Estructura laboral, social y salarial

Por EQUIPO AICTS / 8 de marzo 2021

En el Blog de AICTS también solemos prestar mucha atención a la forma en la que las dinámicas generales suelen incidir en las estructuras sociales. No es el momento seguramente de detenernos en cómo las últimas décadas se han producido unas tendencias determinadas, consecuencia en gran medida de las formas adoptadas por la Globalización, con una preeminencia clara del modelo neoliberal. La pandemia de la Covid-19 mostró a las claras varias formas de desigualdad en la estructura social que, durante estas dos últimas décadas, aparecían en no pocas ocasiones de forma sutil e incluso no tenidas en consideración. Una de ellas fue la referida a la situación de trabajadores esenciales en los que, aunque parezca increíble, no se había caído. No solamente los profesionales sanitarios y similares sino que en unos pocos días "descubrimos" la importancia que tenían trabajadores y trabajadoras, porque una buena parte de este colectivo son mujeres, que trabajan en supermercados, que se dedican a labores de limpieza y también, obviamente, cuidadoras en residencias, en domicilios, etc. Este hecho nos muestra cómo están organizadas en gran medida nuestras sociedades en el sentido de la puesta en valor de ciertas cuestiones y del papel de la posición en la estructura social. En función de nuestra ubicación en la misma, nos relacionamos con unas determinadas personas y compartimos unos códigos u otros. Durante la pandemia se ha visto claramente en la forma de transmitir las informaciones y las consecuencias, en no pocos casos centrado en un perfil profesional y social cualificado. De esta forma, el teletrabajo ha sido una de las constantes en la visualización de los efectos de la pandemia en el ámbito laboral. Obviamente, casi todos estos sectores no cualificados no podrán teletrabajar. 

El caso es que no debemos perder la perspectiva de esta estructura social y salarial. Durante estas décadas, nos instalamos en una expectativa de sociedad de clases medias que pensábamos que se estaba realizando. Todos éramos clases medias, con independencia de ciertas variables que son las que marcan la situación en la estructura. Nos lo habíamos creído claramente y el consumo nos permitía acceder a unos signos de estatus que servían para ubicarnos en esas clases medias. Pero la crisis de 2008 nos demostró que no, que la realidad era mucho más compleja. Sin embargo, cuando todos nos creíamos clases medias, había sectores y colectivos que iban perdiendo posiciones. Hablamos de trabajadores y trabajadoras del sector Servicios no cualificados que, a su vez, también iban creciendo en número porque nuestra estructura económica iba derivándose hacia una terciarización no cualificada con una presencia cada vez más amplia del sector turístico. Esto no debe confundirse con una minusvaloración de estos sectores y actividades, al contrario. Estamos ante una reivindicación de las mismas que, en no pocas ocasiones y lamentablemente, entran en procesos de precarización y con unas condiciones laborales que no son justas. Además, los colectivos que entran a formar parte de esos servicios no cualificados suelen proceder de clases sociales situadas en la base de la pirámide social, grupos que no han podido acceder a estudios superiores, o que han contando con situaciones de fracaso o abandono escolar, así como con haber completado únicamente la escolarización obligatoria a través de la Secundaria. A los mismos, se iban añadiendo grupos sociales de la clase media aspiracional que, a través de valores interiorizados de la meritocracia, iban quedando relegados en ese proceso de movilidad social cuando no entraban en un camino descendente. Y, finalmente, no hay que olvidar la situación de los jóvenes que entran en estos empleos, parte de ellos de forma temporal, y entran en una especie de procrastinación que implica un retraso de sus proyectos de vida. 

Nuestra sociedad está compuesta por muchos más trabajadores y trabajadoras esenciales del sector Servicios no cualificado del que nos imaginamos o pensamos. A veces es una realidad que se quiere ver, en otras es ese origen del que venimos por la movilidad social lograda a través de la formación y el acceso a empleos cualificados. En este sentido, no han faltado también algunas posiciones de índole clasista a la hora de valorar este escenario. Sin embargo, la pandemia como decíamos nos puso en el espejo esa realidad y, además, se hizo hincapié en la situación de desigualdad salarial y económica en la que viven una parte importante de estos trabajadores. Pero, no solamente eso, sino que también eran trabajadores que, debido a su posición esencial y a tener que cumplir unos servicios que eran necesarios, están expuestos a un mayor contacto humano, lo que implica un mayor riesgo de ser contagiados por la Covid-19, generándose un mayor estrés. De esta forma, queda claro que no es lo mismo que puedas estar teletrabajando en tu casa, en un salón amplio, o incluso en un unifamiliar, que tener que estar en una caja de un supermercado. Esto, que es una obviedad, parece en ocasiones que no es cierto porque hay mucha gente que no se da cuenta. Lo que también habla a las claras del modelo de sociedad que estamos generando, menos cohesionado. 

Hemos infravalorado como sociedad el valor de determinados sectores y profesiones lo que, en un mundo como el nuestro, implica que no valoremos tampoco a estos trabajadores y trabajadoras, y recordemos de nuevo que muchos de ellos son mujeres. Pensábamos que estas cuestiones iban a ser superadas, que las condiciones laborales de las mismas y su valoración social iba a ser justa. Pero no, al contrario, entramos en una dinámica que recordaba mucho a las anteriores, lo que pasa es que, en esta ocasión, se adoptaban formas más sutiles. La pandemia sirvió para poner el foco, aunque no de forma suficiente, en estos colectivos. Que no son ni mucho menos minoritarios, al contrario. Al final, regresamos de nuevo a la cohesión y a la justicia social, valores que no debemos olvidarnos de recordar continuamente. Y, lo malo es que las desigualdades se cronifican, se hacen cada vez más estructurales y todavía hay escalones de bajada.