Brechas generacionales, presentes y futuras

Por EQUIPO AICTS / 8 de mayo de 2023

Una de las constantes en las últimas dos décadas es la que hace referencia a que la siguiente generación vivirá peor que la de sus padres. A comienzos del siglo XXI, en un contexto en el que se estaban produciendo cambios estructurales, pero en un periodo todavía marcado por el optimismo y un crecimiento de la riqueza, junto con otros signos de estatus vinculados al consumo, ya había voces que alertaban de ese escenario. Era el tiempo del "mileurismo", cuando jóvenes, generalmente cualificados, que entraban en el mercado laboral, lo hacían con un salario alrededor de esa cifra. Lo que ha venido después, ha sido peor, por cierto. Con la crisis de 2008 y la ruptura de un sistema basado en la promesa del progreso, de la movilidad social, de un ascensor social que había funcionado, esta visión será una certeza cada vez mayor y, la década y media transcurrida desde entonces, ha fortalecido esa posición. Además de esa ruptura de la idea de progreso, además de una estructura social cada vez más polarizada, de la precarización de las clases trabajadoras y medias, además de eso, también han cambiado los tableros y las fichas del juego, con una economía cambiante y un mercado laboral que, en muchos casos, no da seguridad ni estabilidad.

En el lado contrario, tampoco faltan las voces que muestran su desacuerdo con estas visiones. En este lado de la balanza, las mejoras evidentes, e indiscutibles, en relación a condiciones de vida, bienestar y acceso a bienes de consumo. No cabe duda de que hay muchos argumentos que sustentan este posicionamiento. Comparar generacionalmente nuestras condiciones de vida con las del pasado, y no decimos nada lo que sería irnos hasta hace un siglo, por lo menos, nos llevaría a pensar en una suerte de perspectiva futurofóbica con respecto a lo que viene. Hemos llegado hasta aquí, sustentados en una mejora permanente, hasta un momento dado, cuando se produce una disociación entre las expectativas y la realidad. 

Seguramente aquí tenemos algunas claves para interpretar este proceso de una forma más afinada. Y precisa de varias lecturas. El Confidencial publicó un interesante reportaje sobre esta cuestión el pasado 6 de mayo. Bajo el título "¿Vivir peor que tus abuelos?: la brecha entre generaciones avanza desde los 2000", firmado por Ana Ruiz y Marta Ley. En el reportaje se presentan datos sobre esa brecha generacional y también se cuenta con la opinión de expertos, que se posicionan en un sentido o en otro. Es un hecho que esta situación se está dando ya que las condiciones del mercado laboral han cambiado, así como la propia estructura social. Seguramente, desde las Ciencias Sociales y otros ámbitos, seguimos manejando ciertos marcos conceptuales, de interpretación y de análisis que no se corresponden con los momentos que estamos viviendo y todos los cambios acaecidos. 

Buena parte de nuestro marco conceptual, y los procesos de socialización estaban basados en buena medida en estos, así como los universos simbólicos de nuestras sociedades, se basaban en un modelo que partía del Estado de Bienestar, de unas políticas públicas basadas en los Derechos Sociales y en las transferencias derivadas de los mismos. Igualmente, un modelo que contaba con un mercado de trabajo que ofrecía oportunidades y posibilidades para las generaciones que provenían de las clases trabajadoras y agrícolas, vinculadas al éxodo rural, que a través de sus aspiraciones llegaban a otras posiciones sociales. Esta evolución estaba marcada en buena medida por el acceso a los niveles de estudio superiores. Sin embargo, este modelo, que funcionó durante unas décadas, y en el caso de España hay que vincularlo a la construcción de un Estado de Bienestar y un Estado Autonómico, así como a procesos de modernización del país, saltó por los aires. Aunque las señales eran sutiles, fue con la crisis de 2008 cuando se produjo un giro sin precedentes.

De esta forma, el cambio de modelo de sociedad se ha institucionalizado y, en parte, se basa en una precarización del mercado de trabajo, que afecta a los más jóvenes en mayor medida, retrasando proyectos de vida y haciendo imposible cuestiones como el ahorro. Además, aunque nuestro Estado de Bienestar esté adelgazado, sigue procurando algunos servicios básicos que hace solo unas pocas décadas eran imposibles. Igualmente, el acceso al consumo, como signo de estatus, también es fundamental y hay otros signos que están presentes. 

¿Los nietos van a vivir peor que sus abuelos? Pues en algunas cuestiones no, porque las sociedades han evolucionado y se han transformado. Pero, en otras, sí. Las desigualdades de ingresos, en comparación con el pasado, son un hecho. Además, y más importante, se ha perdido la visión de un  progreso esperenzador (como hemos señalado en otras ocasiones, habría que debatir qué es el progreso), y las perspectivas y expectativas se han lastrado, viviendo en una suerte de presentismo que no permite que se puedan diseñar proyectos de futuro, en muchas ocasiones. Sin embargo, no es menos cierto, como también se ha escrito en este Blog en otras ocasiones, que el futuro no está escrito y que se ha salido de situaciones peores. Por lo tanto, veremos. No debemos caer en el derrotismo pero también tenemos que ser realistas. Los cambios están pasando, muchos se han consolidado, pero lo que está por venir... de nosotros depende en parte no seguir por este camino. Veremos.