Los tiempos
Por EQUIPO AICTS / 03 de abril de 2023
Cuando pensamos en escribir este artículo para el Blog de AICTS, pensábamos en un título que nos pareciese que podría abarcar todo lo que queríamos decir. El artículo venía de la entrevista en El País con Joan Benach, experto que había sido designado por el Ministerio de Trabajo del Gobierno de España como coordinador del grupo de expertos que analizaban la relación entre la salud mental y la precariedad. En esta interesante entrevista, Benach calificaba la situación como de "pandemia tóxica" y argumentaba algo que está también demostrado, cómo nuestro sistema económico había avanzado hacia una precarización del mundo del trabajo, con sus consecuencias en todas las dimensiones, incluida una salud mental que se veía todavía más afectada, en un sentido negativo, por los medios que había que poner para afrontar este escenario. La situación viene enmarcada en estos procesos que estamos viviendo, en los que el capitalismo neoliberal ha transformado el mundo del trabajo, hasta dotarlo de unas disonancias que hacen muy difícil compatibilizarlo con unas condiciones de vida dignas. En este sentido, también se entroncarían estas cuestiones con las reflexiones de Esteban Hernández en El rencor de clase media alta y el fin de una era (AKAL), en el que cuenta con esta variable para analizar nuestro tiempo, el peso del trabajo en el ámbito de la identidad (relacionándolo con la dignidad, la seguridad y la prosperidad) y las condiciones materiales. E, igualmente, con el factor tiempo.
Tiempo, o tiempos habría que decir. Estamos en un momento en el que, como bien argumentaba Hernández en su recomendable obra, el tiempo es un bien valioso y determinante que solo pueden adquirir algunas personas y colectivos, pertenecientes a las clases medias altas y altas. Los tiempos de nuestra época se han convertido en una especie de carrera contrarreloj en la que no se llega y se tiene la impresión de estar corriendo en una baldosa. De esta forma, en todos los ámbitos de nuestra existencia hay una presión cada vez mayor por estar trabajando y respondiendo a las demandas continuas de unos empleos, cada vez más precarizados. Pensábamos en esta cuestión cuando, estando estos días en aeropuertos y estaciones de tren, observábamos cómo muchísimas personas ocupaban los tiempos de espera con sus portátiles, trabajando sentados en el suelo, en cualquier lugar. Una realidad que, como decíamos, no solo afecta a las profesiones cualificadas sino también a las no cualificadas.
En todo caso, subyace una especie de ruptura de una promesa que venía desde la década de los noventa del siglo XX, el que el trabajo sería, ahora sí, un medio y no un fin en sí mismo. Que las personas tendrían tiempo, tiempo de nuevo, para su ocio y autorrealización, para vivir una vida más plena que no estuviese dedicada a unos trabajos que eran un medio de susbsistencia. Obviamente, todo ello en una parte del mundo muy específica como la occidental. Habíamos salido de las fábricas, de los trabajos alienantes de la cadena de montaje, de la dureza del sector agrícola y ganadero, de otros empleos que generaban malestar. Era el tiempo, de nuevo, de otras oportunidades vitales. La liberación de las cadenas del trabajo estaba ganándose, nos decían. Obviamente, esto no ha ocurrido así.
Entender que el trabajo no cuenta con otras dimensiones, vinculadas a la subjetividad y a la identidad, es no comprender la totalidad que, en nuestras sociedades, tiene el mismo. Nos socializamos en este valor, con sus pros y contras. Queremos tener una profesión que nos llene, con la que nos sintamos realizados, y queremos tener unos trabajos en los que sus condiciones (salario, horarios, condiciones) no nos lleven a escenarios del comienzo de la Revolución Industrial. En no pocas ocasiones, se van a producir numerosas disonancias y no se conseguirá que una lleve a la otra. Es un hecho. Pero, siempre pensábamos que nuestra evolución social iba camino de mejorar las condiciones laborales y de vida de todos los trabajadores y trabajadoras. No está siendo así, por muchos motivos, y la variable tiempo tiene mucha importancia.
El capitalismo neoliberal de la Globalización, sustentado por las tecnologías, ha llevado a un mundo del trabajo cada vez más polarizado y desigual. Aunque haya numerosas capas y estratos, cada vez son menos trabajadores los que se encuentran en el lado en el que el trabajo cumple todas sus funciones, y cada vez son más en los que estas se van deteriorando, cuando no desapareciendo. Precarización, inestabilidad, competitividad, flexibilidad, etc., son las caras de una moneda que está teniendo especial incidencia en trabajadores no cualificados, muchos de ellos dependientes de tiempos de desplazamientos cada vez mayores para ir a sus lugares de trabajo, en autónomos y también en buena parte de los cualificados, para los que ya tampoco hay horarios. De esta forma, el tiempo se ha convertido en una utopía que queda cada vez más lejana. Se ha asumido que estos tiempos son los de una ocupación, en todos los sentidos, de nuestras jornadas y más. La pandemia aceleró este proceso hasta límites insospechados. Es curioso cómo se ha llegado a este extremo, o no. Igual no es tan curioso. El caso es que el tiempo es cada vez más difícil de adquirir, tiempo para las relaciones familiares, personales, para descansar... Tiempo que no está disponible.
Mientras tanto, los mensajes que nos llegan desde todos los lados, van en otra dirección. Nos hablan de "ciudades de 15 minutos", nos hablan de dedicar más tiempo a lo que importa (¡se creen que no lo sabemos!), nos hablan de la semana de cuatro días... nos hablan. Y todo esto es irrealizable para la mayoría de la población, de una sociedad cada vez más precarizada, menos cohesionada. Porque buena parte de la cohesión social venía de ahí, de unas condiciones de trabajo dignas que permitiesen una seguridad y estabilidad, como señalaba Hernández. Siguiendo su línea de argumentación, hemos regresado a un taylorismo difícil de superar. Pero, no queda otra que seguir luchando para darle la vuelta a este escenario, para generar un mundo mejor y construir un modelo social que nos saque de esta dinámica. Habrá que trabajar duro, un contrasentido en relación a este artículo, pero por este camino vamos muy mal.