían dedicarse a la compra o alquiler de una vivienda en función de las clases sociales. Los datos no son una novedad, pero no es menos cierto que este escenario está siendo cada vez más complejo y difícil para no pocos grupos sociales.
La vivienda en nuestro país ha tenido una serie de connotaciones clave para explicar su evolución. En primer lugar, somos un "país de propietarios" en el que el alquiler no ha sido nunca bien considerado y que, incluso, se ha visto de forma peyorativa. El acceso a la vivienda en propiedad está arraigado en nuestro subconsciente colectivo y en nuestros universos simbólicos. La vivienda en propiedad es vista secularmente como una seguridad, como una estabilidad, y también como un signo de prosperidad y de estatus. Habría que echar la vista generaciones y décadas atrás para explicar estos procesos y establecer cómo se fue germinando este relato. La accesibilidad a la vivienda tiene un punto clave también con la "burbuja inmobiliaria" de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Si ya había sido difícil comprar una vivienda, menos alquilarla pero con esa visión que comentábamos no era una opción para mucha gente, peor se puso con aquella parte de nuestra historia que provocó un incremento de los precios hasta límites insospechados. La liberalización del suelo, por un lado, y la facilidad de acceso a los créditos, por otro, sirvió para generar una especie de "tormenta perfecta" en relación a este mercado. Además, la demanda crecía porque eran las generaciones del "baby boom", más numerosas, las que accedían al mercado de la vivienda por primera vez, junto con otros grupos sociales, precisamente las clases trabajadoras y medias aspiracionales que cambiaban de vivienda a otras en barrios periféricos, más modernas. Son años en los que unas generaciones se hipotecan y el pinchazo de dicha burbuja, junto a la crisis sistémica de 2008, dará lugar a situaciones complicadas y a que sea, en parte, la ayuda de las familias las que contribuyan a evitar situaciones de vulnerabilidad y exclusión social. Mientras tanto, otras voces hablarán de que "se ha vivido por encima de las posibilidades", una de las frases más terribles de ese periodo.
La vivienda seguirá siendo en los años siguientes un bien de acceso complicado, que precisará de un elevado esfuerzo económico, y con unos bancos cada vez poniendo más trabas a los créditos e hipotecas. A la par, otros escenarios iban a ir surgiendo para atornillar esa relación entre vivienda y desigualdades. Y es que la gentrificación de los centros urbanos, el ascenso de las viviendas turísticas y la demanda de los alquileres, que también se encarecerán, llegarán a generar un escenario todavía más complejo. De esta forma, el centro de las grandes ciudades se convertirá en un lugar innacesible para no pocas personas y colectivos en función del nivel de renta, siendo también expulsados no pocos de los mismos. Las historias sobre personas de una edad avanzada que, en estas grandes ciudades, comparten piso con alquileres elevados, son frecuentes. Pero, esa misma situación se irá ampliando a más localidades. Sin olvidar las dificultades de acceso a la vivienda, en propiedad o alquiler, en el medio rural. Una de las grandes falacias sobre el mismo es el hecho de pensar que comprar o alquilar una vivienda es fácil. Al contrario.
Además, la precarización del mercado de trabajo y el aumento del coste de la vida da lugar a que la vivienda sea cada vez un bien más innacesible para cada vez más personas. El aumento de los tipos de interés ha ido sumando otra muesca más a este escenario. Barrios periféricos, o ultraperiféricos en el caso de las grandes ciudades, con enormes distancias a los lugares de trabajo, se han convertido en la norma. Cada vez hay menos posibilidades de elección en un país como el nuestro, en relación a la vivienda. Las políticas de vivienda pública, incluyendo los alquileres, no han funcionado en la medida de lo deseable. Hacen falta nuevas políticas de vivienda que pasen por una accesibilidad mayor, aunque con el protagonismo actual del mercado en dicho ámbito, y lo que parece que le queda, la situación se hace muy difícil. La vivienda es una de las bases de la desigualdad, tanto como fin, en su acceso, como medio, en los recursos que se tienen que destinar para su compra o alquiler. Esta es la realidad, y no será porque no se lleva décadas advirtiéndose.