Las dificultades para arreglar el ascensor social

Por EQUIPO AICTS / 11 de septiembre de 2023

No es la primera vez, ni será la última, pero tenemos que volver a referirnos a la movilidad y al ascensor social. Es un hecho que, en 2023, esta cuestión ya se ha institucionalizado prácticamente como perdida. No es para menos, tras el cambio de sistema que ha supuesto el capitalismo neoliberal globalizado y el deterioro del Estado de Bienestar, en aquellos países en los que se había institucionalizado. La crisis de 2008 supuso un punto de inflexión y transformó la realidad en relación a la movilidad social. Es el momento en el que buena parte de las clases medias vivieron lo contrario de su trayectoria hasta el momento, que se había caracterizado por una evolución positiva. Sus padres y madres, abuelos y abuelas, habían pertenecido a la clase obrera o al campesinado, protagonizando el éxodo rural, y sus hijos y nietos habían ascendido socialmente, gracias especialmente al aumento del nivel de estudios, así como a los mecanismos del Estado de Bienestar y las transferencias sociales derivadas de los Derechos Sociales. Es un periodo en el que se asume que el ascensor social se ha roto y que la movilidad social se ha puesto mucho más difícil. Lo ocurrido en los próximos años, va a confirmar este escenario, que se institucionaliza.

El 22 de agosto, Carlos Sánchez publicó en El Confidencial el artículo "La igualdad de oportunidades se hunde y detiene el ascensor social", basado en datos de un estudio de Sara Ayllón, Pablo Brugarolas y Samuel Lado de la Universidad de Girona bajo el título The level of inequality of opportunity in Spain: an estimation using Artificial Intelligence, disponible en el Instituto de Estudios Fiscales del Ministerio de Hacienda y Función Pública. Los resultados no dejan lugar a dudas y el escenario no es solamente que esa movilidad social se haya parado sino que la igualdad de oportunidades, uno de los grandes ideales y objetivos de no pocas ideologías y modelos de sociedad, también está en crisis, obvia y consecuentemente. Los autores y autoras analizan la información recogida de diferentes indicadores y muestran cómo está desigualdad de oportunidades ha crecido de forma alarmante en una década y media en España, comparándola con los datos de otros países europeos. De esta forma, España se sitúa en la cola de la igualdad de oportunidades en Europa entre los países analizados, siendo superada únicamente por Bulgaria, Rumanía y Serbia (que no pertenece a a la Unión Europea). El artículo también incide en calificar al escenario como estructural, así como en el hecho de que no se hubiesen aprovechado los momentos de crecimiento económico, especialmente tras la crisis de 2008, para abordar una reducción de las desigualdades, especialmente en aspectos como el sistema impositivo y fiscal, que tendría que estar más enfocado a la generación de políticas más igualitarias desde la infancia.

Es un hecho que, como bien se señala en el estudio comentado, hay un escenario en relación a las desigualdades que, en España, es estructural. No debe olvidarse el camino llevado a cabo por nuestro país en un corto espacio de tiempo, apenas unas décadas, en las que se construyó el Estado de Bienestar. Un Estado de Bienestar que venía con limitaciones derivadas de haberse incorporado al modelo con retraso con respecto a sus vecinos europeos, así como por las características de la economía española. Sin embargo, el éxito de este proceso se produjo y la movilidad social para una parte muy importante de la población fue una realidad. Pero, en su conjunto, en España siempre se cronificó una desigualdad que afectaba a clases trabajadoras, especialmente en grandes áreas urbanas, así como se cronificaban importantes desigualdades territoriales que se han ido reproduciendo. La apuesta por determinados modelos productivos y sectores no hizo otra cosa que incidir en las condiciones que podían dar lugar a mayores desigualdades. Si la Construcción estalló con la "burbuja inmobiliaria", el Turismo también contaba con sus elevados riesgos, siendo un sector con una actividad de alta estacionalidad y no pocos empleos con bajas condiciones económicas. 

Lo ocurrido en la última década y media, entre crisis, pandemias y cambios geopolíticos, ha incidido en una precarización de las clases medias y trabajadoras, con la igualdad de oportunidades en una situación como la descrita en el informe señalado. De esta forma, la posición social es más estática y depende en buena medida del origen socioeconómico y de los diferentes capitales que se puedan acumular (económicos, sociales, culturales, relacionales). Los aspectos estructurales se van consolidando y reproduciendo, cronificándose unos escenarios diversos y heterogéneos en los que, una vez más, las personas, familias y colectivos en una situación de riesgo de exclusión social más evidente, se encuentran cada vez en posiciones más difíciles. Además, también se pierden las expectativas de mejora, con lo que se entra en una situación de deslegitimación del sistema.

La cuestión es si estamos dispuestos a arreglar este escenario o ya hemos asumido el cambio de modelo señalado. No cabe duda de que las tendencias generales apuntan en la segunda dirección, pero no es menos cierto que se han superado otras épocas y situaciones. La cuestión es volver a apostar por una cohesión social que se centre en la igualdad de oportunidades y en la reducción de desigualdades. Si no se aborda desde esta perspectiva, el presente y el futuro van a ser muy complicados.