Aquellas historias que nos contaron

Por EQUIPO AICTS / 10 de abril de 2023

Volvemos a escribir en el Blog de AICTS sobre tiempo y tiempos. Si en la entrada de la semana pasada hacíamos referencia al valor del tiempo, a cómo había una estratificación social basada en el mismo, en el hecho de que unos grupos sociales podían acceder al mismo y otros, cada vez más amplios, lo tenían más complicado, en esta ocasión nos toca escribir sobre relatos. El caso del tiempo se liga con esos relatos que han sido el sustrato y el sustento de nuestras sociedades, la legitimidad de las mismas. Con respecto a los tiempos, ya señalábamos la semana pasada que hacíamos referencia a cómo nos socializamos en unas sociedades en las que pensábamos que tendríamos mayores tiempos para el ocio, la autorrealización, que nuestros trabajos serían creativos (ojo, innovadores no se empleaba entonces) y que menos tendrían un carácter alienante. La movilidad social y el ascensor social nos hacía dejar atrás esos empleos vinculados a la fábrica, al campo, a los servicios no cualificados. Cuando los teníamos, era como estación de paso, necesidad. En todo caso, se consiguieron avances pero, con la crisis de 2008 hubo un cambio sin precedentes en esta línea del progreso que habíamos interiorizado. Y, en la actualidad, los tiempos son complejos, hay que dedicar más tiempo para conseguir mantener un determinado nivel de vida, para abordar la educación de los hijos, etc. Y, en definitiva, se da una disonancia entre el empleo y las condiciones de vida, un empleo que demanda más tiempo y que cada vez, para más personas y colectivos, no llega para abordar el precio de los costes de la vida: la vivienda, la cesta de la compra, etc. 

El tiempo es un ejemplo de los cambios que estamos viviendo a pasos acelerados y que son determinantes en la configuración de una época. Nuestro mundo estaba sustentado, en el modelo occidental, en una serie de valores y premisas que habían funcionado, con sus matices y diferencias entre países, durante un periodo de tiempo corto. Si somos lo que somos, si hemos logrado muchos avances en numerosos campos, incluidos los sociales, es porque nuestro sistema funcionaba en esa dirección, con sus contradicciones, obviamente. Y con sus debilidades. Estado de Bienestar, socialdemocracia, Estado Social, democracia liberal, Derechos, etc., son conceptos que estaban interiorizados y que conformaban un relato. Los avances sociales fueron determinantes por su relación con los Derechos Sociales y la ciudadanía, pero también por una forma de entender la sociedad basada en la corresponsabilidad y la cohesión social. ¿Un modelo para parar el avance del comunismo en Occidente?, ¿unas clases medias que se iban volviendo cada vez más conservadoras?, ¿un sistema que tenía fallas en el sentido de que también dejaba a colectivos atrás? Podríamos debatir de todas estas cuestiones y hacer hincapié en ellas y encontraríamos argumentos a favor y en contra.

La crisis del Estado de Bienestar, de la socialdemocracia, el hundimiento del sistema comunista, la Globalización... Procesos que van a configurar el inicio de un cambio de era que se verá en todo su explendor en el siglo XXI con la Globalización, el neoliberalismo y la irrupción de las TIC como medio y como fin. En ese preciso momento, pero sustentado en los cambios que se van a ir operando desde los setenta del siglo XX, un sistema de valores va a ir sustituyendo a otro. Y nuevos relatos van a sustituir a los anteriores. No de forma brusca ni repetentinamente, porque este escenario irá cambiando de forma sutil en no pocas ocasiones, sin darnos cuenta. Además, los nuevos relatos precisarán de estar sustentados en las bases del sistema anterior. La formación, la ilusión del progreso social, la meritocracia, el estatus, etc., seguirán estando ahí, cuando el relato ha cambiado. Curiosa, y de forma paradójica, el relato antiguo servirá como trampolín para el nuevo, basado en el indivualismo y en el consumismo, en un estatus basado en el parecer y no en el ser. Toda una transformación que se lleva por delante la cohesión. Esto no quiere decir mirar al pasado de forma nostálgica ni demandando recuperar viejos patrones y mecanismos. Para nada. 

En la actualidad, asistimos a un tiempo de incertidumbres, de cambios continuos, en los que cada vez menos personas y grupos sociales tienen esa base sólida que era la aspiración, y el logro, de muchas personas tiempo atrás. El relato actual se mueve en las contradicciones de la época, pero con un elevado cinismo. Defendemos principios que no se pueden cumplir, o para unos pocos. Presentamos aspiraciones y deseabilidades que están tan lejos de la mayor parte de la sociedad que no generan adhesión a nuestro sistema. Parece increíble que, viniendo de donde veníamos, hayamos sido capaces de regresar a las casillas de partida. Se denostan logros que se consiguieron, como el valor del progreso o la clase media, para generar sociedades cada vez más dualizadas. Nos queda un trabajo largo por hacer, que hemos señalado en otros artículos, y es no caer en el desánimo y el pesimismo, en un determinismo que cada vez está más presente. Un nuevo contrato social que vuelva a poner el foco en buena parte de esos principios que nos convirtieron en lo que somos. Pero, obviamente, corrigiendo errores, incluso los parajódicos que nos llevaron a esas casillas anteriores.